El pan de la juventud es el entusiasmo. Me
gusta que los jóvenes vivan y convivan entusiasmados. A veces siento la
sensación que, nosotros los adultos, vivimos como si el ostentación y la
riqueza fueran lo más importante en la vida de una persona, cuando lo único que
necesitamos para estar realmente radiantes y felices es tener algo por lo cual
conmovernos e ilusionarnos. ¿Qué sería del mundo sin la ilusión? No olvidemos
que la facultad de realizar un sueño es lo que hace que una vida sea
fascinante.
Hoy
en día tenemos la mayor generación de jóvenes de todos los tiempos, a la que no
se le puede cortar las alas de la ilusión.Están deseosos de innovar, de arriesgar, de crear y buscar nuevos
horizontes en un mundo viejo, crecido por la indiferencia, extenso en la
decepción y en el permanente desencanto. A veces nos recreamos ante un mundo
infeliz y creamos la confusión, confundiendo la desdicha con la dicha de la
verdad. No hay mayor júbilo en la vida, que tener algo por qué luchar y alguien
a quién amar. Los jóvenes precisan ser amados por sus progenitores y, los
ascendientes, también precisan de ellos para tomar su energía. Una sociedad que
no escucha, ni considera a su mocedad, está sentenciada a no levantar cabeza y
a morir de pena. El dolor del fracaso es el dolor más cruel. Por tanto, sepa el
mundo que no podemos cortar las alas a una juventud dispuesta a hacer camino y a
poner voz, haciendo justicia, ante la injusta vida económica y política del planeta.
Los jóvenes tienen que vivir su vida
a lomos del lenguaje de la ilusión, trabajando y formándose. Desde luego que
sí. Lo peor que le puede pasar a una civilización es que la juventud caiga en
la ociosidad o en las garras de algunos empleadores que los utilizan para
explotarlos, aprovechando que el índice mundial de desempleo juvenil sobrepasa
con creces el desempleo adulto. Ciertamente, los gobiernos tienen que hacer
mucho más por la gente joven. ¿Para qué sirve la formación si no se da
oportunidad de usar los conocimientos y habilidades adquiridas? Pongamos de
ejemplo, el caso español. Cada vez más, los jóvenes españoles tienen que
emigrar a otros países, que les ofrecen mayores oportunidades laborales. Han
sido formados en España, con el consabido desembolso para un país, y ahora se
van a desarrollar su trabajo lejos de su ambiente familiar y de amigos.
Corremos el grave riesgo de que dentro de unos años este país retroceda mucho
más ante la falta de gente cualificada, por no haber escuchado la voz de la
juventud, que pide trabajo y trabajar en su propio entorno.
Una nación que le niega a sus
jóvenes la posibilidad de trabajar camina a la bancarrota. El horizonte puede
ser negro y amenazarnos una gran tempestad, pero con la juventud todo se puede
y hasta lo más ennegrecido se aclara. "Lo más importante es no rendirse y
aprender algo nuevo cada día", dice Yanira, una joven Mexicana, en el
informe sobre la Juventud Mundial emitido recientemente por la ONU. Y es
cierto, en estos tiempos cambiantes el que resiste siempre gana. Claro; si la
resistencia conlleva unirse, hay que propiciar esa unidad. A lo mejor no hay
que enseñar tanto a los jóvenes a buscar empleo, sino a crearlo. Téngase presente
que la juventud tiene el ingenio vivo y el ánimo a flor de piel. Truncar ese
capital de entusiasmo es como desangrar el alma de un pueblo, vivir en un
infierno. Reflexionémoslo.
8 de febrero de 2012