Los
tiranos, sus miedos y su apego por las madrigueras. Así titula el periodista
Eugenio Yáñez un artículo en el cual reseña aspectos íntimos de los gobernantes
que han dirigido a los pueblos con manos duras, con una democracia a su manera.
Mientras más pobre es el país que gobiernan, más se inclinan a adquirir
vehículos de lujos, mansiones descomunales y otros gustos exagerados.
En
realidad, la vida de los dictadores está sellada por escenas contradictorias.
Tienen mucho poder y dinero, pero también sienten miedo a dejar el poder y
vivir de nuevo en el ostracismo, la clandestinidad y la pobreza. Viven siempre
en ambiente de abundancia extrema, en francachela exquisita, rodeados de
hermosas y curvilíneas hembras, pero muchas veces adornados de miserias
espirituales
Los
tiranos suelen ser acosados por las enfermedades terminales y abandonados por
los amigos, la familia, cuando caen en desgracia, terminando la mayoría de las
veces asesinados por gente de confianza. Y a veces surgen situaciones jocosas.
Por ejemplo, se afirma que Rafael Leónidas Trujillo le temía como el diablo a
la cruz a los ciempiés y Napoleón Bonaparte a las cucarachas. Podría tratarse
de una exageración, pero quién sabe si es cierto.
El
artículo de Eugenio Yáñez, quien reside en Miami, y me imagino ya cuál
tendencia ideológica persiste en su persona, hace una descripción generalizada
de estos verdugos y lo pongo a la consideración de mis lectores para que
disfruten de las cosas ocultas de estos personajes que nunca desaparecerán de
las páginas de la historia.
Los
dictadores llaman a resistir hasta la muerte y vencer, pero son capturados
escondidos bajo tierra cuando les llega la hora de desaparecer del escenario
público. Otros huyen o se asilan en busca de protección.
Veamos
lo que dice Yáñez:
“Muamar
el Gadafi tenía un “libro verde” que estaría vigente durante un millón de años,
y Sadam Hussein anunciaba que libraría “la madre de todas las batallas”. Mobutu
Sese Seko, Mengistu Haile Mariam, Zine el Abidine Ben Alí, Hosni Mubarak,
Fulgencio Batista, Pol Pot, Jean Claude “Baby Doc” Duvalier, y “Tachito”
Somoza, huyeron como conejos asustados cuando la candela estuvo cerca. ¿En qué
lugar y quién de ellos combatió hasta la última bala y el último aliento, como
prometían? Ninguno, nunca.
“Algunos
tiranos (el concepto tirano se aplica dependiendo de la posición política de
sus detractores, MV) murieron relativamente tranquilos en sus lechos, como José
Stalin, Jorge Dimitrov, Walter Ulbricht, Francisco Franco, Mao Tse Tung, Ho Chi
Minh, Alfredo Stroessner, Augusto Pinochet, Leonid Brezhnev, Yuri Andropov,
Nicolai Chernenko, Juan Domingo Perón, Kim Il Sung, Marcos Pérez Jiménez, o
François Duvalier, cualquiera de los cuales provocó demasiados cadáveres para
pasarlos por alto.
“Otros
se fueron de este mundo mediante sonadas soluciones justicieras, como “Tacho” y
“Tachito” Somoza, Benito Mussolini, y Rafael Leónidas Trujillo, o vía
sofisticadas acciones de “modificación de la salud”, como Yasser Arafat.
Sin
embargo, ninguno murió combatiendo ni mucho menos, a pesar de que asesinaron a
múltiples compatriotas, o los enviaron a carnicerías allende sus fronteras. Esa
“guapería” barata no alcanzaba para tanto.
Ofreceremos
más detalles en la segunda y última entrega la próxima semana.