<b>JERUSALÉN, 19 nov (IPS) – El ataque de Israel a
Hamás parece una "remake" de la guerra de 2008-2009 contra la palestina
franja de Gaza. La diferencia radica en si intentará conseguir lo que no
pudo la ofensiva anterior: derrocar de una vez por todas al Movimiento
de Resistencia Islámica.
Para ampliar la operación, el ejército israelí convocó a 75.000 reservistas. Hace cuatro años se movilizaron menos de 10.000.
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El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
Ban Ki Moon, viajó este lunes 19 a El Cairo, sumándose a los esfuerzos
mediadores de Egipto para conseguir un cese del fuego entre Israel y
Hamás.
El actual conflicto ya causó un centenar de muertos palestinos y tres israelíes.
Cuando lanzó la operación "Pilar de Defensa", el miércoles 14, con el
asesinato del comandante del ala militar de Hamás, Ahmad Jabari, y la
destrucción de la mayor parte de su arsenal de misiles Fajr de largo
alcance, el objetivo declarado de Israel era, de algún modo, modesto empujar al movimiento islámico a un cese del fuego a largo plazo que
incluyera a todas las facciones islamistas, garantizando así la
tranquilidad en su frontera sudoccidental.
Pero los medios empleados distan de ser modestos.
La fuerza aérea y la marina de guerra de Israel utilizaron lanzamisiles,
búnkeres y centros de comando en cientos de ataques, 200 solo en la
noche del viernes 16. Al día siguiente fue bombardeada la sede de Hamás,
y este lunes 19 el edificio donde funcionaba el canal de televisión Al
Aqsa.
A su vez, cientos de misiles cayeron en ciudades y poblados israelíes
ubicados en un radio de 40 kilómetros de Gaza, matando a tres civiles.
Por primera vez desde la primera Guerra del Golfo (1991), misiles de
largo alcance llegaron al área metropolitana de Tel Aviv, sin causar
daños.
"Todas las señales sugieren que Israel se ha fijado un objetivo
relativamente modest una tregua a largo plazo", escribió el analista
de defensa israelí Ron Ben-Yishai en el periódico centrista Yedioth
Ahronoth. Pero no hay señales plausibles de que Hamás esté listo para
semejante tregua.
Hace cuatro años, al inicio de la operación "Plomo Fundido", Israel
todavía gozaba de una relativa libertad de acción y del apoyo de
Occidente.
Un factor que podría limitar a sus Fuerzas Armadas ahora es el riesgo de
que la ofensiva conduzca a un uso aún más desproporcionado de la fuerza
y a una indiscriminada matanza de civiles palestinos.
En la guerra que se desarrolló entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18
de enero de 2009 murieron 1.400 palestinos, 300 de ellos menores de 18
años. En un informe divulgado en septiembre de 2009 por una comisión
investigadora liderada por el juez Richard Goldstone, Israel fue acusado
de crímenes de guerra.
Entonces, el gobierno israelí argumentó que había restablecido su
capacidad de disuasión. En efecto, períodos de calma se alternaron con
otros de tensión. Este año, con 750 misiles lanzados contra Israel por
las guerrillas palestinas antes de la actual escalada, los paréntesis de
tranquilidad duraron cada vez menos.
Además, hay una consideración importante en los planes de contingencia
israelíes para un eventual ataque por tierra: la Primavera Árabe ha
cambiado la región, cercando a Israel en sus fronteras del norte y del
sur y atizando la sensación de inseguridad prevalente en el país.
En el plazo de una semana, bombardeos errantes lanzados por el ejército
de Siria contra posiciones de grupos rebeldes de ese país aterrizaron en
los altos del Golán, ocupados por el Estado judío, sumándose al ataque
con misil que Hamás se atribuyó contra un jeep israelí, el "fósforo"
que, dice Israel, encendió el conflicto actual.
Israel tomó represalias dos veces, bombardeando posiciones sirias.
También enfrenta ataques guerrilleros desde el Sinaí, una región egipcia
adyacente a la franja de Gaza.
De ahí que la actual ofensiva también busque poner a prueba la reacción
de Egipto, cuya cooperación es necesaria para mantener en vigor el
tratado de paz de 1979, así como la estabilidad en el Sinaí y en Gaza.
Al retirar al embajador egipcio de Israel y solicitar la intervención de
Estados Unidos y de la Liga Árabe, el presidente Mohammad Morsi pareció
mostrar su preferencia por la diplomacia. El viernes 16 envió al primer
ministro Hesham Qandil en una breve visita de solidaridad a Gaza.
El motivo ulterior de Israel puede ser simplemente ese: no solo enviar
un mensaje de disuasión a Hamás a través de Egipto, sino mostrar al
mundo árabe –incluida la organización chiita libanesa Hezbolá– y más
allá, incluso, a Irán, que el Estado judío todavía es fuerte y ataca
cuando se siente amenazado.
En términos generales, la operación es funcional a los intereses de
ambos adversarios. Sirve a Israel en parte porque, mientras continúe,
deja de ser un problema acuciante la intención del presidente de la
Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, de que la Asamblea General
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) apruebe a Palestina como
estado no miembro.
Luego de haber evitado que facciones palestinas más extremistas
bombardearan Israel durante cuatro años de incómoda "cooperación" de
seguridad con el Estado judío, Hamás finalmente puede recolocarse como
vanguardia de la resistencia contra la ocupación.
Además, el desconocimiento de Hamás con una tregua impuesta por Israel
constituye una táctica deliberada para arrastrar a los militares
israelíes hacia Gaza, en una "remake" de la guerra de 2008-2009, con la
esperanza de que la invasión despierte el oprobio internacional.
En la noche del viernes 16, se lanzaron misiles Fajr contra Jerusalén y cayeron en la Cisjordania ocupada.
Al menos en teoría, la arriesgada política de Hamás podría conducir a lo
que no consiguió la anterior guerra de Gaza: que ese movimiento sea
derrocado tras cinco años de mandato, y reemplazado por la ANP de Abbas.
Pero Hamás e Israel saben bien que es improbable que la ANP asuma el
control de la franja en esas condiciones. Y también es muy difícil que,
habiéndose retirado de Gaza voluntariamente en 2005, Israel quiera
volver a ocuparla.
Además, con los antecedentes negociadores del primer ministro Benjamín
Netanyahu, el período de gracia que disfruta Israel tendrá corta vida si
el mandatario ordena una invasión total de Gaza.
Por último, la perspectiva de que en dos meses Netanyahu sea reelecto
puede tener un efecto moderador sobre la ofensiva, si bien es funcional a
los cálculos del primer ministro que la seguridad –y no a la paz ni los
asuntos sociales– ocupe en un lugar prioritario en la agenda de la
campaña electoral.
Después de todo, que Israel siga enredado en Gaza por tiempo prolongado y
muy cerca de la fecha de las elecciones puede poner en riesgo las
chances electorales de Netanyahu.
Sin embargo, mientras Hamás se niegue a acordar una tregua con Israel,
la ofensiva continuará, con todos sus peligros de una confrontación más
profunda y agresiva.
(FIN/2012)