<b>Muchos cubanos revisan sus proyectos de vida mientras intentan ver la
magnitud de los cambios provocados por la reforma migratoria que
anunció el gobierno de Raúl Castro el martes 16. Sobre todo, esperan que
la nueva ley alivie las necesidades de reencuentro y cercanía de las
familias separadas por la emigración.
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LA HABANA, oct (IPS) – Su voz suena calmada. Ya no
duda de que su "destino" es vivir fuera de Cuba. "Mi padre cada día
está más viejo. Ya es hora de que yo lo ayude", cuenta a IPS una joven
de 27 años, que piensa emigrar para convertirse en la proveedora de su
familia.
"Él llegó a México en 1992 y desde
entonces lleva solo el peso económico de la familia", explica la
científica, que prefiere no revelar su nombre.
"Ojalá pudiera mantenerlo
en el futuro con lo que gano aquí como investigadora agrícola",
lamenta, a pocos días de emprender un viaje a Estados Unidos que puede
ser definitivo.
Su padre, un ingeniero industrial, emigró para mantener a su gente,
cuando comenzaba en este país caribeño una crisis económica que perdura
hasta ahora.
"No quisiera repetir la historia", dice. "Aquí se quedan mi mamá y mis
parientes. Si logro un empleo y la nueva ley migratoria permite viajar
libremente, regreso", asegura.
Muchos cubanos revisan sus proyectos de vida mientras intentan ver la
magnitud de los cambios provocados por la reforma migratoria que
anunció el gobierno de Raúl Castro el martes 16. Sobre todo, esperan que
la nueva ley alivie las necesidades de reencuentro y cercanía de las
familias separadas por la emigración.
La familia cubana siente "con mucha intensidad los procesos
migratorios, son un drama para ellas", revela a IPS la psicóloga
Consuelo Martín, gran especialista en el tema.
Por ello, defiende que sus necesidades deben incluirse en las
políticas migratorias, que toman otro rumbo con la modificación de la
legislación vigente desde 1976, establecida en el Decreto Ley 302.
A partir del 14 de enero de 2013, se aligeran los trámites para
viajar por asuntos personales desde Cuba con la eliminación de dos
documentos: la "carta de invitación" y el "permiso de salida".
Desde entonces, para este tipo de viajes con regresos establecidos,
bastará con presentar el pasaporte vigente y la visa de los países que
la exijan, así como cumplir los requerimientos especiales impuestos a
los ciudadanos cubanos por algunas naciones.
Varias de las nuevas medidas atienden recomendaciones reiteradas por
investigadores como Martín, que propone "contextualizar las políticas
migratorias en los desafíos del siglo XXI y las dinámicas económicas y
sociopolíticas de la Cuba actual".
De hecho, las autoridades cubanas anunciaron modificaciones
adicionales en esa dirección para un futuro cercano pero no
especificado.
La emigración tiene que ser cada vez más un proceso "normalizado"
dentro de la sociedad cubana, indica la investigadora del estatal Centro
de Estudios de Salud y Bienestar Humano, de la Universidad de La
Habana. En general, detalla, las familias los comprenden hoy como una
aspiración "legítima" de alguno de sus integrantes.
El éxodo cubano se extiende a más de 150 países y representa
alrededor del 10 por ciento de su población actual, de 11,2 millones de
habitantes, de acuerdo con el analista Antonio Aja. En 2011, el saldo
migratorio internacional fue negativo para la nación caribeña en 39.263
personas, el registro más alto desde 1994, según fuentes oficiales.
El cálculo es que uno de cada cuatro cubanos residentes en la isla, tiene al menos un familiar en el exterior.
De alguna manera, el Decreto Ley 302 acerca a su diáspora, con la
derogación del "permiso de entrada" para las y los emigrados con
pasaporte habilitado, extiende el tiempo permitido para sus visitas a la
isla hasta tres meses prorrogables y "establece el mecanismo" para
quienes deseen solicitar de nuevo su residencia en Cuba.
Con la nueva ley, Cuba reduce las restricciones impuestas a su población
con recursos para viajar al extranjero por razones personales. Pero se
mantienen regulaciones especiales para universitarios, militares,
funcionarios directivos y atletas de alto rendimiento.
Además los ciudadanos que pretendan salir al exterior deben obtener el
visado que le exigen la inmensa mayoría de los países para los cubanos.
Sin embargo, no se modificaron por ahora aspectos polémicos como la
norma de la salida definitiva, a que son sometidos los emigrantes, y la
apertura de permisos de residencia en el exterior. Si pasados 24 meses
un viajero no regresa, actualmente "se entiende" automáticamente que su
salida del país es definitiva y pierde derechos y bienes.
"Tal vez pueda obtener un estatus migratorio no definitivo. Quiero estar
con mi padre, que ha sido excelente", continúa la joven, que brinda su
testimonio a IPS.
"Todo este tiempo veló por nosotras, mientras otros se olvidaron de
la familia que dejaron atrás", reconoce esta hija, que enfrenta la
falta de la figura paterna desde los siete años. "Fue muy duro al
principio. Aprendimos a vivir así, pero nunca nos estabilizamos. Mi
madre no tuvo otra pareja sólida y él se consagró al trabajo", dice.
Cuando se aborda este tema, "siempre se toca en la llaga de alguien",
insiste Martín. "Aun cuando la decisión de emigrar de un integrante de
la familia fue consensuada y comprendida, las ausencias se sienten,
sobre todo en el país de origen", explica la académica, que apuesta por
develar el rostro humano escondido tras las estadísticas.
En las primeras décadas de la Revolución Cubana de 1959, la
emigración tuvo una connotación "ideológica y política". Por esa causa,
sucedieron múltiples rupturas familiares, aunque muchas se recompusieron
más tarde, detalla la experta. A partir de los años 90, el motivo
dominante de las salidas pasó a ser el económico.
Desde entonces, los vínculos familiares -entre quienes quedan en Cuba
y los que se van- suelen mantenerse, salvo excepciones, abunda. Por esa
razón, argumenta, buena parte de las personas emigradas vienen de
visita y luchan por la reunificación tan pronto se estabilizan en su
lugar de acogida.
Según los resultados de estudios liderados por Martín desde hace más
de 15 años, "la forma de relacionarse la familia se transformó. El padre
o la madre están ausentes físicamente, pero siguen presentes a través
de la manutención, el regalo, la ayuda económica y la comunicación por
medios como el correo electrónico y el teléfono".
Incluso, "desde aquí se ayuda económicamente a la persona que emigró.
Por ejemplo, muchos jóvenes enfrentan dificultades para adaptarse a la
sociedad receptora, por carecer de recursos. Sus familiares de aquí los
apoyan, aunque parezca casi imposible por la crisis económica que
atraviesa Cuba", revela la experta.
El hijo menor de Luisa María Ramírez recibe una que otra remesa de
sus padres desde La Habana. "Hace más de un año se fue a Perú y no ha
podido prosperar", relata a IPS esta jubilada, que trabaja a tiempo
parcial en un restaurante privado. "Cada vez que podemos le mandamos
algo", asegura.
"De mis tres hijos, solamente uno está a mi lado", confiesa Ramírez.
Hace siete años dijo adiós a su hija mayor, que reside en Estados
Unidos. "Ella necesitó poca ayuda. Ahora solo deseamos que nuestros
hijos que están fuera vengan a vernos y que permanezca con nosotros el
que está aquí".(FIN/2012)