<b>La República Dominicana es el único país de Latinoamérica
que ha entrado al siglo XXI sin una izquierda con identidad propia y capaz de
actuar en política con sus propios valores y principios. El resultado de tal
situación puede ser catastrófico para la nación pues la partidocracia imperante
ya da claras señales de agotamiento en el poder. Por ejemplo, el PRD, no solo
se ha derechizado sino que ya no representa nada en términos de propuestas políticas.
</b>
Es más bien un viejo elefante blanco al que los años se le han venido encima y
a duras penas puede sostener en pie. Por tanto, poco o nada puede ofertar al
país. El Partido Reformista, no ha hecho sino consolidarse como partido
bisagra, pero nada más. El Partido de la Liberación Dominicana, en el poder en
los últimos ocho años y con un tercer mandato en ejecución, es la fuerza
política gravitante tal y como acaban de mostrarlo las elecciones de la semana
pasada en la Asociación Dominicana de Profesores, en las cuales, acudió con dos
candidatos, al igual que el PRD, y se alzó con la victoria. El papel de la
izquierda, en esas elecciones, mostró su latente debilidad, pues las
condiciones objetivas y subjetivasde la
coyuntura política actual, indican que debieron ser los triunfadores, sin
embargo, la derrota es su compañera. De nuevo el país pudo observar que la
izquierda es una cultura dispersa pero no una propuesta política.
La ciencia política moderna asume como una
verdad incontrovertible, que los partidos políticos,juegan un rol de primer orden bajo el
neoconstitucionalismo imperante desde 2010, con la Nueva Constitución, con
miras a institucionalizar los valores de las democracias participa,
deliberativa e incluyente. Así, en casi toda Latinoamérica, los aportes de la
izquierda son de primera importancia, pues han sido capaces de formar
coaliciones ganadoras, como de repensar el rol de las izquierdas en el siglo
XXI, tal y como lo ha planteado Marta Hacnecker en un libro de final se siglo
XX. Es decir, el Consejo Económico y Social, ahora sobre el tapete, anda falto
de una pata, la pata de los valores de la izquierda. Sin ella los resultados
que emanen de dicho consejo serán pírricos pues los empresarios y la derecha en
general, podrán seguir sirviéndose con la cuchara grande sin temor a una
izquierda organizada y orgánica que haga planteamientos diferentes conforme a
las ideas que les son características.
Ante tal carencia, se habla de movimientos
sociales o grupos de la denominada sociedad civil, que son los cuecos viejos
con los que se pretende llenar el vacío dejado por la izquierda, la cual,
aparece ahora a la derecha del proceso. O, simplemente, permanece invisible.
A manera de ejemplo, tenemos el caso de la
República de El Salvador, el denominado pulgarcito de América. Allí manda un
partido político regenteado por ex guerrilleros. Es decir, políticos que otrora
creían en las armas y no en las urnas, sin embargo, han sido capaces de hacer
reingeniería política y asirse al poder. El rol de la izquierda en el proceso
del fenómeno Chávez, en Venezuela, sigue siendo exitoso tal y como lo muestra
el ultimo escrutinio de esa nación Suramericana. Ecuador es ahora un modelo a
imitar gracia a la valentía de un líder joven que con su arrojo ha logrado ganarse
la confianza de todos los seres del planeta que desean una sociedad amigable,
vivible y digna. El ejemplo anticorrupción que hoy nos muestra Paraguay y
Brasil es digno de imitarse. Pero todo tiene su origen en una izquierda que ha
sabido asumir el siglo XXI, con una nueva noción de socialismo. Es decir,
adaptar sus ideas a la época, sin claudicar. Pues, precisamente, la izquierda
dominicana, perdió legitimidad, desde que Bosch la invitó a dejar de ser las
garrapatas del buey que más halaba. No lo entendieron y siguieron pululando
hasta desgastarse y perder sentido junto al desastre de los gobiernos del buey.
Hoy muchos dirigentes de izquierda pasan su tiempo entre escribir libros sobre
el merengue, arrastrarse en una organización de derecha, o en la simple
conversión individual. Pero ese no es el rol de la izquierda en ninguna parte
del mundo, pues hoy más que nunca los oprimidos no tienen que perder más que
sus cadenas, en cambio, tienen un mundo que ganar. Pero para lograrlo la
izquierda no debe ser “Farsa izquierda” como sentenciara con razón o sin ella,
Juan Isidro Jiménez Grullón.
Cuando Narciso Isa Conde perdió el célebre
debate que llevó a cabo con Juan Bosch, debió no solo recoger en un libro el
debate sino actualizar sus ideas, cuando enrostró ciertos errores a Jorge G.
Castañedas, no solo debió criticarle y rehacer su “Utopía Desarmada”, sino
hacerse un mea culpa pues ese acróbata de la política mexicana no puede estar
total y absolutamente equivocado. Sin embargo, su incapacidad para ser un estructurador
y organizador de partidos de izquierda, no ha borrado su hombría de bien y su
compromiso con sus ideas de izquierda. Por tanto, la izquierda merece que,
cuando menos, se escriba su historia, pues de lo contrario, se quedará como el
coronel de Gabriel García Márquez. Es el caso también de Fidelio Despradel,
quien, muy golpeado y compungido por las críticas que le hace el italiano Piero
Gleijeses, en su libro “La Esperanza Desgarrada”, ha dejado la opinión pública
para seguir limpiando su fusil en la tranquilidad de su hogar. Otros,
simplemente, se han colocado a derecha de la izquierda, son tantos, que sería engorroso
detallar sus nombres, sin embargo, podría ser encontrados en los listados de
feligreses de ciertas iglesias farisaicas, que con una invocación a su Dios en
la noche, “borran” los pecados que en el día cometen contra este pobre pueblo, pero
queda latente la pregunta de ¿Si tiene todavía tiempo la izquierda de
recomponerse ahora que las tan esperadas condiciones subjetivas y objetivas
están dadas para que la izquierda sea una real opción de poder en la República
Dominicana? DLH-14-10-2012