Algo
Extraño está ocurriendo en el país. Da la impresión como si la atmósfera
estuviera infectada de un mal que induce a la gente a la violencia y a cometer
crímenes espantosos.
A
diario observamos noticias desgarradoras en los medios de comunicación que nos
obligan a reflexionar sobre el destino que lleva este mundo.
Los
padres matan a los hijos y viceversa, suicidios de ancianos, niños y
adolescentes, asesinatos a sangre fría de policías y militares para despojarles
de sus armas de reglamento, representan los principales hechos de sangre.
Y
lo más espeluznante son los asesinatos de mujeres indefensas de manos de sus
parejas o pretendientes podridos en odio al ser desplazados sentimentalmente.
Sin
dudas, se están cumpliendo las profecías bíblicas, con la agravante de que no
estamos moviendo ni un dedo para parar esos atentados contra la vida.
Múltiples
factores generan la delincuencia y la violencia que se vive hoy en día: la
pérdida de los valores y desintegración familiar, la falta de políticas
públicas, inequidad y la desigualdad social, junto a la falta de motivación de
nuestras autoridades para enfrentar esas agresiones que, al parecer no hay
quien controle a los protagonistas.
Hace
poco, vi al presidente de la Sociedad Dominicana de Siquiatría, el doctor José
Gómez Montero, sugerir mecanismos de control de esos casos, que a mi juicio se
han convertido en una epidemia.
Entre
las recomendaciones del galeno, está aumentar el número de casas de acogida
para mujeres a los de disminuir hasta a la mitad los feminicidios, como ha
resultado en otros países Latinoamericanos. También, plantea la creación por la
Procuraduría General de la República de una Unidad de Siquiatría Forense en las
fiscalías para determinar el perfil de peligrosidad de los potenciales
victimarios.
Esas
observaciones me lucen fantásticas. Pero creo que hay que trabajar de manera
profunda con las mujeres para protegerlas. Se ha determinado que muchos de los
asesinatos de mujeres ocurren luego de una reconciliación de pareja.
Son
numerosas las ocasiones que las mujeres desoyen los consejos de los
profesionales de la conducta y fiscales para que no retornen con sus maridos
agresores, sobre todo cuando se determina que el marido es abusador, agresor e
irresponsable.
Lo
mismo ocurre con los hombres, que no cumplen las normativas legales de mantener
alejados de sus parejas. Algunas mujeres han sido asesinadas, a pesar de la
existencia de esas órdenes, lo que indica que no se le teme a las autoridades y
es preciso que se analice esa parte del problema.
En
un artículo reciente sugería que se considere la violencia intrafamiliar como
un asunto de seguridad pública, que se le preste atención a lo que está
sucediendo, y que incluso se convoque a un Foro para buscarle solución al
problema. Ahora reitero esa posición.
En
ese Foro deben estar representados todos los sectores de la sociedad que
aporten soluciones inmediatas, tales como psicólogos, psiquiatras, abogados
penalistas, trabajadores sociales, especialistas del Ministerio de la Mujer,
directores de medios de comunicación, sociólogos, policías, sacerdotes,
pastores, y representantes de organismos internacionales que trabajan
directamente con los casos de mujeres y niños (Unicef, por ejemplo).
No
recomiendo a los políticos porque, independientemente de que tienen muchas
cuotas de responsabilidades en los males que nos afectan, pueden anarquizar el
encuentro con acusaciones infantiles y poco productivas, como nos tienen ya
acostumbrados.
Estamos
hastiados de tanta violencia de géneros y tanta indolencia social. Prestemos
atención a los señalamientos que hacemos en el sexto párrafo y a las
sugerencias del psiquiatra José Gómez Montero. Son pistas claras para comenzar
a frenar este catastrófico fenómeno, que se está convirtiendo en una odiosa
costumbre.