Después de transcurrir las elecciones del 20 de mayo,
que fue precedida de una prolongada campaña electoral, el país vuelve a
recobrar la calma.
El bombardeo sistemático de propaganda política y la
participación activa de los actores políticos por alcanzar la codiciada
posición presidencial mantuvieron en vilo a una población hastiada de promesas
muchas veces incumplidas.
Salvo algunas tentativas por causar desórdenes callejeros
(gracias a Dios, nada subversivo ocurrió), el pueblo dominicano dio una
demostración de madurez al ejercer el derecho al voto, aunque se produjo una
abstención muy elevada, lo que significa que todavía existen ciudadanos que no
sienten interés por estas cosas.
Quien no vota no tiene calidad moral de criticar las
gestiones de los gobiernos. Y, precisamente, esos son los principales críticos,
los que más se quejan y exigen. Son dominicanadas que se han mantenido sobre el
tapete y que continuarán así mientras no asumamos un comportamiento de madurez.
En tiempo de elecciones, siempre emergen a la luz
pública quejas y acusaciones de fraude. Es una odiosa cultura que llevamos en
la sangre, de manera que ya estamos acostumbrados a esos rumores.
Danilo Medina ganó la elecciones con el 51.21% al
conquistar junto a los aliados 2 millones 323 mil 150 votos. Era un tipo de crónica
anunciada por las mayorías de las firmas encuestadoras. El PLD como partido
individual obtuvo un millón 685 mil 690 boletas.
El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), con todos
los achaques y errores cometidos por su candidato Hipólito Mejía, salió
fortalecido del proceso en el orden particular al acumular, sin aliados, más
votos que el PLD (42%). El partido blanco sacó un millón 879 mil 846 y con los
aliados 2 millones 129 mil 997.
Vistos estos resultados, la cúpula y los estrategas de
campaña del presidente electo Danilo Medina deben analizar por qué perdieron en
quince provincias y por qué sacaron un 37.75% como partido. Sin el voto de los
aliados hubieran perdido las elecciones. Es una tarea que deben iniciar de
inmediato.
Es obvio que el respaldo del presidente Leonel
Fernández y la escogencia de Margarita Cedeño como candidata a la vicepresidencia
ayudaron a que el partido morado repita en el poder. Hay que sumarle otros
factores de mucha importancia: el programa de gobierno del candidato, el voto
de las mujeres y segmentos de la juventud, y el paso de importantes cuadros directivos
de otras organizaciones políticas hacia PLD.
Este panorama no tendría efecto, si no citamos los
errores de Hipólito Mejía, que sin dudas ayudaron a compactar fuerzas a lo
interno del PLD y contribuyeron a que Danilo Medina subiera los porcentajes en
la preferencia del electorado.
Lanzar calificativos denigrantes contra los jueces de
la Suprema Corte de Justicia, a las trabajadoras domésticas cuando las acusó de
ladronas de bistec, pelear con la esposa de Miguel Vargas Maldonado y
descalificar el trabajo de éste cuando fue funcionario de su gobierno, marcaron
el primer eslabón para que el candidato opositor perdiera puntos.
Otro desacierto fue dirigir la estrategia de campaña
contra Leonel Fernández usando como señuelo a Félix Bautista, olvidando que el
candidato era Danilo Medina. Decir que si ganaba iba a meter preso a todos los
corruptos del gobierno fue una muestra de inmadurez mental de Hipólito Mejía
porque unió más al PLD, que hizo todo lo posible por ganar los comicios.
Pero la torpeza se profundizó más por la insistencia
de tomar como tema de campaña el de la corrupción y el narcotráfico cuando
sabemos que en el gobierno del PRD hubo mucho ruido de corrupción y denuncias
de trasiego de drogas.
Las irregularidades en las elecciones, no deben
sorprender a nadie. Las denuncias de compras de cédulas y de determinados
delegados de mesas, el supuesto acoso a los simpatizantes de los partidos de la
oposición, entre otras pendejadas, se constituyen en quejas normales en esos
procesos. En esta oportunidad, se comenta que hubo indelicadezas en ambas
parcelas. Tal parece que era el momento de aplicar la frase aquella de que “el fin justifica los medios”.
A pesar de la derrota de un 46%, el partido blanco ganó
en quince provincias, cuando la cúpula del gobierno decía que tenía aseguradas al
menos 24 provincias. En el voto del exterior, logró el PRD cuatro diputados de
ultramar.
Sin embargo, esa ganancia de causa se ve empañada por
las declaraciones de Hipólito Mejía de que a partir de este momento se
constituía en el líder de esa organización, lo que de inmediato se interpretó
como un mensaje dirigido al presidente de la entidad Miguel Vargas Maldonado,
quien a lo largo de la campaña se mantuvo aislado y nunca se integró, no
obstante a que instó a la militancia a que apoyen al partido.
Esa demostración de fuerza profundiza más la crisis
interna en el PRD. ¿Quién es el verdadero líder de esa organización? Ya se
habla de planes para expulsar a Vargas Maldonado, tarea que se veía venir desde
el momento que él rehusó compartir los aprestos de campaña con Hipólito Mejía.
En Vargas Maldonado existe un profundo resentimiento
que yace desde que fue derrotado por Mejía en las primarias internas del partido,
circunstancias en que se sintió burlado y engañado. Ellos sabrán cómo resolver
sus diferencias.
Lo importante es que el país continúe desarrollándose.
Por suerte para todos, las elecciones fueron ganadas en buena lid por Danilo
Medina, un hombre con condiciones extraordinarias y fuertes convicciones para
continuar llevando al país por la ruta del progreso.
Si no lo obstaculizan desde la oposición, como es
lógico suponer que así ocurrirá, creo que él hará un buen gobierno porque
capacidad y buenas intenciones tiene de sobra, además de que encontrará una
buena estructura ya montada para “hacer lo que nunca se hizo”. Ojalá lo dejen
gobernar en paz.