Señoras y Señores invitados: Hace exactamente una semana, a las 5:30 minutos de la mañana, un movimiento sísmico de 5.6 grados en la escala de Richter, conmovió a la República Dominicana.
Dicho movimiento se extendió por distintas partes del territorio nacional, despertando más temprano de lo acostumbrado a la mayoría de nuestra población.
Yo mismo salí del sueño profundo en el que me encontraba, exaltado por el ruido horrífico del temblor y la sacudida que experimentaban los objetos en mi entorno.
Afortunadamente, en la República Dominicana, como consecuencia de ese temblor de tierra, no se perdió ninguna vida humana. Tampoco se desplomó ningún edificio y nuestra infraestructura permaneció intacta.
Sin embargo, el referido movimiento sísmico generó gran temor, mucha angustia e inmensa ansiedad.
Eso nos permite imaginarnos lo que aconteció aquí, en Haití, hace exactamente dos años, como resultado del desastre natural que perturbó a esta nación.
Hace dos años, 250 mil hermanos haitianos dejaron de existir.
Hace dos años, el equivalente al 120% del PIB se evaporó.
Hace dos años, miles de estudiantes perecieron, centenares de profesores quedaron sepultados bajo los escombros y cerca del 80% de las edificaciones universitarias fueron afectadas.
Hace dos años, esta nación quedó devastada, sumida en el llanto y postrada en el dolor.
En nombre del pueblo dominicano, permítanme, una vez mas, testimoniar nuestra solidaridad con el pueblo haitiano con motivo de esa catástrofe que concitó la sensibilidad, el respaldo y el apoyo de distintas naciones del mundo.
La tragedia haitiana constituyó la ocasión para que el pueblo dominicano demostrase lo mejor de sus cualidades humanas.
Empresarios, profesionales, trabajadores, estudiantes, artistas y amas de casa, entre otros, manifestaron su voluntad de contribuir a atenuar el impacto que este fenómeno, sin precedentes, causó en las vidas de nuestros hermanos y hermanas haitianos.
El gobierno dominicano sirvió, con satisfacción, de canal y catalizador del deseo colectivo de la sociedad dominicana, de acudir en socorro y ayuda del pueblo haitiano, el cual se encontraba enfrentando situaciones indescriptibles e inenarrables de tristeza, sufrimiento y desolación.
En nuestro país, jamás olvidaremos la foto de una madre dominicana, Sonia Marmolejos, quien se ofreció a lactar un niño haitiano que acababa de perder a sus padres.
No obstante, cabe señalar que la situación de tragedia haitiana no empezó con el terrible terremoto de hace dos años.
Esa tragedia comenzó a tener lugar desde el momento en que sus líderes mas prominentes, como Toussaint Louverture, Jean Jacques Dessalines, Alexandre Pétion y Henri Christophe, entre otros, no solamente anunciaron al mundo el nacimiento de un Haití soberano e independiente, sino que además tuvieron la osadía de romper las cadenas de la esclavitud.
Ningún pueblo de la región había mostrado tal valentía, tal audacia en combinar exitosamente la lucha por la independencia con la abolición de la esclavitud.
Y extrañamente, esa increíble hazaña, prácticamente surrealista en la perspectiva de las potencias esclavistas de aquel entonces; ese canto eterno a la libertad, constituyó, paradójicamente, la causa fundamental que dio origen a la difícil trayectoria histórica del pueblo haitiano.
Fue, entonces, la lucha por su emancipación, y, sobre todo, el ejemplo que su acción heroica representaba para los pueblos vecinos, y el temor de las potencias coloniales de que ese ejemplo de abolición de la esclavitud se repitiese, lo que ocasionó al pueblo haitiano su aislamiento internacional, y por vía de consecuencia, su proceso gradual de empobrecimiento.
Como puede observarse, pues, había una situación de tragedia en la vida del pueblo haitiano, la cual había tenido sus orígenes con mucha anticipación al sismo del 12 de enero del 2010.
Pero la tragedia, el dolor y la angustia del pueblo haitiano se han prolongado en el tiempo, más allá de lo moral y humanamente aceptable.
Ha llegado, por consiguiente, el momento en que de la tragedia surja la esperanza; del dolor, el optimismo; y de la angustia, la ilusión y la alegría.
Ese es el significado simbólico que deseamos pueda tener la inauguración de este campus universitario Henri Christophe.
Es un aporte del pueblo dominicano. Es un gesto de solidaridad que se nutre de la sensibilidad y el deseo de los dominicanos de contribuir a la reconstrucción de Haití.
En fin, es un acto de amor y una aspiración de progreso y bienestar para el pueblo haitiano.
Señor Presidente:
Este campus universitario está construido sobre una superficie de 144 mil metros cuadrados.
Tiene capacidad para acomodar a 10 mil estudiantes gracias a sus cuatro edificios que suman 72 aulas de clase con una capacidad de 30 alumnos por aula.
Esta infraestructura consta de una biblioteca, salas de reuniones, laboratorios científicos, centros de informática, una enfermería, un auditorio, una cafetería, un edificio administrativo e instalaciones académicas y deportivas.
En el día de hoy me siento satisfecho y el pueblo dominicano gozoso por haber hecho realidad el compromiso asumido de la construcción de este centro universitario.
Albergamos la esperanza de que la comunidad internacional también podrá cumplir plenamente las promesas de reconstrucción de Haití expresadas con posterioridad al terremoto del 12 de enero del 2010.
La juventud haitiana estaba en necesidad de un espacio donde trabajar para mejorar sus propias condiciones de vida, mediante la enseñanza, la investigación y la innovación.
La mayor riqueza de Haití es su gente, y sobretodo su juventud estudiosa y de gran talento.
Una juventud que solamente espera una oportunidad para crecer, avanzar y progresar.
Haití, señoras y señores, es una nación que tiene muchas razones para sentirse orgullosa de su historia, su cultura, sus tradiciones, sus grandes artistas, poetas, novelistas y científicos.
¿Qué país no se sentiría orgulloso de contar con un Jacques Roumain como uno de los suyos?
¿Qué país del mundo no estaría honrado de tener un Jacques Stephen Alexis?
¿Cómo apreciar lo suficiente la obra científica de Jean Price Mars? ¿O el trabajo historiográfico de Dantès Bellegarde?
¿Qué podemos decir de figuras contemporáneas como Lyonel Trouillot, Dany Laferrière, Franck Etienne, o Edwidge Danticat, para citar solamente algunos?
¿Qué país del mundo no sentiría un gran orgullo de tener a un Wyclef Jean?
Amigos haitianos, estoy aquí como jefe de Estado de la República Dominicana para inaugurar junto a ustedes esta Universidad Henri Christophe.
Se trata de la cristalización de un compromiso de apoyar a Haití en la creación y la multiplicación de capacidades que eleven a esta nación a la altura de su grandeza histórica.
Este campus pretende ser un espacio de difusión, de debate intelectual, cultural, científico, que permita a una nueva generación de pensadores, investigadores y académicos haitianos, tener la posibilidad de cultivar sus talentos y desarrollar sus potencialidades creativas.
Queridos amigos:
Estoy aquí para decirles que el futuro de nuestras naciones descansa sobre la capacidad de nuestros pueblos de poder contar con los recursos humanos necesarios, capaces de garantizar el crecimiento de nuestras economías, la erradicación de la pobreza y la disminución de las desigualdades.
Estoy aquí para decirles que debemos reforzar nuestras relaciones con acciones directas en materia de cooperación, de intercambio cultural, de seguridad, de inversiones y de comercio.
Estoy aquí para decirles que el pueblo dominicano está con ustedes.
Que el pueblo dominicano estuvo presente inmediatamente después del sismo para socorrerles.
Que estuvo presente en la etapa inicial de la reconstrucción para acompañarles.
Que está presente hoy para compartir la alegría de esta ceremonia inaugural.
Que estará presente mañana para celebrar sus nuevas victorias.
La victoria de la vigencia de un Estado de derecho.
La victoria de la democracia, de la libertad y de la justicia social.
La victoria del progreso y la prosperidad.
¡Qué viva la República de Haití!
¡Qué viva la República Dominicana!
¡Qué vivan la amistad y la solidaridad entre nuestros pueblos!
¡Muchas gracias!
¡Mesi anpil!
En Haití y en la República Dominicana: ¡E' pa' lante que vamos!