Los
pendejos, sumados uno por uno, suman millones, aquí y en el resto del mundo. Los
pendejos, actuando individualmente, se convierten en presas fáciles de dominar
y llenar de espanto, porque un pendejo no es más que eso, un pendejo, incapaz
de reaccionar ante la humillación de que es objeto permanentemente.
Un pendejo
enajenado culturalmente, que no sabe quién es, que no se conoce a sí mismo, no
podrá liberarse del yugo que lo condena
al ostracismo más abyecto y desarmado.
Entre la
bachata embrutecedora, el aguardiente que emborracha y aturde la pobreza, hay
todo un mundo de dolor ensangrentado que pueblan los pendejos.
Para los
pendejos no hay educación, ni salud. Por eso son pendejos.
Para los
pendejos no hay salarios decentes, ni pensiones dignas. Por algo son pendejos.
Para los
pendejos no hay viviendas que les devuelvan su condición humana más elemental.
No en balde son tan pendejos.
(Hay que ser
muy pendejo, pero demasiado, para votar cada cuatro o cada dos años por la
misma gente que promete y no cumple, que miente, roba, mata, y empobrece al pueblo)
Conociendo
su miedo, su temor a la represión, la cárcel y la muerte, los gobiernos abusan
del pendejo. Lo manipula, lo extorsiona, lo chantajea y lo envuelve en un manto
de mentira y locura a través de los medios de comunicación.
Un pueblo
ignorante y hambriento, embrutecido por la radio y la televisión, las
telenovelas y el estúpido cine criollo, no encuentra el camino hacia su
liberación. De algún modo está condenado al pendejismo, que parece ser una
categoría histórica en la República Dominicana.
Los pendejos
bailan y ríen en la calle. Aplauden, saltan y ríen cuando llega la luz después
de horas de apagones financieros. ¡Qué pendejos!
Los pendejos
disipan sus penas en los estadios de béisbol, en los colmadones y los prostíbulos.
Los pendejos
juegan su suerte en las bancas de cada esquina sin saber que siempre perderán.
Para los
pendejos hay más bancas que escuelas y hospitales.
El narco y
el micro tráfico han llegado hasta los barrios para llevarle muerte y
desolación a los pendejos. (Drogados hasta el delirio no podrán liberarse
nunca)
Para los
pendejos las migajas del robo y la corrupción en el Estado que enriquece a
dirigentes políticos y funcionarios. (La miseria de los pendejos es la riqueza
de muchos políticos ladrones).
Mientras los
pendejos sigan actuando y pensando individualmente, y no colectiva y masivamente, serán pendejos
toda su vida, igual que sus hijos. El pendejismo
es una herencia maldita y fecunda.
Solo cuando
los pendejos hagan conciencia de su condición de pendejos y decidan organizarse en todos los rincones del
territorio nacional para iniciar una lucha, dirigida por ellos mismos (los
pendejos); entonces, y solo entonces, podrán dejar de ser pendejos, podrán
liberarse del miedo y la explotación salvaje que los condena a la pobreza
eterna.
¡Si los
pendejos se unen, y luchan, dejaran de ser pendejos!