Siempre se ha visto a la política como una ciencia y de hecho es así porque hay que tener arte, conocimientos, paciencia, destreza, sabiduría, ser buen estratega, visionario, y aplicar la demagogia, dependiendo de las circunstancias que se presenten.
El término “política” viene del griepo “politikós” y guarda relación con el ordenamiento de la ciudad. Es la actividad humana que tiene como objetivo gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad. Es un proceso orientado ideológicamente hacia la toma de decisiones para la consecución de los objetivos de un grupo en asuntos públicos.
La política es una ciencia social que estudia esa conducta de una forma académica, utilizando técnicas de análisis. Los profesionales en esa disciplina adquieren el título de politólogos, mientras quienes desempeñan actividades profesionales a cargo del Estado o se presentan a elecciones se denominan políticos. El concepto fue usado en Atenas a partir del siglo V antes de Cristo.
También a esa disciplina se la ha definido como la comunicación dotada de un poder, relación de fuerzas o como el arte de lo posible. El filósofo griego Aristóteles en su obra “Política” definía al ser humano como un animal político. De hecho, es así. El niño, por ejemplo, cuando quiere algo, asume una actitud política y lo manifiesta en la rebeldía, hasta lograr lo que quiere. Son demandas naturales con resultados inmediatos.
En ese contexto surgen fenómenos socio-políticos interesantes que permiten al hombre moderno emplear esta actividad para fines ulteriores, acomodando la destreza personal a sus intereses. Miles de ciudadanos han descubierto en la política la forma más rápida de ascender socialmente, adquirir poderes extraordinarios, enriquecerse y llevar una vida exageradamente cómoda, despachando al carajo la ideología que antes profesaban.
En los últimos meses se ha estado hablando del trasiego que ejecutan militantes de los partidos políticos, renunciando de sus organizaciones para cobijarse bajo la sombra de los candidatos presidenciales potenciales a dirigir el Estado a partir de la consulta electoral del 20 de mayo próximo. En buen dominicano, a esas personas les llaman tránsfugas que muchas veces, con su actitud, propician la derrota de su agrupación al pasarse de bando. Posteriormente, algunos regresan al punto original cuando fracasan en esos propósitos.
El tránsfuga busca beneficios personales y para eso renuncia a la parcela política que lo vio crecer bajo excusas infantiles como es el hecho de que no lo tienen en cuenta, que los compañeros lo maltratan o se sienten ignorados. Por sus ambiciones desenfrenadas de cambiar de estatus social, asumen riesgos de desaparecer con esas posturas como figuras políticas. Así, hemos visto el transfuguismo filtrarse abiertamente en este proceso electoral, principalmente hacia las dos fuerzas políticas del país, mediante el proceso de ofertas y contra ofertas y promesas que se cumplirían con la conquista del gobierno, si es que ganan la batalla.
En este escenario entra una figura igual de interesante que el tránsfuga: el lobista, que se emcarga de influir en las decisiones de los poderes Ejecutivo y Legislativo a favor de determinados intereses, pero también saca provecho a las debilidades de los grupos fácticos y a la sociedad en sentido general sirviendo como intermediario. El lobbismo viene del inglés “Lobby”, que significa entrada, salón de espera o de recepción, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
En nuestra jornada electoral, los lobistas políticos dominicanos han tenido un papel de primer orden al sonsacar, convencer, a militantes de otros partidos a los fines de que abandonen la casa que les vio nacer o crecer y busquen refugio en otra que no conocen, aplicando la máxima aquella que dice que “por su mejoría, su casa dejaría”. Es una labor por encargo muy remunerada partiendo de la gran capacidad de penetración y de convencimiento de estos personajes.
Los lobistas políticos están representados en los dirigentes con más experiencias en la tarea de captar a líderes claves en las organizaciones adversarias. Son especies de proxenetas con la diferencia de que no obtienen garantías económicas en lo inmediato por ese trabajo como ocurre con los lobistas comunes, a no ser que den un salto al poder para que les propicien buenas posiciones burocráticas.
En ese trasiego del transfuguismo, como es natural suponer, se producen reacciones diversas, acusaciones de traidores, confusiones, sorpresas y hasta enemistades. No perdamos de vista que la meta de los partidos en el actual proceso comicial es reforzar las tropas y para eso será necesario hacerlas crecer con la incorporación de nuevos soldados que sumen votos (se diría que el fin justifica los medios y es un problema de circunstancias), aunque no se tengan en cuenta detalles sobre la conducta personal, la moral o el récord de vida de esa nueva militancia, pues lo que importa es ascender al solio presidencial. Lo demás se consigue sobre la marcha.