humanidad en sus 522 mil 760 kilómetros cuadrados de superficie, desde
el istmo de Tehuantepec, México, hasta el de Panamá.
Entre estos destaca el Parque Nacional de Tikal, en el departamento
guatemalteco del Petén, que abarca 576 kilómetros cuadrados engalanados
por uno de los centros arqueológicos más impactante de este hemisferio.
Más de tres mil construcciones mayas de diversas magnitudes, entre las
cuales destaca el Templo IV, con una altura de 70 metros, recuerdan el
pasado de gloria de esta civilización.
Alrededor de 50 mil personas, distribuidas en cuatro calzadas bien
delineadas y rodeadas de una gran selva tropical, habitaron este sitio y
disfrutaron de su entorno, en el cual confluyen todavía más de dos mil
especies de plantas diferentes, 300 tipos de aves y animales domésticos.
Todo ello le valió para ser declarado Patrimonio Mundial por la
Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco), en 1979, similar a lo ocurrido un año después con los
vestigios arquitectónicos mayas de Copán, departamento situado al oeste
de Honduras.
Pirámides, templos, terrazas y la explanada de ceremonias, sugieren el
esplendor de esta urbe antes de la desaparición de sus creadores, entre
el año 900 y el 1520 de nuestra era.
Arqueólogos de distintas latitudes conocieron de este reservorio
patrimonial situado junto a la frontera con Guatemala en 1841, valorada
sobre todo por la magnificencia de la Escalera de los Jeroglíficos.
La armazón pétrea, de 10 metros de ancho y 62 peldaños, conserva entre
mil 500 y dos mil símbolos de la escritura maya antigua y es considerada
por los especialistas como el mayor texto labrado de América.
El Salvador, el "pulgarcito" del continente por su escasa extensión
territorial, concentra gran número de vestigios de la antigüedad en el
área y clasifica en primer lugar dentro del denominado "mundo maya" por
su abundante acervo, en gran medida inexplorado.
Joya de Cerén, la Pompeya de América, prevalece por ser el único lugar
con evidencias de vida cotidiana de los mesoamericanos de hace de mil
600 años, conservadas de manera excelente.
La Unesco denominó a esta Patrimonio de la Humanidad, en 1993, en tanto
otros bienes de este tipo esperan en suelo salvadoreño mayor atención de
autoridades locales y entes mundiales, como el Tazumal, Casa Blanca, El
Trapiche y la Laguna de Cuscachapa.
Las fortificaciones de Portobelo -San Lorenzo, en la costa caribeña de
Panamá, corrieron mejor suerte tras ser distinguidas por la Unesco por
simbolizar la arquitectura militar de los siglos XVII-XVIII.
Centroamérica guarda otros ejemplos de la grandeza legada por sus
pobladores iniciales, entre los cuales el ente reconoció también al
Parque Arqueológico de Quirigua y la ciudad de Antigua (Guatemala); la
de León, en Puerto Momotombo, municipio de la Paz Centro, del
departamento homónimo, en Nicaragua; y el Panamá
Viejo.
* Periodista de la Redacción de Centroamérica y el Caribe
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