Los actos contra la hotelería se repiten con
ciertos intervalos pero con precisión. Una mirada sobre los mismos permite
establecer que dentro de la judicatura nacional existe poco entendimiento sobre
las características de la actividad turística, es decir, nuestros jueces y
nuestros fiscales, como la Policía Nacional, no alcanzan una conciencia
turística gravitacional.
Ni siquiera saben qué lugar en el ámbito económico
ocupa dicha actividad como tampoco saben qué actitud asumir frente a dicho
fenómeno.Esta situación lleva a la comisión de barrabasadas como la que por
estos días comentamos. Pero cabe preguntar ¿Es culpa de nuestros jueces, de
nuestros fiscales o de la Policía Nacional su escasa formación en materia de
turismo?
Turismo inició una campaña de concienciación
turística que de repente desapareció, pero no basta con eso, el país requiere
que su población entienda el turismo, que lo defienda y lo haga suyo, sin ello
nunca llegaremos a ser una nación turística. Para que el turismo sea entendido
como cosa de todos, los propios hoteleros, sobre todo los extranjeros, no deben
ver al país como una nueva colonia con todo e indígenas, deben estar
convencidos de que existe una nación con autoridades suficientemente
respetuosas, emprendedoras, protectoras y legalistas. Con ello el mensaje a los
demás poderes del Estado será claro, sin embargo, a nadie preocupa la incultura
turística de los funcionarios judiciales del país, como tampoco importa la del
pueblo, en consecuencia la hostilidad reseñada tiene origen en la incompetencia
de los diseñadores de políticas públicas del sector en ponerlas en marcha de
manera integral.
La primera consecuencia de ello, es que la
inversión extrajera, no se aplatana, no se hace nacional, ni se integra al
país, como tampoco se integran el país y sus instituciones al turismo. El país
lleva años abogando por una clara política pública en materia de turismo, sin
embargo, seguimos como en el pasado, seguimos con más de lo mismo. Es decir con
una gerencia que va a aprender al ministerio pero que ejecuta políticas ambivalentes
o no hace nada y considerada a los técnicos como políticamente inconvenientes.
Si el turismo estuviese integrado a la
sociedad y la sociedad al turismo, se podría ver claramente que el derecho del
turismo es una rama del derecho que nuestros jueces, fiscales y policía deben
conocer. Es decir que debe ser manejada conforme a sus características propias.
Sin embargo, esto es soñar despierto pues a nadie parece interesar este tema,
se cree, maliciosamente que cualquiera puede estar al frente de esa cartera, que basta con que sea un buen emprendedor de
negocios inmobiliarios, que se buen publicista o que sea buen político. Cuando
la verdad monda y lironda es que el tema turismo tiene sus propios bemoles en
razón de que es una profesión que tiene características propias que han de ser
estudiadas y comprendidas conforme a la costumbre de la profesión.
Los políticos han jugado y juegan al turismo.
Ese juego cuesta mucho al país pues con cada ruido se requiere una nueva
millonada para “cambiar la imagen” surgida producto de malos manejos de
situaciones que pueden resolverse sin mayores dilaciones, solo con poseer un
personal especializado en los temas turísticos con plena conciencia de cómo resolver
los conflictos que surjan.
Hace tiempo que el país ha debido contar con
una instancia administrativa donde se diriman los conflictos con los hoteles, o
bien, se debe contar con una burocracia en el Mitur que sepa cómo abordar los inconvenientes
de los heterogéneos sectores que conforman la actividad turística y que vaya en
calidad de amigable componedor a colaborar en la solución. No es propósito de
estos comentarios narrar aquí experiencias pasadas de malos manejos, pero si es
lamentable que se repitan tan solo porque se entienda, como se ha generalizado
en el país, el criterio de que nadie es imprescindible, como si Max Weber,
hubiere escrito de más cuando se refirió a la necesidad de profesionalizar y
especializar la burocracia estatal conforme a las características de la
actividad a desempeñar. Para Juan Bosch esos criterios weberianos siempre
estuvieron claro, si bien la hoja neoliberal que le sustituyó domina, las tesis
administrativistas de Peter Drucker como nociones sobre cadena de mandos y
especialización, no han quedado desplazadas, hemos devenido en el clientelismo
político, que superpone la genuflexión ilimitada por encima de la honradez y la
preparación de no pocos. Las relaciones primarias sin genuflexión no cuentan.
La prevalencia de criterios de esa naturaleza es claro que llevan nuestro
turismo al abismo.
Ojalá que no lleguemos por esos caminos a
extremos insalvables. Claro, los malabaristas borrachos de poder piensan que
este es eterno, ojalá que no despierten con pesadillas. DLH-12-2-2012.