Más
crisis local, más crisis mundial, con un gobierno con tufo a fraude y
facciones de la partidocracia dominante corroídas por sus
contradicciones internas y afectadas por su desprestigio general, es
para proponerse una construcción alternativa y un posicionamiento
político diferentes, que contribuyan a crear las condiciones para
conquistar desde la movilización social una Constituyente popular y un
nuevo sistema electoral, superando esta institucionalidad decadente
gerenciada por una “clase política” corrompida y al servicio de la
globalización neoliberal.
Todos, los cuatro partidos llamados
“alternativos”, obtuvieron menos del 2% de los votos válidos en el
contexto de unas votaciones polarizadas y altamente viciadas por la
intervención degradante de las dos grandes corporaciones de la
partidocracia criolla (o grandes CxA de la política) que se consideran
dueñas del sistema político del país: los partidos de la Liberación
Dominicana (PLD) y Revolucionario Dominicano (PRD), que succionaron casi
el 98% del total de votos depositados, con una abstención registrada y
admitida del 31%.
El PLD, con un 51% del total, se impuso al PRD que le computaron un
47%; todo esto en el marco de en unos de los procesos más sucios de las
últimas décadas, en el que la maquinaria peledeísta exhibió mas
capacidad de adulteración de los resultados que su principal
contrincante dotado de mañas parecidas.
<span style="font-weight: bold;">Correlación entre los cuatro </span>
Entre esas cuatro pequeñas
agrupaciones (AP.-Alianza País-Guillermo Moreno, CxD.-Dominicanos por el
Cambio-Eduardo Estrella, FA.-Frente Amplio-Julián Serrulle y
APD.-Alianza por la Democracia-Máx. Puig), el partido Alianza País (AP)
logró casi las tres cuartas partes de ese pequeño espacio no erosionado
por la polarización (62 mil Votos, 1.37% del total). El resto se
distribuyó en 0.11% APD, 0.14 % FA y 0.21% DxC.
Nada de extraño tiene ese resultado en el mundo de los partidos muy
pequeños, dado que Guillermo Moreno siempre estuvo mejor posicionado.
Previamente había un pequeño nicho en sectores de las capas medias y
sustentó una propuesta y un discurso, que auque sumamente moderado y
sistémico, resultó ser coherente con su trayectoria; poniendo especial
énfasis en la anticorrupción, en los derechos ciudadanos, en el
cumplimiento de las normas institucionales, en la independencia respecto
a las dos facciones de la partidocracia y en reformas políticas,
económicas y sociales, que sin impugnar el modelo neoliberal, tenderían a
moderar algunos de sus aristas mas negativas.
Por demás, Guillermo fue percibido por algunos sectores como de
izquierda y votado ingenuamente por ellos como tal, a pesar de su
inconsecuente empeño en definirse como “centro progresista”,
preservándose de tintes izquierdistas y subordinando los componentes de
esa procedencia.
<span style="font-weight: bold;">Causas de la reducción del espacio común</span>
El predominio de
proyectos muy personales, la división entre los cuatro (a pesar de no
exhibir diferencias significativas de carácter programáticos y a pesar
de los reclamos que le hacia una franja de la sociedad proclive a
inclinarse por una opción unificada e independiente de la partidocracia
tradicional), redujo aun mas el espacio intermedio entre PLD y PRD,
comprimido por una polarización histórica y sistémica favorecida por la
cultura política dominante, por las ventajas estructurales, la enorme
inequidad en el acceso a los recursos y medios de campaña, las rentables
articulaciones con los poderes temporales y permanentes, y el apoyo de
la clase dominante metida de lleno en el negocio político.
Dos de ellos, APD y DxC, sencillamente no tenían nada de alternativos ni podían ser percibidos como tales.
APD cargó con el pesado fardo de la colaboración y participación con
los gobiernos corruptos y neoliberales del PLD-Leonel durante 11 años de
gestión, sin mediar una ruptura reivindicadora.
DxC venía de un desgarramiento interno en el Partido Reformista
Social Cristiano de Balaguer (extrema derecha) a consecuencia de un
pleito de candidaturas, y pese a los esfuerzos de su candidato por lucir
un tono sobrio, moderado y reformador, mantuvo -junto a un
conservadurismo esencial- la reivindicación de su nefasto caudillo
históric Joaquín Balaguer.
A la sociedad dominicana y particularmente a la franja con ideas de
avanzadas, enfrentada al partidismo tradicional, le resultaba difícil
asumir como auténticamente alternativas esas organizaciones y sus
propuestas.
Mientras la candidatura presidencial del Frente Amplio resultó desde
su inicio la crónica de un fracaso esperad un verdadero fiasco por su
alto grado de desestructuración mental y su incapacidad para generar
simpatía.
Además esa agrupación, que fue fundamentalmente producto del cambio
del nombre del MIUCA (sustentando por el Partido Comunista del
Trabajo-PCT y algunos aliados sumamente débiles), arrastraba los justos
cuestionamientos por su reciente alianza con el PRD en las elecciones de
medio tiempo; y, además, nunca logró explicar con razones entendibles
(que no fueran resentimientos ocultos) el hecho de que después de haber
sustentado en los pasados comicios presidenciales la candidatura de
Guillermo Moreno, rehusó hacerlo en esta nueva ocasión, dando un absurdo
salto al vacío.
Los candidatos de AP y FA no intentaron ser alternativos
En
realidad, por diferentes razones -siendo común a ambos el
conservadurismo y el personalismo en la política- los candidatos
presidenciales de AP y FA, aun contando con el apoyo de ciertos sectores
con tradición de izquierda y con cierta aceptación potencial en la
franja más avanzada de la sociedad, no se decidieron por ser
alternativos, rehusaron ser impugnadores del modelo neoliberal, de la
dependencia y de la institucionalidad basada en al Constitución del 2010
y en el orden jurídico-político-vigente.
Ambos fueron copados por concepciones “posibilitistas”, por el
pragmatismo y la llamada “viabilidad” de las opciones políticas, que de
hecho acepta el orden legal establecido y apenas se propone algunas
reivindicaciones, ligeras reformas y modificaciones que no chocan con
los pilares de sustentación del sistema ni con los intereses del bloque
dominante. Que no implican cambios estructurales ni desmonte del modelo
neoliberal, confundiéndose -o no diferenciándose debidamente- de los
discursos demagógicos de las opciones tradicionales más inteligentes.
Nada de procurar hacer posible lo aparentemente imposible, nada de esgrimir la necesidad de una nueva institucionalidad.
Alianza País sobredimensionó el legalismo, el camino a través de las
pervertidas instituciones establecidas y el respeto a la Constitución
reaccionaria y a las leyes que las sustentan.
Clase dominante, patriarcado, homofobia, adulto-centrismo, racismo
anti-haitiano, saqueo e intervención estructural y cotidiana del
imperialismo, ecocidio… no fueron blancos de ataque permanentes ni
razones para formular propuestas contundentes, superadoras de esas
terribles realidades; temas bastante ausentes -o débil y ocasionalmente
incluidos- en sus discursos.
El Frente Amplio agregó a eso más pobreza de pensamiento una
candidatura impregnada del conservadurismo histórico del PLD hacia la
clase dominante con un discurso seudo político de pésima calidad.
Max Puig fue el que más conceptualizó sobre una parte de estos temas,
no precisamente los de corte anticapitalista o antiimperialista, pero
sin lograr credibilidad alguna después de su larga alianza con el
pele-leonelismo.
<span style="font-weight: bold;">Una actuación propia de la “clase politica”</span>
Los cuatro no
se alejaron de la forma de actuar de la llamada “clase política”,
colocada siempre por encima de la sociedad, del pueblo y de los
movimientos sociales en lucha; reproduciendo “la cultura” propia del
partidismo tradicional; al punto de estructurarse de la misma manera,
reciclando formas centralizadas y semi-caudillistas de gestión y
proyección.
Incluso hasta agrupaciones con presencia de ciertos grupos
experimentados en luchas sociales (pero impregnado de reformismo),
cayeron en el electoralismo simplista, asumiendo o apoyando en ocasiones
ciertas luchas reivindicativas como cuestión subalterna a una la lógica
fundamentalmente electoral.
El liderazgo “alternativo” fue concebido principalmente presentándose
separados en la competencia electoral de las dos grandes opciones
partidocráticas, pero al margen de contenidos y prácticas realmente
diferenciadoras; sin entender que ser candidato presidencial con ese
perfil no es necesariamente sinónimo de liderazgo popular alternativo,
algo que solo se forja en los grandes combates políticos-sociales, en
las grandes rebeldías políticas o promoviendo iniciativas, acciones y
posiciones que tienda a resquebrajar el orden decadente.
El antidemocrático y excluyente sistema electoral establecido en este
país reduce la competencia al partidismo registrado o legalmente
reconocido por sus autoridades, imponiendo por ley enormes restricciones
y contaminando los procesos con manipulaciones y favoritismos
detestables, que merecen ser confrontados para lograr la diferenciación y
la credibilidad necesarias después de tantas frustraciones.
Pero resulta que el sujeto político-social alternativo -mas aun
después del impacto de la era neoliberal en todos las vertientes de la
sociedad (incluidas detestables mutaciones de la partidocracia y de la
política como negocio)- va mucho mas allá del sistema de partidos
reconocido y comprende una gran diversidad político-social
potencialmente transformadora, olímpicamente despreciada por los
llamados partidos emergentes.
<span style="font-weight: bold;">El valor de la luchas extra-institucionales</span>
Si ciertamente
es difícil reducir en grande la polarización estructurada, reproducida
por el sistema dominante y sus medios de comunicación, es prácticamente
imposible hacerlo sin potenciar y politizar al máximo las luchas
sociales extra-institucionales y abrirse a los nuevos sujetos sociales y
actores político-sociales.
Por un lado hay que chocar con fuerza las instituciones, confrontar
inteligentemente con el orden establecido y deslegitimarlo al máximo en
el curso de esos combates; y por el otro, construir paralelamente un
gran movimiento político-social, que actúe como contra-poder, agrupe la
diversidad transformadora y represente programáticamente los puntos de
unidad y confluencia de esa diversidad.
La beligerancia eficaz, en el escenario electoral y en cualquier
otro, no se puede forjar desde el sectarismo, el conservadurismo, el
electoralismo simplista, la división, el partidismo puro y simple, el
verticalismo y la relegación de temas tan cruciales como la lucha de
clase, la insumisión de la juventud, la emergencia del feminismo, la
liberación de los tabúes, las discriminaciones por razones sexuales y
raciales y el gran tema ambientalista.
No puede alcanzarse sin una la dosis de antiimperialismo y un
programa de desmonte del neoliberalismo, que implique desprivatización
del patrimonio público y natural del país y se articule todo esto a la
demanda de un proceso constituyente para refundar la república soberana
Esas carencias explican los pobres resultados obtenidos con esa
manera pálida y mediocre de concebir lo alternativo, traducida en la
pulverización electoral de tres de las opciones presentadas y en la
minimización de aquella que logró ser percibida como diferente en el
terreno moral y confiable en la independencia respecto a la
partidocracia tradicional; precisamente en una coyuntura en la que pudo
lograrse mucho más, dado el descrédito de las fuerzas dominantes.
Vale decir en términos autocríticos que la tardanza en la
articulación de las izquierdas revolucionarias y en su entronque con los
movimientos sociales contestatarios, junto a la ausencia de una
matricula electoral unitaria y receptora de una propuesta realmente
alternativa, facilitó ese derrotero oportunista altamente vulnerable.
De ahí el valor a futuro próximo de los esfuerzos discretos, pero
sistemáticos y trascendentes, realizados para iniciar el Proyecto
Unitario de las Izquierdas Revolucionarias con la idea de ir más allá de
la recién concluida coyuntura electoral.
El valor de esforzarnos, aun tardíamente respecto a la coyuntura, en
hacer renacer la esperanza de una unidad transformadora con capacidad de
intervenir en todos los escenarios y promover la insumisión
generalizada del pueblo oprimido y los sectores medios gravemente
afectados en un periodo.
Unidad revolucionaria que apunta en dirección a intervenir y crecer
en el contexto de una crisis sistémica de mayor profundidad y extensión,
que habrá de darle mayor razón, después de este proceso viciado y esta
imposición ilegitima del peledeismo, a la necesidad de refundar las
instituciones, el sistema político y los mecanismos electorales,
mediante una Constituyente Popular
<span style="font-weight: bold;">Resultados: tres catastróficos y uno precario</span>
Los
resultados del APD, DxC y F.A fueron sencillamente catastróficos y se
hace el ridículo cuando se intenta justificarlos o maquillarlos.
Los resultados del AP-Guillermo Moreno, si bien no son deprimentes e
incluso revelan un crecimiento significativo en el espacio de las
minorías, se quedó por debajo de la meta mínima que implicaba garantizar
la continuidad de su matricula electoral y a una enorme distancia de
los punteros..
AP, con su 1.37 %, perdió el reconocimiento y sus prerrogativas, lo
que constituye, más allá de su precario pero significativo avance en la
votación, un revés que la obliga a repetir el esfuerzo de estructurar su
nueva solicitud de reconocimiento en condiciones relativamente mejores.
El revés no es catastrófico, pero es revés. La distancia respeto a
los dos polos es enorme, casi abismal. El oligopolio electoral PRD-PLD
sigue siendo apabullante, pese a la enorme crisis de credibilidad de sus
actores y no podrá ser revertido partiendo de niveles tan precarios
desde una lógica exclusivamente partidista y electoralista y desde una
actitud tan conservadora.
Es inconsistente y acomodaticio, carente de espíritu autocrítico el
discurso triunfalista de AP -sobretodo mediando esa distancia abismal
respecto a los dos primeros lugares- presentándose como “tercera
opción”, mas cuando incluso dos de los grupos satélites (PRSC y MODA)
superan su precaria votación y el PRSC con un 6% (aun con una cantidad
de votos prestados) será promovido mediáticamente como tercera fuerza
electoral.
La ventaja sensible, casi enorme, de AP es frente a APD, FA DxC. Pero eso se limita el mundo de los pequeñitos.
<span style="font-weight: bold;">Posicionamientos post votaciones</span>
Pero mas preocupante que
ese triunfalismo irreflexivo y nada autocrítico, es el posicionamiento
político post votaciones de AP, que además de un innecesario
reconocimiento al PLD-Danilo como “ganador”, incluye el anuncio de
diligencias para presentar una lista de irregularidades a la misma JCE
que auspicio la gran trampa y que debería ser impugnada ya, sin pérdida
de tiempo, si no se hizo antes de consumar ante los ojos de los partidos
contendientes y de la propia AP uno de los procesos más viciado de la
historia electoral reciente.
Julián Serrulle, llevándole gabela, fue capaz de fomentar ilusiones
en el nuevo gobierno peledeista, llamando a todos a contribuir a que
pueda hacerlo bien.
Lo acontecido es de una gravedad enorme. Los resultados viciados, que
consagran el hecho bochornoso en el que la facción de derecha con mayor
capacidad para adulterarlos se impone sobre otra de igual calaña, no es
como para aceptar pasivamente las reglas de juego y las instituciones
que hicieron posible ese desastre; menos si tiene conciencia de lo que
habrá de desatarse después de esta tragi-comedia en medio de la crisis
en marcha.
Mas crisis local, mas crisis mundial, con un gobierno con tufo a
fraude y facciones de la partidocracia dominante corroídas por sus
contradicciones internas y afectadas por su desprestigio general, es
para proponerse una construcción alternativa y un posicionamiento
político diferentes, que contribuyan a crear las condiciones para
conquistar desde la movilización social una Constituyente popular y un
nuevo sistema electoral, superando esta institucionalidad decadente
gerenciada por una “clase política” corrompida y al servicio de la
globalización neoliberal.
El espíritu de ruptura, de discontinuidad en el corto y mediano
plazo, debe apoderarse de quienes anhelamos una transformación
trascendente. Y esto precisa de un esfuerzo crítico y auto-critico
superador de viejas prácticas y viejas visiones todavía influyentes,
echando al basurero todo conservadurismo asumido en interés de hacerse
potable al sistema vigente y funcional al juego electoral tal como ha
discurrido en las últimas décadas sin el rechazo masivo necesario; o a
lo sumo reciclándolo con algunos remiendos aceptables para los que
dirigen sus desprestigiadosórganos rectores.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para
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