<p style="font-weight: bold;">Luego de la
alocución pronunciada por el presidente Leonel Fernández, el Centro Bonó comparte
una serie de entregas denominada “Las sombras de la rendición de cuentas”, que busca
mostrar la visión alternativa al país del progreso y la modernidad que se
intentó presentar desde la presidencia del país.
En primer lugar,
felicitamos la existencia del mecanismo de Rendición de Cuentas como espacio
donde se reúnen los poderes Ejecutivo y Legislativo para dar fuerza a la frágil
institucionalidad de nuestro país.
El Presidente presentó el discurso de Rendición
de Cuentas más largo en estos últimos 8 años de gobierno, con una duración de
dos horas y treinta y siete minutos, en lo que se constituyó como el dibujo de
un país de fantasía, pero que desde nuestra perspectiva está alejado de la realidad.
Entendemos que se lleguen a conclusiones
falsascuando el razonamiento también se basa en
falsas premisas. Evaluar al Gran Santo Domingo –que es por demás la región más
desigual del país- desde la altura de un helicóptero le hará vislumbrar una
modernidad que sólo existe para reducidos sectores de la población. Porque el “NuevaYork chiquito” que el Presidente tiene en su
mente no toma en cuenta las condiciones de exclusión y desatención que viven los
barrios más empobrecidos de todo el país, ni las inmensas carencias de
servicios a las que se ven sometidos sus habitantes fruto de la degradación de
las políticas sociales y el descuido de las autoridades.
Cualquier persona sensata –y que viva en la
República Dominicana- no puede aludir a conceptos como progreso y modernidad
tomando en cuenta los niveles de ventas en las mayores cadenas de tiendas y
supermercados del país, lugares a los que los más empobrecidos no tienen acceso.
¿Somos más modernos por tener electrodomésticos en casa? ¿Somos más prósperos con
solo construir elevados y edificios? Son preguntas que el Presidente debe
responder al país.
No es lo mismo producir riqueza que utilizarla
para reducir la desigualdad, esa que nos obliga a ser testigos de cómo la
mayoría de los/as dominicanos/as van en carretas mientras un pequeño grupo anda
en Mercedes, como bien dijo el Presidente. Un Estado que se preocupa de verdad
por aplicar políticas públicas universales cumpliría con la Ley de Educación y procuraría
producir empleos dignos para todos y todas. Un Estado Social de Derecho no
convierte a su población en clientes fijos a través de programas perpetuadores
de la pobreza como la Tarjeta Solidaridad. Un Estado preocupado por la
vida digna de sus habitantes no les vende “la ilusión dominicana” basada en el
consumo como fantasía a alcanzar.
Por otro lado, el discurso de Rendición de
Cuentas, en lugar de ser un acto dirigido a toda la República Dominicana como
espacio de contraloría y transparencia, se convirtió en un mitin de cabezas agachadas
y aplausos complacientes.
Finalmente, el Presidente insistió durante su
alocución en presentarse como paladín de las soluciones del país, con un discurso
mesiánico, de padre protector y benevolente que mira desde las alturas y sana
al enfermo, utilizando de forma lastimera y humillante a personas humildes como
argumento y testimonio de una “exitosa” gestión gubernamental, lesionando una
vez más la frágil institucionalidad de una nación cansada de la desatención de las necesidades estructurales más urgentes.