Muchas
personas se traban al pensar sobre las técnicas de lectura súper rápida por dos
razones, ambas equivocadas:
·Tienen opiniones sobre ella sin ninguna
experiencia directa
·Se imaginan cualquier cosa y suponen que lo que
imaginan es verdad.
La
primera de las trampas es opinar sin ninguna experiencia personal que sirve de
soporte y referente.
El
director de un periódico, amigo apreciado, me dice que “él no cree en esto de la lectura rápida”. Lo interesante es que su
creencia es gratuita, pues él ni tiene ni ha intentado tener experiencia con la
metodología. No se ha entrenado. No ha leído sobre el tema. No ha verificado si
funciona o no.
Es una
creencia que carece de asidero. Simplemente le sirve para no tener que preocuparse
por ser un lector eficiente. Para nada más.
Otros
ven en su mente una febril actividad que parece más cosa de orate que de
lector: alguien pasando páginas de manera afanosa, sin respiro alguno,
atiborrándose de datos sin reflexión alguna, sin asimilación alguna. Y
reaccionan con espanto a su propio fantasma.
Ahora
bien, sucede que ambas razones son argucias del cerebro para crear
justificaciones que les permitan mantener su inercia. El cerebro es un órgano
haragán, que gusta de la conservación de energía.
Ya
Henry Ford sentenció: “Pensar es el
trabajo más difícil que existe. Quizá esa sea la razón por la que haya tan
pocas personas que lo practiquen.”
<span style="font-weight: bold;">TRES TIPOS DISTINTOS DE LECTURA</span>
Al
leer, podemos hacerlo con distintos fines y sobre distintos materiales. Esa
diferencia de fines y de material de lectura, determinará en mucho qué
velocidad de lectura aplicaremos.
La
rapidez o velocidad de lectura no es un recurso estándar y continuo, es
simplemente una opción. Semeja a la opción de que dispone una persona que es
dueña de un Ferrari. Su máquina puede llevarle a velocidades de vértigo, pero
no es prudente ese tipo de velocidad en todas las circunstancias. Simplemente
es una opción que tiene disponible a su conveniencia.
Existen,
por su naturaleza y su propósito, tres tipos de lectura distintos. Y cada uno
de esos tipos reclama un nivel de velocidad distinto.
El
primer tipo de la Lectura transformativa. Este tipo de lectura, propia de los
textos espirituales, busca impactar y trabajar nuestros valores, actitudes,
identidad y principios. Busca transformar nuestro ser.
Al
adentrarnos en la lectura transformativa, el nivel de velocidad tiene que ser
lento. Nos llama a meditar con detenimiento lo leído. Empaparnos de su savia.
Dejar que las palabras penetren profundamente en nosotros y esplendan. No es la
cantidad lo que cuenta, sino la calidad de la experiencia que nos provoquen.
El
segundo tipo de lectura, en cuanto a velocidad de lectura, lo es la Lectura
recreativa. La lectura de poemas, novelas, cuentos y otras piezas
literarias no conviene que sea muy rápida porque este tipo de material de
lectura no nos proporciona información: suele ser ficción, invención. Su valor
no proviene de su contenido sino de la expresión: es algo para degustar,
paladear, saborear. Perdería su encanto si lo tratamos como simple información.
El
tercer tipo de lectura es el que soporta la mayor velocidad. Es la Lectura
formativa. Tiene que ver con el hacer.
La
lectura formativa: libros profesionales, técnicos, por ejemplo, nos aporta
información, puntos de vista, procedimientos, etc., que se nos comparten para
mejorar nuestras habilidades y destrezas. Su objetivo no es cambiarnos como
individuos, sino cambiar nuestra manera de hacer las cosas. Tampoco es
distraernos, divertirnos o conquistarnos: es impactar nuestra manera de
proceder y producir resultados.
Querer
leer todo a la misma velocidad, rápida, rapidísima, moderada o lenta, es poco
inteligente. Cada tipo de lectura demanda o recomienda un nivel de velocidad
distinto. Y hay, claro, otros factores adicionales que influyen.
<span style="font-weight: bold;">¿QUÉ OTROS FACTORES INFLUYEN EN LA VELOCIDAD DE LECTURA?</span>
No sólo
el tipo de lectura influye en la velocidad con que la realicemos. También están
otros factores como el propósito de la lectura, la familiaridad con el tema y
los conceptos, la complejidad del texto, etc.
El
propósito, por ejemplo, nos afectará si leemos una novela o un relato para
desentrañar su técnica de composición, para producir un texto crítico sobre el
mismo, a diferencia de cuando simplemente lo leemos por placer.
La
familiaridad contribuirá a incrementar la velocidad si la tenemos o a reducirla
si el tema nos es extraño. Por igual qué tanto trato se tengan o no con los
conceptos cardinales de lo que se lee.
La
complejidad del tema puede que nos retarde porque requiera más tiempo procesar
la información.
Un
último factor que influye es la importancia que tiene dicha información para
nosotros.
Como
vemos, al hablar de velocidad de lectura no hablamos de una velocidad continua,
sino de una velocidad que varía según la relevancia para mí del asunto del que
leo, mi familiaridad con él, la complejidad del texto, mi propósito al leer,
etc.
Ahora
bien, si leo lento, a un promedio de 200 palabras por minuto, lo haré en todos
los casos, no tengo opción, lo cual me puede mantener aburrido o estancado
cuando estoy leyendo páginas frívolas, o de información ultraconocida, ajena a
mis intereses, sin ningún tipo de complejidad o relevancia, etc., y me puede
inducir a abandonar la lectura o a dormirme.
Si
tengo control y posibilidad de ejercer distintos grados de velocidad de
lectura, iré de manera ultraacelerada en aquellas partes del libro o texto que
no sean relevantes a mis propósitos o me signifiquen llover sobre mojado, y
reduciré la velocidad en aquellas otras pertinentes a mis propósitos o que me
aporten nueva información relevante.
Eso y
no otra cosa significa ser un neurolector o un lector súper rápido.
<span style="font-weight: bold;">LEER ACTIVANDO AMBOS HEMISFERIOS DEL CEREBRO</span>
La
tendencia a subvocalizar, la cual proviene de nuestro entrenamiento al ser
alfabetizados, nos hace recitar mentalmente lo leído, hablándonos al oído
interno. Eso también se convierte en una retranca al leer.
Lo
conveniente es desasociarnos del sonido de las palabras y relacionarnos más con
los conceptos que ellas transmiten: sus imágenes.
La
especialización hemisférica hace que el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro
esté más desarrollado en la parte verbal y lógica, y el hemisferio derecho más
en la parte visual y analógica.
El
cerebro derecho (el hemisferio derecho) es nuestro cerebro creativo. El
izquierdo nuestro cerebro crítico.
Hay dos
aspectos importantes en este sentido.
Primer
el cerebro izquierdo está vinculado a la memoria de corto plazo. Y el derecho a
la memoria de largo plazo.
Segund
Nuestro cerebro izquierdo está más vinculado a la expresión. Y nuestro cerebro
derecho más asociado a la comprensión.
Si
queremos comprender un texto tenemos que traducir las palabras en imágenes. Son
las imágenes, los conceptos, los que nos permiten comprender lo leído.
<span style="font-weight: bold;">¿QUÉ SIGNIFICA ENTENDER UN TEXTO?</span>
Significa
poder expresar el mensaje del autor, su propósito, los contenidos implícitos y
lo que quiere de nosotros.
Si
puedo exponer lo que el autor buscó decir al escribir, describir su texto, sus
fines, los supuestos sobre los que articuló su discurso y lo que quería
hacernos sentir, pensar y hacer, entonces puedo decir que entendí su texto.
Entender
no es simplemente reproducir lo que un autor dijo. Puedo repetirlo y aun así no
entenderlo.
Tampoco
significa estar de acuerdo con lo que el autor expuso.
El que
yo entienda un punto de vista no significa que lo endose, valide o comparta.
Hay
quienes están tan convencidos de su punto de vista, tan centrado en su visión
de las cosas, que no conciben que existan personas inteligentes que discrepen
de ellas o posean un punto de vista distinto.
De ahí
la expresión de: “Tú no me entiendes”.
Confunden ser entendidos con ser apoyados o respaldados en sus puntos de vista.
Es un
enfoque infantil e inmaduro, que se cree dueño de la “verdad” y la “razón” y
considera que existe esa única “verdad”
y esa única “razón”.
Hay
también los que entienden que repetir lo leído es demostración de haberlo
comprendido, lo cual también es ingenuo.
La
comprensión demanda penetrar el mensaje real tras el mensaje aparente, la
intención del hablante, su estrategia discursiva, propósitos, intereses y lo
que persigue al compartirme su texto.
Yo, a
partir de esta comprensión, puedo definir mi grado de afinidad o identificación
con lo leído. Y esto puedo estructurarlo en un continuum que va desde
totalmente de acuerdo a mayormente de acuerdo, medianamente de acuerdo,
mayormente en desacuerdo o totalmente en desacuerdo.
Posiblemente
en la mayoría de los textos siempre estaremos entre medianamente de acuerdo o
mayormente en desacuerdo. En unos pocos mayormente de acuerdo. Y en muy pocos
totalmente de acuerdo o totalmente en desacuerdo.
Y
nuestra comprensión tendrá mucho que ver con la colaboración entre nuestros
hemisferios derecho e izquierdo del cerebro.
<p style="font-weight: bold;">
IR MÁS ALLÁ DE SIMPLEMENTE LEER
Relacionar
lo que leemos con lo ya sabido, con otras lecturas, extrapolarlo a otros
contextos, es también importante para quien lee.
Se lee
en un contexto y se lee también con otras lecturas previas que dialogan con lo
que uno lee en el momento.
Vamos
contrastando lo que leemos contra nuestras experiencias y puntos de vista ya
adquiridos, así como contra otras lecturas hechas. Es un intercambio fecundo
porque corrige, ahonda, amplía nuestra visión.
Y en
ocasiones, también, la contradice y desmantela.
En todo
caso, tenemos que partir de la intención con la cual leemos.
Puede
ser distraernos.
Puede
ser obtener información importante para un objetivo o tarea.
Puede
ser por cultura general.
Podemos
leer para incrementar el fondo de información profesional del que disponemos. O
para enriquecer con otros enfoques y puntos de vista nuestra opinión sobre
algo.
Tal vez
se deba a requerimientos de estudio para un monográfico, un examen, una tesis o
un informe.
Cada
circunstancia va a influir en la actitud con que abordemos la lectura. En la
velocidad a que lo hagamos. En la estrategia que apliquemos.
Lo
importante es que entendamos que la velocidad de lectura nunca es uniforme, es
un recurso, una opción a aplicar.
Ahora,
si no la poseemos, entonces estamos condenados a una velocidad y un ritmo
únic el lento, el ineficiente.
Y que
existen distintos tipos de lectura: la transformativa, la recreativa y la
formativa. Todas son importantes, pero no pueden realizarse de la misma manera,
pues lo que es positivo y apropiado para una, será inapropiado y perjudicial
para otra.
Véalo en mi blog: http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com/2012/01/los-tres-tipos-de-lectura-y-la-rapidez.html