¿Qué hay realmente en el fondo de esta crisis parda, incolora de laUniversidad Autónoma de Santo Domingo?.
¿Es posible suponer que el estudiantado universitario de la UASD de hoy sea capaz de recurrir a una violencia viciosa que recuerda los peores tiempos del gansterismo estudiantil del país?.
Cuesta creerlo, pero quiéralo usted o no, así se manifestó crudamente a los ojos de todos, para que nadie deje de verlo, y de enterarse por la prensa, la televisión y la radio…fue todo un arrebato irresponsable.
Y entonces uno reflexiona: “Pobre UASD… es la institución en donde fuimos formados, en donde estudiamos y dimos los primeros pasos de madurez intelectual.
La UASD es la institución educativa y cultural clave en la estrategia de crecimiento económico, técnico y cultural de la sociedad dominicana. Cuántos hemos entrado a la educación superior en sus aulas y hemos podido trascender a una profesión técnica o liberal.
Cuesta ver que estudiantes universitarios de la UASD infieren heridas a una persona a tal punto que el hombre está en riesgo de perder la visión de su ojo derecho. ¿Cómo explicar ese desafuero?. Ese hecho es una pesadilla que recuerda los tiempos ominosos en que un tal “Juanito” fue fusilado, acusado de pertenecer a la inteligencia represiva del balaguerato, así como el inmenso dolor del caso de la muerte de Sagrario Ercira Díaz.
Debí ver por televisión a unos “estudiantes” , bien nutridos por cierto, destruyendo un ventanal de vidrio del edificio de la rectoría, como ocurría en los peores tiempos de la izquierda nefasta.
Realmente el espectáculo de hace una semana en la UASD; causa profunda repugnancia a quienes estudiamos allí y pensábamos que esas absurdas conductas no se repetirían jamás, pero vaya usted a ver, se repitieron para vergüenza de todos.
Se pensaba que lo peor en la UASD, después del “fusilamiento” de Juanito, había sido la muerte de Sagrario y el momento en que el secretario general de la FED le arrebató el micrófono al rector en momentos en que pronunciaba un discurso en un acto con invitados internacionales.
Se precisa de un rescate ético y moral de la UASD que no sólo corresponde a las actuales autoridades que están compelidas a aplicar medidas ejemplares de disciplina, sino a todos los que nos sentimos compromisarios de la alta Casa de Estudios, la primada de América.
Si es cierto -y lo reconocemos- que el status jurídico de la UASD es el producto de la lucha política democrática del país, debemos consentir en que ese esfuerzo ha logrado sus objetivos con puertas abiertas para todos, esfuerzo extendido a todo el territorio nacional.
Ya no hay que venir a la capital -pagando pensiones y transporte- para realizar una carrera universitaria. Las facilidades se han extendido por varios centros regionales que ofrecen educación superior a cualquier joven que lo desee.
Si fuera honesta la denuncia, de que la UASD aumentó los precios de los créditos dentro de un esfuerzo de privatización de la educación superior, lo primero que deberían exponer esos exigentes denunciantes, es la presencia en ese recinto de “estudiantes profesionales”.
No hay peor desperdicio de fondos que los que se utilizan a mantener a unos vagos que tienen más de ocho años en una carrera universitaria cuando en ese tiempo ha debido cursar ya un post grado en el país o en el exterior.
Porque los magros recursos que recibe la UASD del gobierno central, no deben distraerse a mantener en sus aulas a personas que no tienen capacidad intelectual de estudiante, o es sencillamente un vividor que ha encontrado en ese recinto una forma fácil de vivir a costa de otros, como vulgares menesterosos, o irredentos vividores.
Este espasmo que ha sufrido nuestra alta casa de estudios debe encontrar una medicina apropiada que devuelva a nuestra academia el respeto y la dignidad que algunos depredadores oportunistas han querido arrebatarle.
El rector Mateo Aquino Febrillet y el Consejo Universitario no pueden temblar al momento de recuperar el respeto que merece la UASD.
Y la opinión pública debe brindar ese respetuoso cariño, sin escatimar ningún esfuerzo. Contra todo arrebato y desenmascarando subterfugios y cualquier treta irresponsable.