<b>Los pueblos
siempre tienen la palabra y la verdad sólo tiene un camino. Es hora de
cambiar actitudes. Hay que reconocer que somos una generación de
manipuladores como jamás se ha visto en el planeta, fruto de una cultura
encandilada al poder, en lugar de una cultura libre y rigurosa, en
función del interés humano que es lo que debería divulgarse.
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12 de agosto 2012.-Vivimos un momento tremendo, donde siempre hay alguien que te dice lo
que debes hacer, que quiere dirigirte de forma interesada, propagando la
falsedad muy sutilmente, hasta convertirla en algo cotidiano. Sin duda,
una de las grandes crisis actuales es la de vivir bajo una manipulación
perversa, descarada a más no poder, que se mete en todo y en todos, y
que no te deja tiempo para entender el sentido de las cosas. Se
tergiversa con una facilidad pasmosa la realidad y los nombres, los
acontecimientos y hasta nuestra misma historia.
Nos hacen ver lo que no
existe y lo que existe no lo vemos. Los dirigentes del mundo son
expertos en la creación de la mentira, en silenciar lo cierto, en
taparse unos a otros, en esconderse en la mediocridad. Hay ciudadanos
cuya conducta es una ficción permanente. En el fondo, la crisis del
euro, lo que refleja es la frustración de una política carente de
autenticidad europeísta. Y, desde luego, mientras los gobiernos no sean
claros con lo que están haciendo, los fundamentos democráticos, no será
más que un sueño de lo que pudo haber sido y no fue.
Los pueblos
siempre tienen la palabra y la verdad sólo tiene un camino. Es hora de
cambiar actitudes. Hay que reconocer que somos una generación de
manipuladores como jamás se ha visto en el planeta, fruto de una cultura
encandilada al poder, en lugar de una cultura libre y rigurosa, en
función del interés humano que es lo que debería divulgarse. Con gran
facilidad se distorsionan los hechos, se hacen creer cosas que no son,
modelando un ambiente cada día más manejable, puesto que no se permite a
la gente pensar, ni mucho menos decir lo que piensa. Todo se supedita a
lo políticamente correcto. Se olvida que no puede haber desarrollo sin
personas que se pongan de verdad como servidores sociales. Para ello,
precisamos tanto de la preparación profesional de la persona como de su
coherencia ética. Aquellos dirigentes a los que no les importa
distanciarse de la verdad, que no tienen voluntad de ser auténticos, los
pueblos tienen que rechazarlos porque el daño será grande.
Soy
consciente de la pérdida de sentido humano y de tantas desviaciones que
nos vuelven salvajes, en parte por esta manipulación perversa de una
vida mal entendida. De aquí, la necesidad de unir no sólo la humanidad
con la verdad, sino también en el sentido inverso y complementario de
verdad y humanidad. Se ha de buscar la certeza en cualquier contexto,
más allá de las simples opiniones y de las sensaciones subjetivas que
nos injertemos, para llegar más allá de la corrección política. Sin
confianza y amor por lo verdadero, no es posible suscitar espíritus
solidarios, todo queda a merced de intereses contrarios a esta
progresiva y expansiva globalización. Conviene recordar, por
consiguiente, que no puede haber convivencia pacífica en un universo
plural si se desautoriza el impulso constructor de la tolerancia y, sin
embargo, se autoriza el impulso destructor de la manipulación.
Todos
somos ciudadanos del mundo con derecho a la verdad como exigencia
natural y desarrollo del instinto propio de la inteligencia. Por
desgracia, de un tiempo a esta parte, todo se ha impregnado de farsas,
con justificaciones que desprecian el
sentido humano de las
cosas. No podemos seguir instalados en la duda, en la sospecha, se debe
avivar la autocrítica, el esfuerzo por la búsqueda y la decisión de
proponer la verdad como lenguaje de conocimiento universal. Hoy el
mentiroso es el gran triunfador de ideas, contrariamente a lo que
sucedía en el pasado, que si una persona del poder se le descubría en
una afirmación falsa o en un mal ejemplo de conducta, se le apartaba de
cargos públicos porque ya no se le creía más y tampoco se le veía como
referente. Para dolor del mundo, son multitud los dirigentes que a
diario actúan de manera irresponsable, que suplantan la verdad y que
promueven falsos valores humanos con el pretexto de servir, y lo que
hacen es servirse para sí y los suyos de todo lo necesario y también de
lo superfluo, incluso más allá de su propia vida.
Compartimos,
pues, la alegría de tantos luchadores que anhelan una sociedad
respetuosa, auténticamente solidaria, que huyen de la apariencia, que no
saben hablar de otro modo nada más que con la verdad, que se afanan por
la exploración de la realidad y sus circunstancias. Por eso, nunca
podremos estar de acuerdo con las maneras inicuas que destruyen o
degradan vidas humanas. De ahí, que aplaudamos, en un momento de tantas
manipulaciones perversas y sometimientos injustos, la indispensable
función de la verdad en la defensa de los derechos humanos. Sería la
mejor noticia, progresar con la evidencia del desarme, con la
comprobación de los países democráticos, con la demostración de donación
a los demás a cambio de nada, sin la doble moral que muchas veces
invade nuestros espacios. Al fin y al cabo, la verdad es un sinónimo del
amor y, como el amor, tampoco puede eclipsare. Pasión que, cuando lo
es, te cambia la vida; pero cuando no lo es, o se va con malas
intenciones, también es una puñalada en la salud del colectivo humano.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor [email protected]
12 de agosto de 2012