Ocho años de gestión de un gobierno son más
que suficientes para exhibir importantes logros. Esto es así por más enconadas
que hayan sido las críticas de la oposición política y de sectores vinculados a
la sociedad civil. No hay duda, aspectos positivos, pero hasta muy negativos se
han sucedido y su suceden a lo largo de todo ese tiempo.
Leonel Fernández, bien
curtido en el difícil arte de hacer política, en la mayoría de los casos en que
hay ataques borrascosos en contra de su administración, ha respondido con el
silencio, como si copiara de Joaquín Balaguer, método que le dio tan buenos
resultados al ya finado estadista.
Este lunes 27 de febrero, en
cuestión de horas, Fernández estará presentando lo que será su última rendición
de cuentas ante las cámaras legislativas reunidas en el salón de la Asamblea
Nacional. Será la octava ocasión en que lo hace a partir de 2004.
En esos ocho años de gestión, hay obras
realizadas que tienen su importancia y que benefician a la ciudadanía. Pero hay
capítulos o hechos acaecidos en esa administración que han merecido el rechazo
generalizado de la población.
En toda gestión de gobierno, los hechos
negativos difícilmente estén ausentes. Y en ese orden, en la gestión de
Fernández se pueden citar las sucesivas denuncias de corrupción administrativa
por parte de funcionarios, el auge de la delincuencia, de operaciones de
narcotráfico, del sicariato.
Pero dentro de todas las grandes obras que se
han erigido, y que gozan de la aceptación del pueblo sensato, ¿cuál será la que
llena el principal cometido según la percepción que pueda tener el Presidente
Fernández? También, ¿cuál considerará él como el hecho más negativo de su
gobierno de ocho años?
Este lunes 27 de febrero, día
de la Independencia Nacional, cuando el Jefe del Estado acuda ante el Congreso
Nacional, es muy posible que en ese escenario el gobernante deje en claro y
arroje algunas pistas respecto a cuál ha sido la obra de mayor impacto en su
administración. ¿El Metro? ¿La tarjeta Solidaridad? ¿Las miles de becas
universitarias para cursar carreras y maestrías en el país y en el exterior?
¿La construcción y pavimentación de puentes y carreteras? ¿Mantener la
estabilidad cambiaria y bajos niveles de inflación?
Pese a la importancia de cada una de esas
realizaciones, y a las que con tanto ardor ha defendido a lo largo de su
administración, es muy posible que el Presidente Fernández tenga mayor
predilección por la reforma a la Constitución y la puesta en vigencia de las
altas cortes, o el afianzamiento de la libertad de expresión en el país.
Estos últimos han sido logros obtenidos
durante su gestión de dos períodos consecutivos (2004-2008, y 2008-2012), dado
la enorme trascendencia que representan para la buena marcha de la sociedad
dominicana y sus instituciones.
En lo que respecta a los
puntos negativos que han tenido lugar durante el lapso comprendido en las dos
últimas administraciones de Fernández, hay que tener en cuenta el inusitado
auge experimentado por la delincuencia a todos los niveles, los escándalos
desatados como consecuencia del incremento experimentado por el narcotráfico en
sus distintas manifestaciones, pese a los esfuerzos desplegados por las
autoridades.
Tampoco se quedan rezagadas las denuncias
sobre prácticas de corrupción administrativa, el incremento del sicariato
vinculado a asuntos de drogas.
Un tema que ahora en tiempos
de campaña electoral se ha tornado más que polémico es el que tiene que ver con
las cada vez más abundantes denuncias sobre enriquecimiento ilícito de
funcionarios del gobierno, entre los que se dice hay que tienen
multimillonarios recursos y depósitos bancarios que nunca podrían obtener si no
fuera por su paso por las funciones que desempeñan o han desempeñado.