Protección al Derecho del Consumidor (Pro Consumidor) sobre la mala calidad del
salami producido en República Dominicana, deja mucho qué pensar. Sin embargo,
no es nada nuevo que no sepamos.
Hace muchos años que la población es inducida a
consumir productos basuras promovidos en los medios de comunicación como lo
mejor del mercado.
La falsa publicidad se ha encargado de meterle por los
ojos de nuestra indefensa e ignorante población esas porquerías que a diario
adquirimos en los supermercados y otros lugares de expendios.
Estamos consumiendo leche, jugos, alimentos, yogour, y
otros artículos sin los componentes nutritivos reales que colocan los
fabricantes en las etiquetas y, para colmo, algunos distribuidores los venden
con fechas vencidas.
Si tienen alguna duda, retomen el caso del desayuno
escolar. Cientos de niños estuvieron hospitalizados en el pasado reciente,
intoxicados por consumir leche de pésima calidad, saturada de agua y sin
nutrientes. Son productos que fueron vendidos por comerciantes inescrupulosos
en complicidad con funcionarios del gobierno. Nadie fue enjuiciado ni
encarcelado, pese a las pruebas de fraudes en los alimentos.
He sido testigo de esas anomalías. Por eso lo comento
con propiedad. Aunque no suelo ingerir esos productos, al menos cuido a mi
familia de no caer en una intoxicación inesperada, pocas veces compensada en
término pecuniario.
Podemos citar algunos ejemplos para ilustrar este artículo.
Ya no se fabrica el pan como ocurría en mis años de infancia. La calidad ha
bajado de manera estrepitosa porque ni levadura le echan. Al menos, los que yo
consumo no la tienen. Sencillamente, masticamos harina cocida con el nombre de
pan, artículo que se vende, por cierto, a precios elevados y sin control.
Muchos panes se producen en los barrios paupérrimos
del país bajo el control de un personal que a lo mejor padece enfermedades de
varias tipologías y quién sabe si son contagiosas. Nadie los supervisa. No creo
que existan tantos inspectores para ese trabajo como tampoco voluntad política
para corregir esas anomalías.
Tenemos un problema serio de control de calidad. Por
doquier, funcionan puestos de ventas informales de bebidas y comidas procesadas
en los patios y lugares donde la higiene brilla por su ausencia.
No creo que me arriesgaría, si digo que las fondas,
comederos, y restaurantes, no son supervisados. Se supone que un cocinero debe
usar gorros sobre la cabeza y guantes para servir los alimentos, además de
lavarse bien las manos mientras está en esas funciones. ¿Se cumplen esos
requisitos? ¿Alguien está supervisando esos negocios?
Una evidencia de la falta de higiene la vemos a diario
alrededor de los negocios de los famosos Pica-pollo y puestos de frituras o
picalongas. Frecuentemente se observan perros velando la comida muy cerca de
las mesas de los clientes, rodeados de moscas. Ya es normal ver esas escenas.
Alrededor de las universidades, escuelas públicas y
colegios funcionan establecimientos de expendios de ese tipo, además de las
cafeterías, donde el público acude a saciar el hambre.
Las personas que almuerzan en la calle están expuestas
a pescar cualquier enfermedad, pues consumen los alimentos sin tomar en cuenta
detalles de higiene. Hay mucho de ignorancia en todo esto y también de
educación, pero también irresponsabilidad de parte de las autoridades.
A esas graves irregularidades debemos agregar los
fraudes que se cometen en el procesamiento de varios artículos. Los productos
de ingestión rápida que se comercian en papel celofán vienen vacíos, a medio
talle, y con precios exagerados (papitas, platanitos, maníes, frutas, etc.);
las botellas de bebidas refrescantes, agua, por igual.
Si usted tata de abastecerse de gas propano, el fraude
es mayor. Si se descuida, le llenan el cilindro con aire y para garantizar que
le echen suficiente gas, entonces hay que regalarle al despachador una buena
propina. Ese combustible deben venderlo pesado, pero los propietarios de los
centros expendios siempre desobedecen esas normativas, pese a la presencia
permanente en esos lugares de los inspectores del Ministerio de Industria y
Comercio. Son ladrones consentidos que no tienen control.
Ese desorden también se evidencia en las compañías de telecomunicaciones
y las llamadas Edes, que timan a los usuarios con facturas sobrevaluadas con
tarifas abusivas.
El costo político está involucrado en todo este tollo.
No se quiere perjudicar a esos sectores por temor a perder el favor del voto.
Se sabe quiénes son los responsables, pero nadie se atreve a tocarlos ni
revelar sus nombres, a pesar de los resultados repugnantes de las
investigaciones realizadas en los laboratorios a determinados productos de
consumo masivo.
Si se realiza un examen de calidad a la mayoría de los
productos alimenticios que consumimos, veremos que pocos pasan la prueba. Es
una anarquía por todas partes.
Si no estamos muertos por la ingesta de esas basuras
que a diario nos vende, es porque Dios nos cuida.
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