Hay que leer las últimas “Reflexiones” del
comandante Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana, sobre los
peligros que acechan ahora a la humanidad y la indiferencia de las
personas sobre los riesgos que acechan su propio futuro.
También
se debe razonar con la cabeza fría las declaraciones del General Luis
Antonio Luna Paulino sobre los peligros que acechan a nuestra isla ante
la triste realidad de que estamos expuestos a movimientos telúricos y la
necesidad de tener en carpeta, y listo para aplicar, todo un catálogo
sobre las medidas a tomar en un caso de tragedia nacional como sería un
sismo de categoría, sobre seis grados en la escala de Richter, cuando
sólo la prevención pueda salvar vidas.
Fidel habla de la marcha de
la humanidad “hacia el abismo”, la destrucción de la especie humana que
ha estado dominando el planeta desde hace más de l80 mil de años.
Pero Fidel no le da carácter religioso a la eventualidad de fenómenos cataclísmicos.
En
realidad se queja de la conducta humana, del afán de lucro de las
civilizaciones a lo largo de la historia y su insensibilidad para
preservar los elementos esenciales que garanticen la vida humana, de los
recursos naturales e incluso la existencia de los animales. Es decir,
la flora y la fauna.
¿Por qué relacionamos lo que dice – y ha
repetido tantas veces el líder cubano- sobre los peligros que acechan
los recursos de la tierra y lo que dice el general Luna Paulino?.
Sencillamente porque sin recursos el ser humano no puede sobrevivir.
Y la vida no tiene sentido si no se encuadra en un plan de equilibrio entre las personas y el medio ambiente.
Pero
el Acuerdo de Kioto en el que fue validada las preocupación de los
científicos sobre el calentamiento global y la producción de gases
dañinos a la atmosfera, o sea el llamado efecto invernadero, no ha sido
continuado y en la reunión sobre ese tema en Copenhague, hace unos años,
fracasó por los efectos de los intereses creados de las potencias
económicas mas importantes.
Uno mi voz a la del General Luna
Paulino en el sentido de que el Sismo de Ocoa, del pasado jueves fue
bastante claro en cuanto a disponer de alternativas ante movimientos
graves en nuestra corteza terrestre.
¿Cuánta calamidad estaríamos sufriendo si ese sismo hubiese durado diez segundos más, o hubiese tenido más poder?.
La
experiencia reciente de Haití nos da la respuesta de miles y miles de
personas afectadas que pierden sus vidas en un país pobre sin los
recursos necesarios para reaccionar con efectividad a una tragedia de
esa magnitud.
Los seres humanos inteligentes – como deben ser los
gobernantes modernos- saben que ante un intenso temblor de tierra nada
se puede hacer, pero sí deben saber las medidas precautorias que salven
la mayor cantidad de vidas posibles.
Y eso se consigue con una
idea que se expresa con la siguiente palabra: Prevención. Y esa concepto
sólo es posible si se instruye, se educa a la población sobre cómo en
circunstancias tan penosas se puede salvar la vida propia y ayudar a
otros. El espíritu de solidaridad es básico en estos casos.
En
definitiva el sismo de Ocoa del jueves pasado que tanto nos preocupó,
debe servir como el principio de una política efectiva de preservación
de la vida.
Porque el 12 de enero del 2010 la tierra se estremeció
en Puerto Príncipe dejando una estela horrenda de pérdidas materiales y
de vidas. Mire, aún esa ciudad está yugulada por los efectos del sismo
de 7.3 grados que la abatió.
Nosotros hemos tenido mejor suerte en
esta ocasión, pero en el pasado fue devastada la isla de ambos lados
sufriendo nosotros la destrucción de La Vega y Santiago junto a la
ciudad haitiana de Cabo Haitiano.
Hagámosle caso a las
advertencias de Fidel que habla con la autoridad moral de un rector de
la vida; y también echemos en cuenta las sugerencias del General Luna
Paulino, un hombre consciente de su misión de hacer más seguro al
pueblo.
Ambos criterios son válidos y nosotros los juntamos para dejar claro que preservar la vida debe ser un “asunto de todos”.