<b>De manera sorprendente éste discurso antisocial y que niega los
derechos de un importante segmento de la población dominicana nacida en
la pobreza extrema, ha logrado encontrar espacio dentro del Partido de
la Liberación Dominicana, el que ha cedido ante el PRSC y la FNP
aspectos políticos y constitucionales claves para garantizar o negar los
derechos de los dominicanos de ascendencia haitiana.</b>
A diferencia de otros colectivos, el de los dominicanos de
ascendencia haitiana se enfrenta, en su propio país, a terribles
desigualdades sociales, culturales, económicas, políticas y jurídicas
que agravan las condiciones de exclusión y marginalidad en que se
encuentran, dificultando enormemente las posibilidades de rebasar el
circulo de la pobreza y de poder construir su vida en condiciones
dignas, o al menos en las mismas condiciones en que lo hace el resto de
la población dominicana.
El peso de la cultura y la política anti-haitiana impuesta por la
maquinaria racista, xenófoba y pro-hispánica del trujillismo se ha
perpetuado hasta nuestros días, teniendo en Joaquín Balaguer y Vincho
Castillo su principal soporte discursivo, y sus partidos políticos, el
PRSC y la FNP, las estructuras ideológicas y organizativas que educan,
forman y preparan a los rabiosos cachorros, xenófobos, racistas y
anti-haitianos encargados de ladrar permanentemente contra la justicia y
la democracia.
De manera sorprendente éste discurso antisocial y que niega los
derechos de un importante segmento de la población dominicana nacida en
la pobreza extrema, ha logrado encontrar espacio dentro del Partido de
la Liberación Dominicana, el que ha cedido ante el PRSC y la FNP
aspectos políticos y constitucionales claves para garantizar o negar los
derechos de los dominicanos de ascendencia haitiana.
El 26 de enero de 2010 se proclama la reforma ultraconservadora de la
constitución y se hiere de muerte a la justica y a la democracia de la
República Dominicana. Leonel Fernández y el PLD, llevados de la mano de
la derecha reformista y de los ultraconservadores de la FNP, aniquilan
la posibilidad de que los dominicanos de ascendencia haitiana adquieran,
ejerzan y disfruten plenamente la nacionalidad dominicana sin mayores
contratiempos.
Desde entonces el racismo institucional pasa a tener rango
constitucional, oxigena a los radicales anti-haitianos y dispara las
manifestaciones racistas y xenófobas en gran parte del país, sin que
éstas encuentren una respuesta social y política contundente en los
llamados sectores democráticos y progresistas. Parte de la izquierda
política y social ha respondido con suma tibieza ante los hechos o
sencillamente algunos no se han pronunciado.
Sin embargo la lucha de los dominicanos de ascendencia haitiana está
cobrando unas dimensiones políticas y sociales sin ningún precedente
desde que éste colectivo empezara a gestarse y a organizarse como sujeto
político a principios de los años 70s. Al parecer el cambio
generacional, el desarrollo organizativo, la mejora de la instrucción
académica y política, pero sobre todo el desarrollo de su sentido de
pertenencia al país están perfilando la potencialidad de los nuevos
actores de éste movimiento.
La determinación mostrada por parte de los dominicanos de ascendencia
haitiana para enfrentarse a las injusticias que se les imponen
amparadas en el poder del Estado dominicano evidencia el carácter
democrático y progresista de su lucha. Por lo que deben contar con el
respaldo de todos los sectores que así mismos se definen como
democráticos, progresistas y de izquierda.
La lucha de los dominicanos de ascendencia haitiana, reivindicando su
pleno derecho a la nacionalidad dominicana, evidencia el carácter
inconcluso de nuestra democracia y la vigencia de las luchas sociales a
favor de las libertades y los derechos civiles. Pero sobre todo expresa
su irrenunciable sentido de pertenencia al país.
Conseguir el reconocimiento de la nacionalidad y de la ciudadanía
plena para los dominicanos de ascendencia haitiana quebraría uno de los
pilares de la marginalidad y la exclusión en la República Dominicana,
significaría un punto de inflexión favorable en el combate contra la
pobreza y, en la superación de la cultura de la pobreza y la derrota
asimilada por los sectores populares, con terribles consecuencias para
el progreso de la luchas sociales y la regeneración de la democracia en
el país.
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