Cada día que transcurre, las distintas
culturas en el mundo abogan porque haya paz, algo tan indispensable y que se
muestra tan distante en aquellos países donde la sana convivencia entre la
gente se hace tan cuesta arriba como cuando le falta el agua a un organismo
sediento.
Desde su poltrona en El
Vaticano, el Papa aboga por la paz en el mundo, lo mismo que los dignatarios de
prácticamente todos los países del orbe, a lo que se agregan las sociedades e
instituciones. Pero, cuán difícil es lograrla.
En cada rincón del mundo se
aboga por esa palabra que en tantas ocasiones ha sido tan difícil de lograr y alcanzar.
Ahora mismo, en países como Siria, Afganistán, Irán, Corea del Norte, Libia,
Sudán, Somalia, Birmania, Israel, Honduras, México, entre tantos otros se hace
indispensable lograr la pacificación por distintos motivos, pero en especial
políticos y religiosos. Entre esas naciones las hay que son catalogadas como
amenaza para la paz mundial.
Kofi Annan, ex secretario general de la ONU y
que llevó un plan de paz a la convulsionada Siria, no ha visto fructificar sus
intentos. Las muertes de inocentes allí siguen a la orden del día.
Los intereses fundamentales
de cada régimen, de cada país están latentes al momento de buscar conciliar.
Economía, política, religión socavan los deseos de paz en muchos lugares.
En las distintas latitudes del planeta hay
hogares desechos, millones de personas que mueren de hambre, se producen separaciones
de parejas que con el tiempo se tornan irreconciliables, lo mismo que entre
parientes, vecinos, amigos. Ni qué decir de conflictos o guerras y las
dificultades que provocan las diferencias políticas.
Por más esfuerzos que se hayan llevado a cabo
en procura de lograr la paz, cada vez surgen inconvenientes que la colocan a
una distancia abismal para lograr los objetivos deseados.
La tan deseada paz, la
armonía entre los seres humanos, en todas las latitudes, se pregona en el orbe
cada minuto que transcurre. Pero qué difícil es poder lograrla.
En las ceremonias religiosas
de todas las iglesias a nivel mundial, sin importar las diferencias de sus
cultos, la palabra paz está presente como condición sine qua non. También se
persigue la paz cuando hay diferencias entre parejas, entre hermanos o
hermanas, padres o madres, incluso entre vecinos y amigos.
Algo que se ha convertido en una tradición de la
Iglesia católica en las misas es el abrazo de la paz, previo a la entrega de la
comunión. Por ese motivo, millones de personas cada día se desean “la paz sea
contigo”.
Las distintas instituciones de
un país buscan armonizar en sus vínculos, lo mismo que las propias autoridades.
Los políticos, tan proclives a hablar de unidad entre los distintos sectores, no
desprecian oportunidad para hablar de paz. Pero en tiempos de campaña hay otro
canto de sirena.
En estos días de trajinar politiquero en
República Dominicana, el irrespeto entre la dirigencia política pasa a ser parte
del diario vivir, una especie de manjar predilecto para la vocinglería en los
medios. Pese a que en días recientes los principales candidatos presidenciales
suscribieron el llamado pacto por la civilidad, en procura de armonizar y
exhibir un buen comportamiento durante la presente campaña electoral, se puede
decir que en cuestión de horas los mismos que se sentaron a la mesa a firmar
ese documento, con el auspicio de la Iglesia católica, aparecían en actos
públicos tirándose las cajas y los cajones.
Pero mientras Danilo Medina e Hipólito Mejía
declararon una tregua con motivo de la Semana Mayor, ambos se trasladaron a
Miami y Nueva York, el primero, y a Nueva York empleando uno y otro epítetos
zahirientes que dejan en entredicho el Pacto de Civilidad que firmaron días
antes.
Y para cerrar con broche de oro, se produjo el
primer muerto de la campaña en un tiroteo escenificado durante un bandereo en
Moca.
En países con conflictos
internos, la paz es tan codiciada como el agua para el cuerpo humano.