El atraso político y económico de la República Dominicana nos incumbe a todos. Somos un país democrático, ahora bajo la batuta de una Constitución que nos describe como“un Estado Social y Democrático de Derecho, organizado en forma de República unitaria, fundado en el respeto de la dignidad humana, los derechos fundamentales, el trabajo, la soberanía popular y la separación e independencia de los poderes públicos”.
Pero resulta que en nuestro Estado Social y Democrático la pobreza nos arropa, y la República unitaria no existe, pues estamos todos divididos, a tal punto que no somos capaces de ponernos de acuerdo siquiera en los puntos que deberían unirnos.
La dignidad humana y los derechos fundamentales son frecuentemente irrespetados, mientras se manipula la soberanía popular, y la independencia de los poderes públicos es un mito.
No se trata de una posición pesimista, sino de una realidad. Nuestra dramática historia no es conocida por la mayoría de los estudiantes, ni por el llamado pueblo llano, por la falta de cultura, atribuible a todos los gobiernos que hemos tenido, que por más cosas que hayan hecho a favor de ella, no han sido asimiladas por quienes creen que somos una Nación.
Uno quisiera seguir siendo optimista y decir que el futuro será más promisorio. Los ideales de quienes una vez soñamos con una Patria digna se han ido al carajo. Hoy día, solo predomina el afán del dinero fácil, vale decir la corrupción y el protagonismo.
Es decir, cada quien está “en su búsqueda”. La solidaridad vecinal y nacional se ha perdido, a pesar de todos los discursos de los políticos, que estimulan ilusiones para después dejarnos como “Perico en la estaca”.
¿Se acuerdan los más viejos cuando pasaban a sus vecinos un plato de comida, al enterarse de que ellos no tenían? Son pequeños detalles, pero que ejemplarizan lo que hoy no existe.
Los avances tecnológicos, las nuevas modas y formas de actuar, han influido tanto en nuestros hijos que a veces uno no entiende su jerga. La de los nietos, ni se diga. Se acepta que los tiempos no son como los de antes, pero es inaceptable que algún partido no promueva los valores que rigieron a nuestros antepasados.
¿Ha oído hablar usted a algún líder de partido que enfatice en la necesidad de respetar a nuestros mayores, a no decir mentiras sino la verdad? ¿Ha escuchado a alguno decirle al pueblo que honre a nuestros héroes y a los valores Patrios? ¿Cuándo han llamado a su militancia a respetar las leyes y las instituciones? Hasta ahora, no conozco ninguno que lo haya hecho.
Hace muchos años, conocí a un amigo que finalmente murió de amargura porque otros compañeros que compartieron sus ideales y que fueron torturados en las prisiones de Trujillo, luego se vendieron por un plato de lentejas, como sucedió con uno que duró nueve años preso durante el régimen del despotismo ilustrado del doctor Joaquín Balaguer, y después terminó como funcionario de alto copete de su gobierno, sin rubor alguno.
Esa amargura abarca a muchos dominicanos que desearíamos una sociedad mejor, pero que pensamos que todavía está muy lejos.
El día en que en nuestro país surja un presidente que se ocupe realmente de los pobres sin la demagogia característica de quienes quisieran imponer una dictadura, bautizada con cualquier nombre, quizás podríamos decir lo que establece la Constitución que nos rige. Los más viejos, ¿llegaremos a ver ese día?