En los últimos días hemos sido testigos del ánimo insaciable de un
reducido grupo de dirigentes políticos que han tenido la determinación
de constituirse en un proyecto de poder hegemónico valiéndose del
Estado. El poder por el poder mismo degenera en prácticas autoritarias
que justifican cualquier cosa para obtenerlo. Cuando se entra en esta
lógica la lucha política olvida la ley y se construye desde la trampa.
Así, los recursos que deberían ser destinados a soluciones a los
incontables y enormes problemas de los dominicanos, son desviados con el
fin de constituir patrimonios al servicio de esa búsqueda desenfrenada. <br>
¿Poder para qué? El Partido de la Liberación Dominicana se ha agenciado
el control de todos los estamentos institucionales en nuestro país, sin
un sentido crítico, sin objetivos. Los discursos erráticos del
presidente así lo manifiestan. Nos venden ilusiones por las que no
votamos. Nos presentan logros que no son tales. Y al final vemos un
panorama: han estado al frente de todos los espacios de poder y los han
utilizado para un único objetiv acrecentar el propio poder. <br>
Podemos afirmar que el 20 de mayo tenemos dos opciones: seguir
acrecentando ese poder desde el cual el oficialismo no ha hecho otra
cosa que servirse y abusar. O, por el contrario, dar la oportunidad a un
candidato que ha aprendido de sus propios errores y que, cuando estuvo
en el poder, dio muestras de ser un hombre bien intencionado y firme,
pero que hoy tiene una agenda distinta, diferenciada y de compromiso. <br>
La opción que presenta el Partido Revolucionario Dominicano es la
combinación del pasado que trajo las principales reformas democráticas
al país y la innovación anclada en lo mejor de ese pasado. Se trata de
dos profesionales que creen en los valores que fundamentan la
convivencia, en la familia, en el derecho de los dominicanos a una vida
mejor. Es ese el compromiso que asumió la boleta del PRD al integrar sus
candidatos en una unión que conecta con los jóvenes y con las mujeres
desde la comprensión de sus necesidades más hondas. Hipólito Mejía y
Luís Abinader conocen el éxito a partir del trabajo sacrificado. Saben
qué hay que hacer para que el crecimiento vea frutos en desarrollo.
Saben que para distribuir mejor hay que producir, saben que para crecer
mejor hay que exportar. Saben que hace falta mucho para que nuestro país
pueda decir que marcha hacia adelante y quieren hacerlo. <br>
Nosotros, desde la firme convicción de que hay que recobrar las sonrisas
de los dominicanos, estaremos dispuestos a servir en todo momento para
que eso sea posible. Desde la calle, en las instituciones, en los
clubes. Donde quiera estaremos llevando el mensaje de cambio. Porque
creemos que todavía es posible mejorar. Porque no creemos en el Estado
como un instrumento para hacer daño. Conocemos bien el rol regulador del
Estado. No creemos en un Estado que participa de las ganancias de los
sectores que regula. No creemos en el Estado que quiere desplazar al
sector privado. Creemos en un Estado dinámico, activo, atento, pero
siempre limitado a su rol de propiciador de mejores condiciones. <br>
En nuestro país el voto tiene un significado mayor. Mucho sacrificio ha
costado obtener el derecho y conservarlo a través del tiempo. Cuando nos
paramos ante la urna, los ciudadanos no estamos echando un papel
marcado en una caja. Estamos frente una decisión que históricamente nos
negaron. Una decisión que costó mucha sangre y mucho dolor a los
nuestros. Por eso, es muy importante tener en cuenta el valor del voto a
la hora de decidir. Este artículo busca ser un llamado a la reflexión y
a la cordura a la hora de ejercer el voto. El país requiere de votantes
que piensen su voto en perspectiva y no por el furor de los colores y
el ruido. Condenemos la glotonería política, votemos por Hipólito Mejía y
Luís Abinader. Se trata del futuro de nuestro país.