La
única ventaja competitiva sostenible, como individuos y como naciones, proviene
de nuestra capacidad de aprender y aplicar lo aprendido más rápidamente que
otros.
En un
mundo estandarizado, donde la racionalización de procesos (reingeniería) y los
programas de Calidad Total y Six Sigma han permeado la cultura
productiva, ser deficientes en calidad o ineficientes desde el punto de vista
del manejo de costos (despilfarradores, descuidados, etc.), simplemente nos
saca de competencia. Nos condena a fracasar.
Eso lo
saben bien nuestros gestores de empresas y de zonas francas. Tienen que
competir en precio para obtener los contratos; competir en calidad para que
aprueben los lotes producidos; competir en gestión para que la operación sea
rentable. Y tienen que desarrollar en su personal competencias de aprendizaje
apropiadas para que operen de la forma más eficiente y efectiva posible.
Al
competir en una cultura de clase mundial, en que nuestros competidores no
necesariamente son locales, y donde los acuerdos de Libre Comercio abren los
mercados y nos evaporan aranceles que protegían nuestra carencia de eficiencia,
es fundamental entender que sólo la flexibilidad para
aprender-desaprender-reaprender, para el desarrollo de nuevas competencias y
talentos, asegura a las personas su empleabilidad, y a las empresas y a los
países su capacidad de permanecer competitivos y en crecimiento.
El
capital clave de una empresa y el capital de un país no radica en su
tecnología, que se hace continuamente más y más obsoleta; ni en sus recursos
naturales, cada vez más agotados; ni en la inversión financiera, que es
simplemente capital en riesg radica en la calidad de los individuos que los
integran. Y la calidad de dichas personas está en directa relación no sólo con lo
que ya saben, pues el obsolimiento, el conocimiento
obsoleto, crece fuertemente, sino más bien en la capacidad que tengan estas personas
para renovarse, reentrenarse, reaprender.
<span style="font-weight: bold;">¿ESTAMOS PREPARADOS PARA LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO?</span>
Nunca,
como ahora, la información ha estado tan disponible. Fluye de forma continua.
Vivimos, por primera vez en la historia, en simultaneidad con todo lo que se
mueve de interés en el mundo, en cuanto a su acceso. Sólo el idioma se
transforma en un obstáculo relativo al contacto con otras realidades y otros
datos (obstáculo parcial debido a los softwares de traducción).
Ciertamente,
abunda la seudoinformación, los bulos, las mixtificaciones. Navegar en el
torrente continuo de datos y seudodatos, de frivolidad e información de valor,
de patrañas, opiniones, creencias y evidencias reales demanda de los individuos
un ejercicio del criterio, la capacidad de pensar
críticamente, someter a evaluación las informaciones, discernir,
seleccionar, estructurar mentalmente la información, someter a prueba las
hipótesis, comprobar y descartar.
Lamentablemente,
damos por sentado que las personas vienen capacitadas para pensar con
eficiencia, cuando esta es una destreza que demanda entrenamiento, aprendizaje
y metodología adecuada.
El pensamiento natural es espontáneo,
empírico, reactivo, emocional e impulsivo. Arriba rápido a conclusiones
siguiendo una hermenéutica que puede ser útil en algunos casos, pero que es
dañina en otros.
Tenemos
que enseñar a las personas a pensar con eficiencia. No es algo que aprendan en
nuestras escuelas y universidades.
Nosotros
vemos continuamente los resultados derivados del pensamiento ineficiente. Crímenes, accidentes, errores
costosísimos, malentendidos, divorcios, pérdidas… Todos son resultado de haber
sacado una conclusión apresurada de forma disparatada. Hay mucho dolor que
proviene de la incapacidad de pensar de manera inteligente y productiva.
<span style="font-weight: bold;">¿PODEMOS MANEJAR UN ALTO VOLUMEN DE INFORMACIÓN?</span>
Además
de pensar con eficiencia, también conviene preguntarnos si podemos manejar un
alto volumen de información.
El
acceso libre a información actual, piénsese en que sólo en estas navidades
Amazon anunció que vendió más de 4,000,000 de su lector digital Kindle, que se
vendieron millones de iPads y otros artilugios que facilitan la lectura, los
websites de libros gratuitos, el flujo continuo de datos, noticias, opiniones,
etc., a través de las redes sociales que
son un formidable empujón hacia la comunidad global, hace que nuestra
limitación de estar al día provenga sólo de nuestra ineficiencia como lectores.
Usted
puede ir a una librería y sentarse allí, pasarse el día y leer los libros. Lo
mismo puede hacer en una biblioteca. ¿Dónde está el problema?
Primer
en su falta de hábito de lectura.
<span style="font-weight: bold;">Segund
en su carencia de una estrategia eficiente de lectura.</span>
Lo otro
ya pertenece al dominio de su voluntad, que quiera o no. Pero las consecuencias
que se derivan de irse haciendo, en sus conocimientos y competencias, más y más
obsoleto tienen un impacto en ingresos, oportunidades y calidad de vida
dramático.
Y el desarrollo
de nuevas tecnologías y aplicaciones, que no cesa, puede de un momento a otro
convertir su negocio o su profesión es algo superfluo, inútil y obsoleto.
Usted
no puede impedir el futuro. Tampoco predecirlo. Pero sí puede prepararse para
adaptarse y aprovecharlo.
<span style="font-weight: bold;">¿POR QUÉ LEEMOS DE MANERA INEFICIENTE?</span>
Muchas
personas confunden haber sido alfabetizados con haber aprendido a leer. Son dos
cosas distintas.
Es tan
distinto como confundir el hecho de hablar en una lengua dada materna, el
español en mi caso, y desarrollar la competencia de ser locutor. Lo segundo,
cualquiera admitiría, demanda entrenamiento, práctica y cambio de hábitos de
pronunciación.
Lo
mismo sucede con la competencia de leer de manera eficiente.
¿Por
qué leemos de manera ineficiente? Porque entrenarnos a leer de esa forma es
eficiente para alfabetizar a un analfabeto.
Pero se
transforma en un hándicap como estrategia de lectura para una persona ya
alfabetizada.
Para
recurrir a un símil, un fármaco que puede ser valiosísimo para la recuperación
de la salud de una persona con una enfermedad, puede ser dañino a la salud si
lo proporcionamos a una persona sana, por sus posibles efectos colaterales.
La
lectura ineficiente, aquella en que nos entrenaron al alfabetizarnos, para muchas
personas es el único tipo de estrategia de lectura que conocen.
Ese
modelo de lectura produce una serie de consecuencias desagradables que alejan
del placer de leer a millones y millones de personas.
Veamos
cómo se origina y cuáles son sus características.
<span style="font-weight: bold;">¿CÓMO SE ORIGINA EL MODELO DE LECTURA INEFICIENTE?</span>
El origen
de la lectura ineficiente proviene de una estrategia eficiente para
alfabetizarnos. Lo malo es que fue el único modelo que nos enseñaron.
Al entrar
a un proceso de alfabetización, la primera tarea del educador es enseñarnos a
relacionar un garabato, una grafía, con un sonido.
Para
eso recurre a la repetición paciente hasta que vamos, entre cantos, juegos y
otros medios puestos en acción para mantener ocupada nuestra voluble atención
infantil, reaccionando con el sonido a la presentación del signo gráfico.
Luego
nos lo complican. Al unir dos signos gráficos y construir una sílaba (sé que
hay sílabas unimembre, esto es simple ejemplo), el sonido se modifica: L y A no
se pronuncia eleá, sino la.
Ahora
parece sencillo, pero en la mente de un niño es una complicación. Ahora tiene
que modificar lo aprendido. Primero nos enseñan a pronunciar de una manera y
ahora de otra.
De
nuevo, el docente recurre a juegos, actividades, cantos y otros recursos para
comprometer nuestra atención y facilitar el aprendizaje.
Cuando
alcanzamos la sílaba el 70% del proceso de alfabetización está ya logrado. Ahora
unimos sílabas y construimos palabras, 20%. Y luego unimos palabras y construimos frases,
oraciones y párrafos, 10%.
¡Y ya
está: estamos alfabetizados!
De
inmediato nos sumergen en contenidos: Sociales, Naturales, Lenguaje, Aritmética,
etc., que nos obligan a ejercitar nuestra recién adquirida habilidad o
competencia de leer.
Nuestros
padres presumen de la inteligencia de su criatura y nos ponen a leerles a otros
por unos días.
Y nos
creemos que esa manera de leer es la correcta. Pero ¿cómo aprendimos a leer?
<span style="font-weight: bold;">LAS CONSECUENCIAS DEL MODELO DE LECTURA INEFICIENTE</span>
Pues,
nos entrenaron en un modelo de lectura altamente ineficiente: la lectura
silábica.
Leemos
por sílaba, como nos entrenaron.
Algunos
desarrollan mayor fluidez y leen por palabra con cierta velocidad. Muchos otros
siguen tropezando con las sílabas y leen con torpeza.
Usted
puede darse perfecta cuenta de ello cuando escucha a alguien leer. Como lee es
un reflejo de su manera de procesar información. Si lo hace de manera torpe,
¿cómo usted cree que procesa la información en su cabeza?
Un
aspecto importante en el proceso de lectura tiene que ver con la amplitud de
foco visual.
Normalmente
nos han entrenado para aislar una palabra de su contexto y captarla sola en un
golpe de vista. Ese movimiento de los ojos, denominado movimiento sacádico, al ir captando las palabras una por una, nos
retrasa innecesariamente y además se convierte en un proceso cansón e ineficiente..
Imaginemos
un libro de 200 páginas, en que cada una de ellas posea 35 renglones y cada
renglón unas 15 palabras por línea.
Eso
significa para la persona detenerse 15 veces por renglón, 525 veces por página
y 105,000 en total por las 200 páginas
para poder agotar el libro.
Si esa
persona lee a un ritmo de 250 palabras por minuto, le tomaría un total de 7
horas leer dicho libro, si acomete esa tarea de manera continua.
Es un
desperdicio de energía y tiempo.
Imaginemos
simplemente que enseñamos a esa persona a leer por bloque y por eje, dos
técnicas de lectura. Ahora, en vez de enfocarse en una palabra se entrena para
captar cinco palabras por cada golpe de vista. De entrada ahora logra un 80% de
ahorro del trabajo visual y del tiempo de lectura.
Se
detiene 3 veces por renglón en vez de 15.
105
veces por página, en vez de 525.
21,000
veces en las 200 páginas y no 105,000 veces,
Y lo
que antes le tomó 7 horas ahora se redujo a una hora y media (1:24 en
realidad).
Noten
esto, no hemos ni siquiera acelerado el ritmo de lectura y ya tuvimos un ahorro
de 5.5 horas, simplemente al dominar una estrategia de amplitud de enfoque más
eficiente que la aprendida al alfabetizarnos.
Ponga
usted que, además, le enseñamos a esa persona a acelerar su velocidad de
lectura a unas 1,000 palabras por minuto. Entonces, esa 1:24 minutos se divide
entre 4 y le tomaría, leer el mismo libro 21 minutos. Así de simple.
LOS TRES PRINCIPALES ERRORES AL LEER
Además,
al reducir el número de fijaciones (golpes de vista), se previene el cansancio
visual. Y si lo unimos a otros recursos también el aburrimiento, la pérdida de ilación,
la distracción y otros males que aquejan al lector que carece de una estrategia
de lectura eficiente.
Otras
ventajas de entrenarse en lectura eficiente devienen de superar los tres
principales errores al leer:
1.Subvocalizar,
hablarse mentalmente mientras se lee.
2.Leer
palabra por palabra, en vez de leer por bloque y eje.
3.Retroceder: Perder
el hilo, distraerse y volver atrás para
retomarlo.
La
subvocalización es una costumbre que proviene del período de alfabetización, en
que se nos enseñó a asociar una palabra con un sonido.
El
asunto es que la voz humana apenas puede acelerar hasta una velocidad de unas
400 palabras por minuto y ser inteligible, por lo que leer repitiéndonos
internamente lo leído nos lastra y condena a no aprovechar la enorme capacidad
de captar y procesar información del cerebro, que algunos llegan a estimar de
unas 40,000 palabras o bits de información por minuto.
El
contenido de una palabra no está en el sonido, sino en la imagen que evoca.
Entender
una palabra es entender qué imagen nos trae a la cabeza, no qué sonido posee.
De ahí que aprender un idioma es aprender a relacionar una palabra con un
concepto (una imagen o una idea). Podemos escuchar el sonido de la misma, pero
si no sabemos a qué concepto o imagen alude, nos quedamos en el aire.
La
lectura palabra por palabra es ineficiente, además, porque aproximadamente el
50% de las palabras que utilizamos son vacías (conectores, artículos,
preposiciones, etc.) y el otro 50% poseen contenido. Una frase como “La niña de la patineta” posee un 40% de
palabras con contenid Niña, patineta, y un 60% de palabras vacías: La, de la.
Si leemos la frase palabra por palabra desperdiciamos el 60% de nuestro
esfuerzo.
Y eso
nos conduce al tercer problema: la distracción que nos hace perder el hilo y nos
lleva luego a retroceder.
El
cerebro, que puede procesar información a altísima velocidad, se aburre. Y
empieza a divagar. ¿Resultado? Nuestra atención se distrae y, aunque nuestros
ojos siguen mecánicamente pegados a la página, nuestra mente anda lejos, lejos
de ella.
<span style="font-weight: bold;">PARA MANTENER NUESTRA COMPETITIVIDAD, HAY QUE SER UN LECTOR
EFICIENTE</span>
Es
oportuno esclarecer que la lectura nos proporciona información. No
conocimiento.
El
conocimiento es aquello que adquirimos al aplicar la información y apreciar los
resultados que provocamos.
La
información es la receta del sancocho pero el conocimiento es lo que adquirimos
haciendo sancocho. Y sólo se obtiene mediante un proceso de prueba y error.
Sin
embargo, es bien tonto querer derivar conocimiento de la experiencia bruta, sin
que medie o aprovechemos la información que es la experiencia acumulada por
otros y que nos sirve de punto de partida.
Vivimos
un mundo lleno de retos y oportunidades.
Y
nuestra cancha es el mundo. Ya no es local, es global.
El
conocimiento es dinero. Y para desarrollar conocimiento requerimos información
actualizada.
Esa
información está disponible como nunca, asequible como nunca. Sin embargo,
requerimos desarrollar las destrezas necesarias para apropiarnos de ella.
Conozco
muchos que compran libros que nunca van a leer. Y el único lugar donde un libro
es un activo y no un pasivo es en la cabeza de uno. Fuera no es más que un
coroto más.
En
diciembre tuve la oportunidad, luego de estar una semana en Disney, de pasar
otra semana en Tampa, donde reside mi hermana.
De los
7 días, cuatro de ellos los pasé desde las 9:00 a.m. a las 8:00 p.m. en una
librería. Una por día.
En ese
tiempo leí, revisé y me nutrí de decenas de libros, de los temas de mi interés.
Al
final, sólo adquirí un solo libr “Make
a Scene” de Jordan E. Rosenfeld, un libro sobre construcción de escenas,
tanto para narrativa, como para dramas y guiones.
Pero me
traje decenas de libros leídos y aprovechados.
Y una
vez más agradecí haberme entrenado en neurolectura o lectura súper rápida.
Una
habilidad fundamental en la actitud de
éxito, esa mentalidad de crecimiento que definió la psicóloga y autora
Carol S. Dweck como distinta a la mentalidad fija de los conformistas o que se
resisten al aprendizaje.
Y es
que son las decisiones de hoy las que prefiguran los resultados de mañana. Y
uno es dueño o dueña de esas decisiones. Nadie más.
Véalo en mi blog: http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com/2012/01/por-que-necesitamos-entrenarnos-como.html <br>
3 DE ENERO 2012<br>