La iniciativa de envejecer el parque vehicular del país con el supuesto propósito de favorecer a los adquirientes de menores ingresos, aprobada al vapor en la Cámara de Diputados, me parece absurda.
No hay peor daño que se le pueda hacer a una persona con ingresos fijos o circunstanciales, que el de la facilitación de la compra de un vehículo viejo, cosa que es distinta a la de un vehículo usado.
Supongamos que como patrón, amigo o familiar, usted tenga la posibilidad de regalarle a una persona el inicial para la adquisición de un vehículo viejo, ¿cree usted que le está ayudando a resolver un problema o lo está empujando a uno mayor?
A no ser que el beneficiario sea mecánico o tenga conocimientos que le permitan resolver,por sí mismo los fallos frecuentes, lo que se ha facilitado no es otra cosa que una nueva carga, pero los comerciantes que propician esa decisión entendiendo que al bajar años y precios tendrán un mayor mercado, lo único que lograrán será deteriorar la actividad de venta y financiamientos de vehículos.
El ochenta por ciento o más de los que nos desplazamos en vehículos nuevos y usados por las calles y carreteras del país, lo hemos adquiridos con financiamientos, en el caso de los nuevos más económico y flexible porque es uno de los puntos de competencia de la banca comercial, que organiza y auspicia ferias que se constituyen en una especie de ventanilla expresa para la rápida compra de un vehículos a tasas llevaderas, mientras los que adquieren vehículos usados pagan financiamientos más oneroso en un mercado de escasa transparencia y cero supervisión.
El margen de ganancia importante de los vendedores de vehículos usados, no está de éstos, sino en el financiamiento, y entienden que al envejecer la oferta ampliarán la demanda sin percatarse de que pueden estar creando una burbuja similar a la que experimentó el mercado inmobiliario de los Estados Unidos.
El que se transporta en un vehículo en buenas condiciones, nuevo o usado, aunque esté pagando un financiamiento alto, se está beneficiando del uso de su inversión, pero que pasará con los compradores de vehículos viejos, con financiamientos que tendrán que ser más altos, en el momento en que se vean con una deuda insoportable y un vehículo dañado, sencillamente se tornarán insolventes.
Lo otro para lo que habrá que prepararse será para un relajamiento del mercado, al disminuir la capitalización que se requiere para operar un negocio de venta de vehículo, muchas personas se animarán al negocio de la importación y volveremos a los tiempos en que el frente de cualquier casa, tomando el espacio público, se convertirá en puesto de exhibición y venta de automóviles.
No es cierto que un estudiante que sea enviado a la universidad en un vehículo viejo esté más seguro que el que ande en transporte público, sino que por el contrario está más expuesto al peligro, amén de las terribles incomodidades de parqueo, que por lo general se consigue a varias cuadras del destino final.
El Estado no puede ser un promotor de soluciones individuales que lo que hacen es caotizar más la vida urbana, el énfasis debe ser puestoen las opciones colectivas.
Tenemos que propiciar mayor seguridad para que el ciudadano dominicano se anime a disfrutar de su ciudad, recorriendo algunos trayectos a pie, es por la inseguridad que se enciende un vehículo hasta para moverse a una cuadra.