Con la pacífica muerte del general de brigada Miguel Angel Hernández Ramírez,
desaparece el último de la Trilogía Militar de Abril que juntos hicieron
flamear la llama del patriotismo a su más elevada expresión.
El primero en morir, en plena guerra, fue el que más alejado estaba del
conflicto iniciado el 24 de abril de 1965: Rafael Fernández Domínguez, quien
cayó abatido por las armas de la siempre reprochable intervención extranjera,
en un acto de guerra próximo al Palacio Nacional.
El segundo trinitario en inmolarse fue el coronel Caamaño, por lo que en ese
momento él creyó que era la mejor manera de reivindicar el patriotismo y la
revolución en la República Dominicana: En Caracoles en febrero de 1973.
Y, ahora, pacíficamente doblado por quebrantos que nunca le fueron ajenos a lo
largo de toda su vida, fallece tranquilamente en su hogar -dueño de una
elevada conciencia patriótica- Miguel Angel Hernández Ramírez.
El sacrificio por el país de esa trilogía noble -de extraordinario arraigo en
el pueblo – debe alimentar con su savia las aspiraciones democráticas de un
pobre pueblo atrapado entre los intereses de la clase política nacional.
Tanto el 27 de Febrero como en el 16 de Agosto, hombres de todas las clases
sociales del país ofrendaron todo lo que podían para salvaguardar la
Independencia Nacional, pero esta Trilogía de Caamaño, Fernández y Hernando
tiene el significado de que nunca se benefició ninguno de las mieles que
produce el poder en el país.
Desde luego que nos referimos a acciones de armas de masas en las que el pueblo
dominicano tuvo un papel esencial. Con ello no bajamos de su sitial a aquellos
que también entregaron sus vidas a los mejores propósitos del país.
Y específicamente no nos referimos a los héroes y mártires de la Gesta del 14
de Junio de 1959 y el posteriormente movimiento de 1960, ni tampoco a los
mártires y héroes del Complot del 30 de Mayo de 1961 que decapitó la tiranía
trujillista.
Es la historia del patriotismo dominicano que ha sabido sobreponerse alas
peores vicisitudes para preservar la libertad y el honor dominicano. Y del
ejemplo de esos seres extraordinarios se compone el imaginario independentista
que hoy atesora el pueblo llano y bueno.
Ellos merecen un único pedestal que los glorique en el agradecimiento eterno
del país, ahí es que debe estar para siempre el recuerdo eterno de Caamaño,
Fernández Domínguez y Hernando Ramírez.
Cuando entrevisté para el Listín Diario a Hernando Ramírez en el 1965 en el
campamento 16 de Agosto en la carretera Duarte, proclamó que el movimiento que
se iniciaba era un esfuerzo para “reponer en el poder al gobierno
constitucional del profesor Juan Bosch”.
Y lo dijo claramente, sin titubeos ni dudas, consciente de que iniciaba ese
esfuerzo por devolverle al país el gobierno que se había dado en las elecciones
del 20 de diciembre de 1962.
En esa entrevista estuvo también Francisco Caamaño Deñó que no pensaba en ese
momento que las circunstancias lo elevarían a la gloria de comandar
militarmente ese movimiento constitucionalista tras el quebranto repentino de
Hernando Ramírez.
Hagamos conciencia, pues, de la importancia de estos tres patriotas y de los
hechos en que se vieron involucrados siempre
teniendo en la mira el interés supremo del país
Loor por siempre a esos tres héroes de nuestra historia moderna. Amén.
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