<p style="font-weight: bold;">VENTANA: En estos tiempos de campaña política, que tanto dinero se dilapida, se
debe prestar atención al reclamo de estos ancianos
“Yas mis fuerzas no me dan”.
Es el lamento unánime, lastimero por demás y que se ha generalizado, de los
miles de ancianos, entre los cuales hay decenas cuya edad pasa de los 90 años,
que dejaron gran parte de sus vidas en los cañaverales.
Muchos venidos de aquel lado de la frontera, pero
otros tantos tan dominicanos como el que más. Sus reclamos han llegado hasta
las mismas puertas del Palacio Nacional.
Hoy día, cuando ya el otrora esplendor del Consejo
Estatal del Azúcar (CEA) y gran parte de los ingenios azucareros son un
referente histórico, y después que se dilapidaron multimillonarios recursos en
política, en francachela y corruptela, a esos infelices solo les espera un
triste final: la muerte.
“Esperando la muerte”. Nada más acertado a la
realidad el reportaje que bajo ese aleccionador título preparó el periodista y
productor de televisión Tony Pichardo, y que se difundió el sábado 5 de mayo como
especial en el programa Zona 5, por Telemicro.
Una condición deplorable para resolver la
lamentable situación en que viven esos ex servidores del CEA la describe el
ministro de Trabajo, Francisco Domínguez Brito, quien entrevistado para ese
especial de televisión expresó que “las empresas para las que ellos trabajaron
no reportaron al IDSS”.
Y Sandra del Río, ejecutiva
del Instituto Dominicano del Seguro Social (IDSS), afirma que “el CEA no
reportaba”.
En la conciencia de políticos, funcionarios de
alta, mediana y menor jerarquía de los que se desempeñaron en los distintos
ingenios azucareros recae todo el peso de los abusos cometidos contra gente que
en el epílogo de su existencia son merecedores de una vida digna, dada por una
pensión digna.
Ancianos, muchos de ellos con
piernas y brazos amputados a causa de la dura faena en el campo, con tumores en
la cabeza, piel raquítica, con la boca vacía de piezas, y el hambre reflejada
en los párpados, porque la mayoría de las veces los fogones de sus humildes
bohíos se las pasan apagados.
Es un solo lamento la queja colectiva de miles
de estos ex servidores del CEA que los encontramos en las zonas más deprimidas
de los bateyes de Boca Chica, en predios de los otrora fueran los ingenios Santa
Fe, Consuelo, Quisqueya, Río Haina, con sus bateyes como Guanuma, Juan Sánchez,
Hato San Pedro, Cojobal, Santa Rosa, Piraco, Tarana entre otros tantos en los
que la caña de azúcar dejó un sabor tan amargo, pese a que es tan grato al
paladar.
Todo trabajador que cotiza en
una empresa tiene derecho a una pensión digna. Y la inmensa mayoría de ellos,
por no decir todos, cotizaban al IDSS. Es más, se les daba asistencia
hospitalaria ambulante y de internamiento cuando el caso lo ameritaba. Pero
ahora, en el crepúsculo de la existencia de esos infelices trabajadores, donde
quiera que acuden les dicen que si no tienen actas de nacimiento no los pueden
pensionar.
Pero cuando fueron
contratados para el duro oficio de picar caña, labores de cultivo, o ‘liriando’
con yuntas de bueyes en los cañaverales, a ninguno de ellos se les exigía acta
de nacimiento. El engaño viene desde los orígenes, en los tiempos en que los
dictadores Trujillo y Duvalier se repartían todo lo que había en la isla,
encabezando dictaduras de sangre y fuego.
Pero hoy, cuando se habla de
democracia, de respecto a los derechoshumanos, de que la seguridad social tiene cavida para todos los mortales
de estas tierras, esos infelices ancianos, muchos de ellos viviendo en
condición extra, debido a lo frágil de su estado de salud, no pueden acceder a
tener una pensión para que al menos puedan conseguir una migaja para subsistir.
Si hay voluntad política para solucionar este
asunto, y que al menos llevaría alivio a tanta gente que en sus años útiles
solo conocieron el abuso autoritario, y lo siguen recibiendo en el ocaso de su
existencia, con un decreto se puede hacer la diferencia. Pero falta es coraje.