El periodo constitucional 2000-2004 puede ser
catalogado, de acuerdo a los catálogos que sobre ese particular presentan
algunos amigos, como el del establecimiento de una dictadura constitucional,
pues la justicia, el Congreso, el Poder Municipal y el Poder ejecutivo
estuvieron en manos de un solo partido. Ahora el tema es diferente o bien es
igual, el caso es que a fuerza de votos y sin que nadie alegara dictadura
constitucional, se varió la situación y no pasó nada.
No perimió la democracia,
por el contrario, se fortaleció entonces no es entendible el argumento de que
algo que funcionó en el pasado reciente ahora no pueda funcionar. Hay ahí un
argumento de fondo político comprensible en el marco de la campaña electoral
que vive la nación pero nada más.
El peligro ahora es retornar a lo que tuvimos
en el Poder Ejecutivo en el referido periodo constitucional, pues el país
retrocedió mucho y el trauma social se incrementó, al tiempo que la
institucionalidad democrática cayó a niveles de degradación insostenible. El
peligro consiste en mantener un sistema frisado en un bipartidismo anacrónico
pues el PRD no ha probado al país que haya superado las deficiencias que puso
en evidencia en el periodo 2000-2004.
El nuestro es un país conservador
precisamente porque son los conservadores quienes más tiempo han estado en el
poder, de manera que nos merecemos varios periodos liberales continuos para
colocar la balanza en equilibrio. Es falso el argumento que pretende convencer
a la población de que los gobiernos de un mismo partido son iguales. Es una
falacia, por ejemplo, decir que el gobierno de Guzmán fue idéntico al de
Salvador Jorge Blanco, o, a la inversa, que el de Jorge Blanco fue idéntico al
de Guzmán. O que un gobierno de Jacobo sería idéntico al de Guzmán o al de
Salvador. Decir que Peña Gómez, de haber sido Presidente, hubiese gobernado
como Guzmán o Salvador Jorge Blanco es absurdo.
Aquí se juega a mantener al pueblo en la
ignorancia para engañarlo o bien para meterle cuco, el malen que podría caer la nación es ahora repetir
el trauma de 2000-2004, porque siendo la misma persona que ya probó que lo hizo
mal, nadie puede convencerme de que ahora lo hará mejor. El peligro es retornar
a un pasado funesto. Así, dictadura constitucional es mantener a todo un pueblo
frustrado con opciones invalidas que son las que ocasionan el descredito del
sistema democrático. De José Ingenieros acá, se ha tildado a la democracia de
mediocracia precisamente por su carácter pétreo. Es decir cuando no es capaz de
superar sus errores con opciones novedosas o cuando se descalifica lo novel
para favorecer lo putrefacto.
Lo que pasa es que se pretende encubrir, por
ejemplo, que ya la campaña electoral ha probado que el nido donde se esconde la
corrupción es el PPH. No existe otro litoral de partido atrapa todo donde se
concentre mayor cantidad de gente sindicada como corrupta por el rumor público.
Allí están buscando refugio todos aquellos que el rumor público sindica como
tales.
Los acuerdos de impunidad que ha firmado el
candidato del PPH para granjearse el apoyo de esa gente implica por necesidad
un pacto de impunidad, lo cual anticipa que en el supuesto de que Dios no lo
quiera esa opción política asuma el poder, la corrupción campeará por doquier
como ya aconteció en la gestión del gobierno de los compadres del PPH.
Dictadura constitucional es no actuar con
apego irrestricto a los postulados de la Constitución. Hace rato que el valor
constitucional del “nunca jamás” debió ser preservado. Si no lo fue, se debe
garantizar al pueblo la posibilidad de no repetir lo viejo y asumir lo nuevo
comoapego a la Constitución, como
madurez democrática. Poner el talento intelectual al servicio de opciones desfasadas
es dañar la democracia.