Muchos dominicanos tienen los ojos puestos en el exterior como una especie
de fuga involuntaria para escapar hacia otros territorios en busca de mejor
vida.
En el pasado reciente, la lupa estaba centrada hacia los Estados Unidos por
las facilidades que se ofrecían entonces para obtener una tarjeta de residencia
o una ciudadanía, entre otros beneficios colaterales.
De ese modo, un ejército
inmenso de cerebros nacionales se convirtió de pronto en exiliados económicos
que partió en busca del llamado “Sueño americano”, que se ha desvanecido por la
ocurrencia de fenómenos sociales y económicos espantosos.
Miles de inmigrantes se quedaron definitivamente allí como residentes
legales o ciudadanos. Otros mueren y son sepultados, a petición de los
familiares que no tienen recursos para traerlos a su país de origen. Algunos
vienen de visita o se retiran temporalmente del frío, pero retornan de nuevo.
Otros
no pueden regresar a visitar a la familia porque todavía son ilegales y algunos
no están en condiciones de reunir dinero para comprar un ticket de avión. A
pesar de eso, le cogen cariño a ese nuevo sistema de vida hasta que mueren
definitivamente en la miseria.
Ahora las cosas han cambiado. Ya los dominicanos no tienen tanto interés
por los Estados Unidos, pues los acontecimientos sociales y políticos de los
últimos años han debilitado el proceso económico de esa nación a pesar de los
esfuerzos que han hecho sus gobernantes para garantizar una vida más equilibrada
a los ciudadanos.
Como Estados Unidos no representa el atractivo de antes para sobrevivir,
nuestros compatriotas se han mudado a otras ciudades. Europa es el nuevo
destino. Por ahí andan miles de nuestros hermanos pasando calamidades,
sufriendo las consecuencias del látigo discriminatorio de xenófobos europeos
que no pierden tiempo para ultrajar a los inmigrantes, aunque irónicamente
viven de su fuerza laboral.
La situación económica mundial también está afectando a los propios
ciudadanos europeos dado el desequilibrio de sus respectivas economías pese a
que cuentan con una moneda fuerte y atractiva.
Un ejemplo es España. Allí las cosas están de capa caída al extremo que las
autoridades admiten la existencia de una grave crisis de desempleo mientras la
población protesta en las calles en demanda de respuestas inmediatas. Y no es
para menos, si la situación económica empeora en España, los inmigrantes serán
los más afectados por razones que todos conocemos. Ecuatorianos, bolivianos,
peruanos, chilenos, y otros, han decidido regresar de manera voluntaria a sus
respectivos países por temor a morir de hambre.
Y la culpa de ese enredo se lo achacaban a José Luís Zapatero, quien se
ufanaba de expresar públicamente que España tiene un desarrollo económico excelente,
aunque a diario se denunciaban irregularidades con el aumento en los precios de
los artículos de primera necesidad, lo que se traduce en un desequilibrio
social y económico para muchos ciudadanos. Esa realidad la están padeciendo
muchos de nuestros hermanos que dejaron a sus familiares para buscar otras
posibilidades de vida en otras latitudes distintas a las suyas.
Tengo varios amigos residiendo en Europa, sobre todo en España, y me cuentan
que están muy mal en el aspecto económico,con la disyuntiva de que en República Dominicana no hay oportunidades de
trabajo. Algunos llevan dos años sin conseguir empleos.
Los gobiernos europeos emplean primero a su gente y ya están hastiados de
los inmigrantes a quienes tratan con desprecios y los maltratan, salvo las
excepciones de los que viven legalmente. El nuevo método para salir de los
residentes extranjeros ilegales es endurecer las leyes de migración para
obligarlos a retornar a sus países o sencillamente a buscar otros horizontes de
supervivencia.
¡Dios acompañe a los inmigrantes!