La indiferencia de los dominicanos ante el crimen y los atropellos, los hace complice de la actual ola de violencia. Se voltea la cara ante la sangre, y solo comienzan las preocupaciones cuando toca en el círculo familiar o vital.
Por siglos, la indiferencia social ha sido uno de los principales pecados colectivos. Se oculta el rostro ante todo lo que pasa a nuestro alrededor, y cuando la sangre nos salpica, entonces nos alarmamos.
Así hay miles de dominicanos que no le hacen caso a la violencia, y la ven como un espectáculo en los noticiarios de la televisión.
O simplemente le sirve para rellenar el morbo, cuando leen los periódicos y ven que va creciendo el número de mujeres muertas por sus compañeros sentimentales.
Pero el crimen va tomando derroteros, donde se hace necesaria una labor de profilaxis. Hay hijos que están matando a sus padres, porque les llaman la atención por sus inconducta, y hasta recién la sociedad ha llorado el caso de un niño de 4 años asesinado en el sector Invivienda.
Todas las alegrías y dolores colectivos se van conformando en base a un accionar social. La violencia que sacude a la sociedad dominicana, tiene su raíz en el mismo conglomerado social.
La falta de educación hogareña, la ausencia de sensibilidad social, la sinverguencería colectiva, es parte de esta trama que nos ahoga.
No importa que en primera instancia puedan ser hechos personales o individuales, que de acuerdo con los fiscales sean difíciles de prevenir, la descomposición social tiene cura completa, y no en base a parches.
Todos los males de la sociedad, no importan sus ramificaciones, arrancan por las desavenencias económicas. La falta de seguridad económica, es la madre de casi todos los crimenes y violaciones a los derechos humanos.
La desintegración del hogar tiene raíces y consecuencias en esta crisis social, que parte desde el desconcierto económico. Culpa principal es la mala distribución de las riquezas.
Está bien que siempre haya ricos y pobres, pero lo que está mal es que unos pocos atesoren todas las riquezas, y la gran mayoría carezca de recursos hasta para la comidad diaria.
Desde el más humilde, hasta el gran empresario, deben comprender que para que baje la violencia, todos deben luchar por reivindicar los principios de moral y cívica que deben estar presentes entodo conglomerado civilizado.
Para prevenir la violencia hay que tener hogares estables, niños que vayan a la escuela, oportunidades de trabajo y fé en el futuro. Todas esas conquistas básicas de una sociedad civilizada la han perdido los dominicanos. Ahora nos toca reinventarla para seguir adelante.