<b>
Desde
el punto de vista del peritaje, el informe que se espera del caso de la
muerte de la joven y traicionada doctora
Montero Vargas debe tener el lenguaje científico de los forenses, cuyo acierto
comprenderá “la buena forma, la buena costumbre”. </b>
El informe puede ser
categórico, aunque se sabe que los hechos biológicos no tienen la naturaleza de
la matemática; si un informe puede decir que hubo veneno y demostrar cual
veneno, se considera que la verdad del hecho no tiene áreas oscuras; pero puede
llegar a conclusiones negativas, imprecisas, y puede ser desmentido por
expertos que desde fuera analizan el caso.
No existen en la medicina legal
tablas especiales para determinar la verdad absoluta de los hechos. Pero si
existe entre los forenses, la regla de producir discusiones en la forma de
ampliaciones y repreguntas, para completar algunos puntos pendientes y que el
perito vuelva a repensar el caso, en base a meditación y no en base a una reacción
improvisada.
El
pueblo es impaciente y se opone todo el tiempo al trabajo concreto que el
perito lleva a cabo, apelando a “generalizaciones” y “aforismos”. ¿De qué murió,
finalmente, la malograda doctora? Sólo el Estado lo puede declarar. Esa es la
verdad, al final de todas las interrogantes planteadas por la investigación
criminalística, cuya naturaleza es aportar los elementos de pruebas a la
administración de justicia.
La verdad de un hecho sólo se descubre a través de
las huellas o indicios, y ameritan tecnología avanzada, metodología
investigativa y estudio riguroso; por lo delicado de esta verdad, el estudio
tienen que llevarlo a cabo los funcionarios autorizados, quienes pueden manejar
de manera correcta los instrumentos que permiten conocer los indicios.
Partiendo
del principio de intercambio de indicios, y tratándose de una muerte indiciaria
de suicidio y al mimo tiempo de una causa natural, debemos regirnos por la
regla de que nadie que a su paso por el lugar del suceso no deje tras de sí
alguna “huella aprovechable.” El intercambio de los indicios que se ha de
buscar ocurre entre el autor, la víctima y el lugar. La correlación puede darse
entre víctima y lugar, como también entre victimario y el lugar de que dispone
el investigador. Perfectamente la fallecida victima llego envenenada al lugar o
un inesperado hecho de su dañada salud le precipitó a la muerte.
Está,
finalmente, la metodología empleada por los médicos legistas que es conocida
como la “época de la muerte”, que transcurre entre el tiempo en que ha ocurrido
el deceso y el momento en que lleva a cabo el examen del cuerpo. Esta
metodología está amparada en datos numéricos medidos como base de poder
establecer el cálculo de la época de la muerte, debiéndose analizar la
situación con el mayor cuidado. Lo malo es que muchos de nuestros legistas no
saben nada de medicina forense y muchos médicos forenses están sin empleos, al
término de la residencia de medicina forense, que el sistema gubernamental le
provee.