<b>Nadie quiere
salir de sus casas por miedo a ser asaltado, vejado, violado, encarcelado, golpeado,
secuestrado, asesinado, desaparecido y lanzado al fondo del mar para que no lo
encuentre nadie.</b>
Así estamos
todos: Paranoicos.
La paranoia
es “perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas”, dice el
diccionario.
Nadie quiere
salir de sus casas por miedo a ser asaltado, vejado, violado, encarcelado, golpeado,
secuestrado, asesinado, desaparecido y lanzado al fondo del mar para que no lo
encuentre nadie.
Pero las
casas ni los apartamentos garantizan seguridad. Los hogares se han convertido en verdaderas cárceles.
Parecen bunkers, con alarmas, rejas de hierro, policías privados. (¡Nos estamos
cagando del miedo!)
Si los
jóvenes salen a la disco, al cine o la universidad, los madres no pueden
acostarse y dormirse. Tienen que esperar, temerosas, que los muchachos lleguen.
Si el teléfono timbra el corazón le da un vuelco. Teme hablar para no recibir
una noticia trágica.
Las calles
se han convertido en selva de acero y cemento donde sobreviven los más
fuertes.En cada esquina, tienda,
supermercado, farmacia, colmado, los delincuentes acechan para luego dar el
golpe que puede ser mortal.
Nadie está a
salvo. Nadie se siente seguro.
Los
ciudadanos caminan de prisa, casi huyendo. Miran hacia un lado y otro. Si
alguien se acerca mucho corren; si conducen un vehículo y ven por el espejo
retrovisor una motocicleta, o un carro “raro”, se ponen en alerta roja.
La gente ve
delincuentes y asesinos en cualquier persona que se nos acerca. Y se llena de
pánico. ¡No es para menos!
Un agente
policial produce espanto. Nadie sabe si
es un delincuente vestido de policía, o un policía delincuente. (Policías y
militares, con civiles, suelen formar bandas asesinas)
Los
ciudadanos perdieron la confianza en quienes deben protegerlos. A los que les
pagan para que los cuiden, les roban y los matan.
¡No es
casual que estén aterrados!
Todos los
días nos enteramos por la televisión, la radio, los periódicos y las redes
sociales de atracos, robos, secuestros y asesinatos. Cada día los capos actúan
con más libertad, desarrollando técnicas y métodos nunca vistos. Los
delincuentes no tienen ningún respeto por la vida. Matanpor placer.
El ciudadano
o ciudadana que no ha sido víctima de un asalto, un robo, una violación, un
atentado, un secuestro, sabe de un pariente, amigo o relacionado. Y las historias
corren por doquier. Se escuchan en los centros de trabajo, en las universidades
y en las esquinas.
La
inseguridad nos está matando de un modo o de otro. Y esa inseguridad nos ha
provocado una paranoia colectiva, masiva. Muchos terminaremos, si es que no lo
estamos ya, traumatizados, esquizofrénicos, enfermos mentales obligados a
visitar el psiquiatra. Pero no hay psiquiatra que pueda curarle el miedo a más
de diez millones de personas.
Es el
gobierno, a través de las instituciones del Estado, que debe garantizar la
seguridad de todos los ciudadanos. Pero si ese gobierno está corrompido, no
tendrá calidad moral, ni voluntad política, para combatir el crimen y el
delito. Por el contrario,será cómplice
de los narcotraficantes, lavadores, asesinos y delincuentes, contribuyendo así
al caos y la paranoia de la gente que gobierna.
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