<b>Se atribuye solamente a los jóvenes estar indignados, aunque los viejos
también lo estemos. Estamos indignados por la desigualdad social prevaleciente,
todos lamentamos y elevamos nuestra protesta pacífica por la mella que hace a
nuestros bolsillos una reforma fiscal que pretende cubrir el déficit de una
fiesta en la que no hemos participado.</b>
Es sumamente aleccionador que las protestas en Santo Domingo, Santiago y
otras localidades del país contra ese llamado “paquetazo” hayan transcurrido sin violencia, sin
incendio de neumáticos ni colocación de obstáculos en las vías públicas, lo que
demuestra que la juventud contestataria y las organizaciones que la apoyaron
han madurado. No tengo la menor duda de
que más temprano que tarde de esa juventud surgirán nuevos líderes, que actúen
con prudencia y raciocinio, que en algún día que no veremos por razones de edad
llegarán a dirigir con honestidad los destinos nacionales, si no es que se
corrompen en el trayecto.
Modestamente, en nuestra juventud luchamos e incluso arriesgamos nuestras
vidas, sin ser héroes, por las mejores causas de este país, de manera que
conocemos muy bien lo que significan los reclamos de los jóvenes de hoy,
abrumados por tanta desvergüenza política, de uno y otro bando.
La reforma fiscal, ya promulgada después de haber sido aprobada en cuestión
de minutos, fue precedida de abusos contra los consumidores, pues en muchos
supermercados, farmacias y simples
colmados aumentaron los precios de numerosos productos, arbitrariamente y sin
ningún tipo de compasión para los consumidores.
Como periodista que al que no le gusta hablar pendejadas, les comento que
unas pastillas llamadas Pantecta 20, en una cajita de siete tabletas, aumentó
de RD$550.00 a RD$818.00, es decir, RD$268.00. El producto en cuestión, de la firma Novartis, está indicado
para tratar “lesiones y alivios de síntomas gastrointestinales que requieren de la reducción de la secreción
de ácidos gástricos”, que es precisamente de lo que sufro. Casi RS$117.00
diarios si solamente tomo una, cuando deberían ser dos. Si en este último caso
se multiplica RD$234.00 diarios por 30 que tiene el mes, estamos hablando de un
desembolso de RD$7.020.00 mensualmente.
Pero también hay que incluir otros productos, como por ejemplo el Dilantín,
que usa mi hijo Santiaguito, con una hidrocefalia compensada después de nueve
cirugías del cerebro, que aumentó casi RD$300.00. Ese es un producto para evitarle convulsiones
derivadas de la hidrocefalia ya compensada que padece, pero que tiene que tomar
diariamente. Y el Carsipril, indicado en el tratamiento de la hipertensión
arterial y en la insuficiencia cardíaca congestiva. Es un diurético anti-hipertensión, que tiene
que utilizar mi esposa. Su precio aumentó en más de RD$200.00.
Esto es sin contar los aumentos de precios de artículos de consumo diario
en supermercados y colmados, antes de que fuera promulgada la reforma fiscal.
Los comerciantes llaman a esto “el costo de reposición”, es decir, aplicar
aumentos a productos adquiridos con anterioridad, pero que luego tendrán que
reponer con los aumentos que se vislumbran.
En una palabra, la clase media sencillamente desaparecerá, más temprano que
tarde, lo cual tendrá serias repercusiones para el comercio y la estabilidad
democrática. Si la clase media disminuye su capacidad de compra, los negocios
irán a la quiebra. Pero como también la clase media siempre ha sido la que
motoriza la economía, si se degrada el país se estancará en muchos aspectos.
Si los problemas comentados ya están afectando a los menos pudientes,
tenemos que estar vigilantes para que a alguien no se le ocurra usar un
encendedor en un guayabal seco, pues el
incendio podría ser peor que un llano en llamas.