El Comisionado
Dominicano de Cultura en los Estados Unidos está a punto de cerrar sus puertas,
no voluntariamente, sino porque un juez de la Corte de New York, luego de haber
sido flexible tres veces, negó otra extensión a la fecha de pago de alquiler de
sus instalaciones. Además, el propietario del edificio ha rehusado renegociar
con la administración del Comisionado, debido a los incumplimientos de promesas
anteriores de pago de parte de esa institución.
En otras
ocasiones he hablado de la importancia y la necesidad de mantener viva la única
institución de promoción y difusión de la cultura dominicana en territorio
estadounidense. El Comisionado es el espacio físico a donde la comunidad
cultural dominicana acude a satisfacer sus necesidades espirituales. Gracias a
ese Comisionado la diáspora dominicana neoyorquina y áreas circunvecinas tienen
una feria de libros, un concurso literario anual, un festival de teatro, una
sala de exhibición para los artistas plásticos, una sala de conferencia para
escritores, poetas e intelectuales, un escenario para los folkloristas y un
capítulo de publicaciones de libros, entre otras cosas.
Las autoridades dominicanas
correspondientes, particularmente la presidencia de la República quien otorga
los recursos económicos, y su intermediario, el Ministerio de Cultura deben
resolver definitivamente las dificultades que mes tras mes tiene el Comisionado
Dominicano de Cultura en los Estados Unidos para cumplir con sus obligaciones
económicas. Debemos erradicar, de una vez y por todas, la trillada idea de que
las deudas de un gobierno o presidente no son responsabilidad de su sucesor. El
Estado dominicano debe actuar como tal; es decir, como un Estado, porque desde
nuestro origen como nación hasta el presente solamente pensamos como gobierno.
Además, si alguno de los más de veinte Ministerios existentes en el país
incurrió en errores en la pasada gestión, esta es la mejor oportunidad para
aplicar el “corregir lo que está mal” pregonado tan insistentemente en la
campaña electoral del presidente actual.
Cualquier
inversión que haga el gobierno dominicano en el Comisionado Dominicano de Cultura
en los Estados Unidos no es una dádiva a la diáspora dominicana estadounidense.
He aquí algunos datos que avalan mi aseveración. Informes del Fondo Mundial de
Inversiones, apéndice del Banco Interamericano de Desarrollo, dan cuenta de que
en el 2011 los dominicanos residentes en el exterior enviaron al país 3,131
millones de dólares, sin incluir el dinero que llevan los viajeros durante el
año, especialmente en época navideña.
Esa cantidad de
dólares transferida a pesos dominicanos equivale a 122, 210 millones de pesos;
es decir, el 28% del presupuesto nacional para el 2012. De ese porcentaje, el
20% procede de los dominicanos establecidos en los Estados Unidos y sirve para proporcionarle
alimentos, medicinas, vestimentas, etc. a, por lo menos, tres millones de compueblanos.
A eso se suma el significativo alivio que reciben los gobiernos dominicanos al
no tener ninguna responsabilidad de proporcionarle salud, educación, servicios
sociales y fuentes de empleos a más de un millón criollos que reside fuera del
país.
Estas
informaciones y estadísticas son hartamente conocidas por los gobiernos
dominicanos pero como, cuando nos conviene, dejamos que la amnesia nos invada,
siempre es oportuno recordarlas. Entonces, ante esa realidad indiscutible, es
injusto y descabellado que el gobierno dominicano no retribuya con una migaja
cultural, a través del Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos,
a quienes les dan una tajada tan grande.
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