<b>La sociedad dominicana muy pronto tiene que pronunciarseen
contra de sus grandes males. Surge el interés de reflexionar sobre los
ejes más estratégicos de la verdadera democracia, que es aquella que
hace participativa a todos sus ciudadanos. </b><br>
Los
intelectuales construyen una relación simbiótica con los dirigentes de
la nación, y considerando que uno no puede existir el uno sin el otro,
el gobernante de la nación, que es el líder, debe de ponderar nuevas
condiciones.
Es muy dominante la pretensión de un político que actúe como “imprescindible”, y dejaatrás
la sinceridad y la moralidad de sus actos. El verdadero intelectual
tiene que ser un ejemplo de político sincero y decente. A los
intelectuales les atribuyen crear las ideologías, la revolución social y
la transformación del mundo a favor de la colectividad. Los políticos a
que debemos aspirar no pueden ser unos “animales excitados” que se
alimentan sólo de dinero y que se valen de la prensa diaria para revelar
el enorme poder que tienen.
La
figura del Jefe del Estado, que en Occidente es el ideal del demagogo, o
es el primer intelectual. Un mal político piensa que toda la sociedad
debe girar alrededor de sus intereses, ha alcanzado su punto más extremo
en nuestro país, en apenas la campaña electoral recién finalizada.
Los
políticos que se autodescriben como intelectuales, César, o Mesías, en
realidad son dirigentes empresariales; el poder los ha transformado
hasta convertirlo en seres peligrosos, y con un nuevo contenido moral:
ser jueces de sus intereses.
Los
nuevos funcionarios del gobierno son frágiles, por no haber hecho
“carrera científica”, ni “técnica”, que es una de las principales
fuentes para la profesionalidad política.
Por
este medio exhortamos a que se convoquen las 100 mentes más ilustradas a
promover los planes de la nación, y a contribuir con planes concretos
en materia de Seguridad Ciudadana y Paz Pública, Corrupción, Servicio de
Justicia, Bienestar Social y Seguridad Hemisférica.
El Presidente posee las mejores condiciones de gobernar bien la nación. Y es bueno considerarlo ahora, que estamos a tiempo.