Esta semana vivida por el país ha sido intensa por la súbita demanda de Hipólito Mejía, candidato presidencial del PRD y ex presidente constitucional de la República, contra un senador vigente como es Wilton Guerrero, de la provincia Peravia, BanÍ.
En los años que llevo en la opinión pública, desde el 1962 y, desde luego, tras la tiranía trujillista, nunca hemos visto una pugnacidad como la que mantiene el ingeniero Mejía y sus partidarios dentro y ahora fuera de los límites del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Todo el que vive en este país, sin importar en qué demarcación tenga su hogar, reconoce que Hipólito Mejía es un hombre honrado “hasta la pared del frente”, como dice el pueblo.
Y nadie supone a Hipólito -fuera de la política- en tratativas que pongan en riesgo la dignidad, el honor y la decencia del país, y mucho menos de su familia. Como él suele dice, el es un “hombre de familia”.
El que usted simpatice o adverse a Hipólito no es razón para que el ex presidente de la República “la tome contra usted” y aún cuando lo haga se trataría de “algo episódico” que no trascenderá en el tiempo. Al menos así es como lo hemos conocido y como lo percibimos a lo largo de todos estos años que hemos estado muy cerca o muy lejos del ex presidente.
Creo que asociar a Hipólito con un “capo” de la droga, fue un exceso que sólo puede producirse en el fragor de una campaña política en la que se utilizan “armas diabólicas” para contrarrestar y desorientar al contrario.
Y aunque reconocemos la rispidez del lenguaje entre políticos del país, no es constructivo para nadie mantener acusaciones tan infamantes para la conducta de un personaje que ostentó con cierto esmero, aunque con sus limitaciones, la Primera Magistratura del Estado.
Ese fue un hombre investido por el voto popular para ejercer la Presidencia de la República, y en todos los confines de la tierra a esos personajes excepcionales se les acuerda un nivel de respeto por encima de lo que es corriente.
Nadie puede suponer que ahora cuando abandone la Presidencia de la República, al doctor Leonel Fernández se acepte que “le caigan los palitos” como dice el pueblo, como único resultado de la impertinencia de personas que no paran mientes en crear las peores acusaciones en contra de personajes que han servido con ahínco patriótico al país.
Todo el que me conoce, haya leído mis artículos o ve mi programa de televisión o cualquier expresión pública nuestra, sabe perfectamente que me he mantenido desde el año 2,000 muy alejado de Hipólito siendo presidente o después de haberlo sido.
Eso, sin embargo, no es razón para que yo inicie una campaña injuriosa en su contra, como si se tratara se un personaje indeseable o responsable de inmoralidades que denigraran la vida nacional. Eso no es así.
Esperamos que la cordura se imponga en el espíritu de los políticos dominicanos, los del gobierno y los de la oposición, porque lo menos que necesita el país es que se imponga un “lenguaje de estercolero” en la vida nacional.
Ya la campaña política va quedando en el recuerdo, como interesante material de análisis de expertos para desenmarañar lo que ha ocurrido y trazar pautas para aael futuro. Cómo “sacar las buenas experiencias” para repetirlas en su oportunidad o definir las maldades del proceso y erradicar la metodología negativa que frustró las esperanzas de quienes aspiraron infructuosamente al gobierno del país y lo lograron.
El enfoque es que hay un nuevo gobierno, que su cabeza principal viene con ideas nuevas y claras y que está dando notaciones de saber y asumir las responsabilidades que el país. Que la política ha sido colocada en su justo lugar.
Algunas instancias deben funcionar en el nuevo y ríspido panorama político para propiciar un ambiente de cordura en consonancia con lo que aspira implantar Danilo a partir de un mes.
Ni Hipólito necesita que Wilton lo compense con 50 millones de pesos, ni Wilton va a poder probar las implicaciones de Hipólito con el cartel de Sinaloa.
Y mucho menos debe propiciar Hipólito una condena al diario El Caribe y a su director Osvaldo Santana, un hombre que vivió tantos años cerca del líder mayestático del PRD.
El que ha tomado Hipólito es un camino que no conduce a nada que mejore la vida sociopolítica del país. Y cuando usted advierte que ha iniciado una marcha acuciante por un camino malo, lo más sano y sensato es abandonar esa vía. Para bien suyo y de los demás.
Siempre es mejor un mal arreglo que un buen pleito… Así siempre ha sido.