El año pasado escribí un artículo en el cual analizaba la crisis de los alimentos y la carencia de políticas efectivas de parte de los gobiernos mundiales para enfrentar lo que algunos expertos internacionales definen como una posible pandemia de alto riesgo. Al problema de escasez de los alimentos se le suma ahora la especulación en los precios de los mismos. <br>
Transcurrido un tiempo, veo que la situación se mantiene igual.Anima saber que este es el tema central en el Foro Económico Mundial que se ventila en Davos, Suiza, donde los ejecutivos empresariales discuten como una opción aumentar la producción de alimentos, mejorar la distribución y reducir los precios. <br>
La crisis de la deuda europea y la inminente desaceleración en los países más desarrollados dominarán la reunión de este año a la que asistirán 2,600 líderes empresariales y políticos. Importante es saber que los jefes de las empresas más importantes del mundo reconocieron que el capitalismo está agravando las desigualdades sociales, pero consideraron que es mejor que cualquier otra opción.
Se ha determinado que el 40 por ciento de los alimentos que se producen en el mundo se pierde o desperdicia, lo que implica elevar la producción en un 70% para el año 2050. Una buena parte de esos alimentos ya cocidos en los restaurantes de lujo donde acuden turistas se echa a la basura a pesar de millones de personas pasando hambre. Es un problema grave de conciencia porque lo que hoy botamos de más, mañana le echaremos de menos. Se requieren nuevos modelos de rendimiento en virtud de que en los próximos treinta años se consumirán tantos alimentos como en los últimos diez mil, tomando en consideración que la población mundial sobrepasa los 7 mil millones de habitantes.
Los especialistas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) están muy preocupados por la falta de atención (yo agregaría por la indiferencia) de las grandes potencias a la gran demanda de alimentos en regiones paupérrimas del continente africano.
Ejemplos los tenemos en las zonas afectadas hasta el momento, como son Chad, Mali, Mauritania y Níger, pero la preocupación también se ha trasladado a Burkina Faso y Senegal, donde los gobiernos están analizando la situación, y a las regiones norteñas de Camerún y Nigeria. En las zonas afectadas en Níger residen 6 millones de personas, 2,9 millones en Mali y 700.000 en Mauritania.
Esa desigualdad social es la razón por la que en el mundo están creciendo tantos movimientos de los “indignados”, personas que demandan la creación de empleos, aplicación de programas efectivos de salud, el manejo de políticas sociales coherentes, y programas de alimentación a favor de los millones de pobres que no tienen padrinos.
El término “crisis humanitaria” no es más que un repudio colectivo lanzado contra los gobernantes de las naciones acaudaladas que prefieren invertir miles de millones de dólares en la fabricación de armas de destrucción masiva y en costosos experimentos científicos, mientras millones de personas, principalmente ancianos y niños, mueren de hambre por enfermedades terminales, desnutrición y deshidratación..
La indolencia de esos gobernantes es patética. Por un lado, tenemos gobiernos adinerados y deshumanizados, y por otro, una crisis alimentaria que lleva la tendencia de poner en aprietos las débiles economías de los países en vía de desarrollo. Son dos indicadores de altos riesgos que amenazan con extinguir a la raza humana, mientras los líderes de las potencias mundiales se pasan el tiempo teorizando en cónclaves internacionales, hablando de proyectos, reformas, tecnologías de punta, pero en la prácitca, salvo algunas excepciones, esas ideas no se aplican.
Los países latinoamericanos cuentan con extensiones inmensas de tierras baldías cultivables que bien pudieran ser utilizadas para la siembra de diversos productos. Sólo bastaría reservar una partida presupuestaria para la compra de equipos, de los fertilizantes y demás insumos que hacen rendir la producción. Además, se aplicarían programas de asesorías a los agricultores, se comprarían tierras para entregárselas a los campesinos para el cultivo de alimentos de distintos géneros. Este es un excelente inicio para enfrentar el problema.
Los gobiernos más pobres están en el deber de pedir asistencia internacional y reclamar a la comunidad mundial declarar en estado de emergencia sus respectivas áreas agropecuarias. Es la mejor manera de garantizar la permanencia de unas reservas alimentarias para las regiones en riesgo. Esto implica, además, poner en vigencia mecanismos efectivos de cara a propiciar la creación de sistemas de reguío eficientes para enfrentar las sequías.
Japón y China, y otras naciones asiáticas, se han adelantado a una posible hambruna procediendo a dar utilidad a sus tierras, más allá de lo posible. Es tanto el aprovechamiento del terreno, que están cultivando productos agropecuarios en los jardines, en los balcones y en la parte superior de los techos de las casas. Los taiwaneses, gentes laboriosas, son otro ejemplo a seguir con sus tradicionales y productivas hortalizas. ¿Por qué no imitarlos?
En República Dominicana, mucha gente tiene casas con jardines sembrados de plantas que sólo sirven de adornos, en vez de usar esos suelos para cultivar productos comestibles. Se podría alegar falta de asesoría de parte de los organismos gubernamentales, pero también voluntad y motivación por parte de los ciudadanos que pretenden que el Estado le conceda todo. Preciso es orientar a la ciudadanía en esa dirección porque es una excelente medida para enfrentar la crisis alimentaria que que se aproxima por el crecimiento acelerado de la población..