24 de mayo de 2012. Las democracias burguesas se sostienen en lo fundamental por la coacción
psicológica sobre las masas populares y por la ilusión de libertades y del
funcionamiento de las instituciones. <br>
Esa ilusión se renueva en cada proceso
electoral, donde éstas generalmente
asisten como vacas mansas en la interminable fila del matadero.
Cuando se quiebra el tenue equilibrio y las
instituciones y las leyes pierden su valor simbólico de autoridad y fe pública,
se va despejando la ilusión por la que tienen idiotizado a las mayorías y eso
es un peligro para estas falsas democracias
Soy de los que pienso que una parte fundamental de
lo que sucede en el país corresponde a las malas actuaciones del liderazgo político,
económico, militar y social del país, lo que se convierte en mal ejemplo para
el resto de la sociedad. La inversión de valores y la impunidad que sucede
arriba, se reproduce y se convierte en referente para toda la sociedad.
El peligro de imponerse por la fuerza, la coerción,
el soborno, la violencia, el secuestro
de instituciones, la compra de conciencia, es que les quita la venda a las
personas.
En primer lugar, la imposición por la fuerza
desmonta la ilusión sobre el poder de las instituciones y el imperio de la Ley.
Hace tiempo que las leyes y las instituciones en el país venían quebrándose moralmente,
sin embargo, la imposición sobre ellas por la fuerza, las debilita mucho más,
lo que resquebraja la débil institucionalidad y acelera los procesos ya iniciados
de deterioro institucional del país.
En segundo lugar, imponerse por la fuerza, desde
arriba, manda una señal a toda la sociedad. La ya quebrada moral de los
dominicanos sufre otro golpe. “El na’ e na’” sale fortalecido. Los muchachos de
los barrios que ven cómo se impone la fuerza, entenderán que el Poder y la
fuerza siempre se impondrán y por tanto seguirá fortaleciendo la selva de
cemento en que se ha ido convirtiendo la Republica Dominicana.
Finalmente, el peligro de imponerse implica también
para una parte de la sociedad la perdida de fe en sus instituciones y en el
futuro del país. El sentimiento de aplastamiento estará gravitando por muchos
años sobre mucha gente. La frustración puede convertirse en desaliento, cierre
de empresas, en migración, en ahogamiento, y en una parte, en acciones
desesperadas.
Creo que el mayor peligro de imponerse, además de
que nos afectará a todos por igual, es precisamente que es muy difícil de
olvidar.