<b>Los
periodistas nos pasamos gran parte de nuestras vidas sobreviviendo a la
tragedia de la sangre y de la muerte que nos llega como noticia. Nuestros dedos
saltan sobre las teclas del computador sin ver la sangre, ni la opresión.</b>
11 de agosto 2012.-Los
periodistas nos pasamos gran parte de nuestras vidas escribiendo y hablando
sobre personas de la vida pública, que no tienen ningún valor espiritual, ni
moral.
Nos
pasamos gran parte de nuestras vidas ponderando lo imponderable, justificando
lo injustificable. No informamos, desinformamos. La verdad y la objetividad se
pierden entre las prebendas de las fuentes informativas.
Nos
dejamos atrapar por el inmediatismo; por el sentido práctico del día a día en
la información, como máquinas sujetas a una pirámide invertida que nos invierte
el sentido de responsabilidad social en la sala de redacción del diario que nos
oprime el cerebro.
Los
periodistas nos pasamos gran parte de nuestras vidas sobreviviendo a la
tragedia de la sangre y de la muerte que nos llega como noticia. Nuestros dedos
saltan sobre las teclas del computador sin ver la sangre, ni la opresión.
Muchos
se proclaman independientes ignorando que la independencia no existe en materia
de comunicación de masas.
Reproducimos
ideas y valores de una sociedad decadente perdiendo de vista la misión
sacerdotal que debe acompañarnos a la hora de hablar y escribir.
Los
periodistas no forman parte de la “clase dominante”. Pero si de su estructura
de dominación y saqueo. Muchos, en ese engranaje, se convierten en mercenarios
y sicarios de la comunicación.
Hace
muchos años aprendí que “las ideas de la clase dominante son también las ideas
dominantes en cada época, que la clase que dispone de los medios de producción
material, dispone, a la vez, de los medios de producción intelectual”.Aprendí, hace tiempo, que no basta saber, que
es necesario actuar consecuentemente con lo que se sabe, aunque no resulte
fácil.
Un
periodista sin periódicos, emisora o canal de televisión, es como un soldado
sin fusil en medio de la guerra. Pero cuando ese soldado (periodista) tiene un
fusil para proteger a los que hacen la guerra, está contribuyendo a que
mantenga el dominio sobre los demás.
La
propiedad de los medios es determinante.Quien informa dirige la sociedad. Los periodistas, aunque creamos lo
contrario, no dirigimos. Somos dirigidos por los dueños de los medios. No olvidemos que Los medios juegan el papel
que le asignan sus dueños. Si ellos no lo permitieran, si no fueran parte del
juego sucio, los periodistas no terminarían en la pobreza moral que los anula.
Cuando
el periodista se corrompe, cuando decide vender supluma y su voz, cuando pierde el sentido
ético y moral, se convierte en unplumífero, sin palabra y sin voz propia. Los ejemplos abundan hoy día.
Los
70 mil y tantos millones de pesos que en ocho años invirtió el presidente
Leonel Fernández paracorromper a una
buena parte de los medios y de los periodistas y comunicadoresde todo el país, explica la vergüenza que
siente el escritor, poeta y profesor Andrés L. Mateo cuando lee algunos
articulistas,ve determinados programas
de televisión yescucha uno que otro programa
de radio.
Para
que “mi vida no sea un asco”, hace
tiempo que dejé de leer algunos articulistas, ver y escuchar determinados
programas de radio y televisión. Le huyo a los demonios de la comunicación como
el diablo a la cruz para evitar la contaminación espiritual.
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