No soy
medallita de oro para gustarle a todo el mundo. Tampoco pretendo, ni quiero serlo. No me gusta
el consenso porque es propio de pusilánimes en tiempos dictatoriales.
La
contradicción y la pluralidad, son elementos propios de la libertad de
expresión y difusión del pensamiento, con lo cual he estado de acuerdo siempre.
“No estoy de
acuerdo con usted, pero defiendo hasta la muerte el derecho que tiene de
expresarse”, dijo alguien.
Y otro dijo:
“Sólo los estúpidos no se equivocan”. ¡Siempre están equivocados!
Por otro
lado, querido compañero, la verdad es un espejo roto. Cada quién tiene un
pedazo, solo los hechos dicen quién tiene la razón.
No suelo
leer los comentarios, a favor o en contra,que generan mis artículos en el vespertino El Nacional, como en otros
medios digitales donde se reproducen,algo que agradezco infinitamente.
Yo solo digo
lo que pienso. No busco complacencia ni aplausos. Adhesión, ni rechazo. Soy
libre. Solo eso, querido compañero.
La
autenticidad es un valor que se ha perdido en nuestro medio. La gente quiere
vivir de poses, engañándose a sí mismo y engañando a los demás.No es mi estilo.
Yo vengo de
la izquierda revolucionaria y del marxismo-leninismo. Mis virtudes y defectos
ideológicos resultan de esa práctica y de esa formación a la que no puedo
renunciar aunque quiera. Estoy muy viejo para cambiar. Soy un izquierdista que
milita en un partido derechista. ¡Qué vaina y que contradicción!
No escribo ni hablo por encargo. No soy un
mercenario de la comunicación. Mucho menos un sicario de los que abundan hoy
día en la prensa. Nadie me paga por decir lo que digo. Tampoco nadie me ordena
decir lo que digo. Soy el único responsable de lo que digo o escribo. Nadie
más.
No siempre
tengo la razón. Me equivoco constantemente. Y qué bueno que sea así porque es
la mejor manera de entender que no soy infalible, que soy humano. A mí tampoco
nada “humano me es ajeno”.
La discusión
que han originado algunos de mis artículos entre compañeros y compañeras del
Partido Revolucionario Dominicano residentes en Estados Unidos me satisface
enormemente porque refleja un nivel de madurez que ya quisieran los compañeros
de Santo Domingo y el resto del país tener.
El PRD tiene
que convertirse en un verdadero partido político donde se respeten sus
estatutos y sus organismos.Desde hace
muchos años el PRD dejó de ser un partido para convertirse en una federación de
grupos que solía unirse en los procesos electorales. Miguel Vargas se encargo
de que eso no ocurriera durante la campaña electoral pasada. Al contrario,
traicionó al PRD para que no llegara al poder.
El PRD de
hoy no tiene espíritu de cuerpo. Ni vocación de poder, ni ideología que lo
guíe. Tampoco tiene una estructura organizativa poderosa que le permita
accionar en estos momentos de crisis en que la democracia y el país están en
peligro.
Es tarea de
los compañeros y compañeras de Estados Unidos, Europa y el país,reconstruir al PRD sobre bases políticas e
ideológicas que lo diferencie de los demás partidos; dotándolo de una
estructura orgánicaalrededor de los
colegios electorales, fortalecer los frentes de masas y demás instituciones
internas. Es obligatorio, además, disciplinarlo haciendo cumplir estrictamente
los estatutos. Solo así el PRD podrá ponerse en condiciones de alcanzar el
poder más temprano que tarde, por la vía electoral o por cualquier otra. Pero
eso no es posible con Miguel Vargas.