Esta época de fiestas que estamos celebrando se mueve entre dos acontecimientos importantes en la vida de los cristianos. Uno es la conmemoración y actualización del nacimiento de Jesús en un pequeño pueblo de la Judea. Es la Navidad. El otro es la celebración de la llamada Fiesta de los Reyes Magos, la Epifanía o Manifestación.
En esta última recordamos la ofrenda de dones y de respeto por parte de unos extraños individuos que, atraídos por una serie de signos, se acercaron ante la cuna de Jesús en Belén. Es la Fiesta de los Tres Santos Reyes, también llamados magos.
Los relatos del Evangelio en torno a estos individuos y a esta festividad son escasos y sobrios. Tan sólo el Evangelio de San Mateo nos habla de estos personajes, de los cuales afirma que eran unos sabios de Oriente, quienes se presentaron en Jerusalén preguntando acerca del Rey de los Judíos, cuya estrella habían visto y deseaban ofrecerle su respeto y sus regalos.
La sorpresa causada entre los habitantes de la ciudad capital fue grande al ver tal caravana y con tal finalidad: rendir vasallaje al recién nacido Rey de los Judíos.
De todos es conocido el interés, las intrigas, los recelos desarrollados por Herodes el Grande y sus secuaces. La presentación en el Palacio, la búsqueda del niño y, finalmente, la vuelta a sus países de origen, dan excusa a Herodes, una vez descubierto el engaño, a desatar una terrible matanza en Belén y alrededores, cosa por otro lado bastante frecuente en la intrigante vida del monarca idumeo.
La forma sobria y escueta con que Mateo nos presenta la presencia de estos personajes nos plantea una serie de preguntas que, a lo largo de la historia, se han intentado resolver, acudiendo la mayoría de las veces a la fantasía.
¿Cuántos eran? El relato de San Mateo no nos indica el número. Por el tipo de ofrendas que le hacen- oro, incienso y mirra- se ha llegado a la conclusión de que eran tres. Sus nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar.
Tales nombres aparecen por primera vez en documento escrito a principios del siglo VI de nuestra era en una obra, de autor anónimo, llamada Excerpta Latina Barbari.
Posteriormente, Beda el Venerable, una de las figuras más importantes en la historia del cristianismo en Inglaterra, y también una de la más destacadas de la incipiente Edad Media, en su obra Comentarios acerca del Evangelio de San Mateo, expresa la idea de que estos tres personajes representaban a los tres continentes conocidos hasta el momento. Llega incluso a la afirmación de que son descendientes de Sem, Cam y Jafeth, los tres hijos del personaje bíblico Noé, el del diluvio.
En las tradiciones de origen oriental estos personajes reciben otros nombres. En el llamado Libro de Adam, evangelio apócrifo de origen etíope, los nombres son: Hor, rey de los persas; Basanater, rey de Saba y, finalmente, Karsudan, rey del Este. En las tradiciones sirias y armenias el número de los Reyes se sitúa en doce.
El lugar de procedencia es igualmente un misterio.
Podemos deducir, en base al sobrio relato evangélico, que procedían de Oriente, y su lugar de origen estaba en la Península Arábiga, lugar donde floreció una cultura de gran riqueza, tanto material como intelectual, y que apenas es conocida entre nosotros.
Finalmente, la pregunta en torno a la naturaleza de estos personajes siempre ha llevado un poco a la confusión.
La palabra mago no denota necesariamente rey, sino experto en cuestiones de astronomía y astrología, con lo que podemos deducir que estos personajes eran más bien expertos en cuestiones esotéricas y astrológicas que gobernantes.
Pensemos que hasta muy entrado el Renacimiento la Astrología era considerada como una ciencia exacta y digna del mayor respeto.
En nuestro mundo hispano esta festividad ocupa un lugar especial. Desde los primeros momentos de la llegada de la fe cristiana al continente americano se ha venido celebrando la Fiesta de los Tres Santos Reyes.
En memoria de aquellos presentes de Oro- símbolo de la realeza- Incienso- símbolo de la divinidad- y Mirra- de la Humanidad, se ha quedado entre nosotros ofrecer regalos en esta fecha.
Es la fiesta de los niños, del recuerdo del buen comportamiento, de tantas cosas que nos hacen volver a ser niños.
Y al fin y al cabo, la Navidad es la fiesta de un Dios hecho Niño.
No nos olvidemos de poner nuestra hierbita en la noche antes del 6 de enero.
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