<b>Ignoro si a algunos de los
lectores de este medio de comunicación les ha tocado vivir soportando a malos
vecinos, que son aquellos “inhóspitos”, como dice mi esposa Altagracia Lora,
porque parece que no están acostumbrados a socializar con los demás.</b>
Hace tres años, vendimos nuestra
residencia en la avenida principal de Manoguayabo, porque el continuo
tránsito vehicular, de día y de noche, no nos dejaba descansar, aparte de que
era un peligro seguir con un pequeño colmado que teníamos en un sector en el que fueron atracados farmacias y establecimientos donde se venden accesorios
para automóviles de todo tipo. Esto es sin incluir los atracos que se producían
en la misma esquina de mi casa, especialmente en la noche, cuando se producían
apagones.
Simplemente, vendimos la casa, y compramos otra en las inmediaciones,
específicamente en el sector El Caliche, que también pertenece a Manoguayabo.
Se trata de una casa de tres plantas, cercada por todas partes, en un lugar
apacible donde no hay drogas, ni atracos, ni desórdenes, salvo las esporádicas
discusiones entre chismosos y chismosas del barrio, algo que se repite en otros
sitios. Creo que El Caliche es uno de los lugares más apacibles de Santo
Domingo Oeste e incluso de la provincia de Santo Domingo, sin exageración
alguna. En las mañanas, solo se escucha el cantar de las avecillas, sin ruidos
de automóviles ruidosos, ni desórdenes de borrachos.
Pero no podía ser verdad tanta belleza. Un día, mi vecina inmediata,
sin siquiera conocerme, se apareció en su vivienda moviendo hacia otro lado un
tanque de 55 galones
que utilizamos para echar la basura, con tapa y todo, vociferando que ese era “su
frente”, cuando en realidad el recipiente estaba pegado de la pared de mi
marquesina. “Ustedes no tienen frente. Este frente es el de mi casa”, dijo,
como si la entrada principal de mi residencia le perteneciera.
Fuimos a la fiscalía de Las Caobas, donde el representante del
Ministerio Público, al examinar las fotos que les llevé, le dijo a la querellante:
“Señora, en un país con tantos problemas de pobreza, corrupción, de
inmoralidades, de violencia, ¿usted viene aquí a dilucidar un asunto
intrascendente? Mi decisión es que el tanque del señor Estrella Veloz se queda
donde está, pues no molesta a nadie”.
Mi casa queda al fondo de una calle estrecha y el de la vecina en la
parte derecha, de manera que ambas entradas forman una letra L. Según esa vecina,
nosotros no tenemos frente, que en este caso es en la parte final de la L. El
anterior inquilino de la vivienda, al ser tan estrecha la calle, siempre nos permitía dar reversa en nuestro
auto hasta mediados de la marquesina, para poder salir de frente. Pero la mala
vecina colocó una cadena para que, aun con autos mal estacionados, uno tenga
que hacer malabares para poder salir de reversa hasta la calle que nos permite
dirigirnos a la ciudad.
El asunto quedó ahí con la decisión del fiscal, pero luego de ese
incidente la citada vecina dejó acumular
basuras frente a la entrada de su casa, diciendo que ese es “su frente” y que,
por tanto, hace lo que le da la gana, aparte de que cuando los martes y sábados
llega el agua, deja abiertas llaves a propósito, para que nuestro frente se
inunde de lodo, con basuras además.
No voy a abundar mucho sobre esto, porque he sido más que tolerante,
pero ahora resulta que hay otra vecina de la parte posterior de mi residencia,
donde tengo un portón alternativo de salida de emergencia, que hace unos días
intentó construir una pared que
obstaculizaría mi salida por allí a una calle que es pública. Esa señora,
llamada Ana Luis Lafontaine, alias doña
Chicha, dice que esa es “mi calle”, porque la construyó su madre no sé quién y
que “nadie puede utilizarla”.
La cuestión es que esa señora se buscó a unos haitianos para que construyeran
la pared, lo que el autor de este artículo, junto a mi hijo Julio, impedimos
llamándoles severamente la atención a los extranjeros en el sentido de que no
podían continuar su trabajo. Esos haitianos halaron una pala, un martillo y una
varilla de construcción para, en actitud
amenazante, intimidar a mi hijo, quien se levantó la falda de la camisa para
que se dieran cuenta de que estaba armado, sin que en momento alguno disparara
o la rastrillara. Mi hijo, en su calidad de comerciante, porta una pistola con
su debida licencia legal.
Sucedió entonces que la tal señora doña Chicha se quejó ante la
fiscalía de Manoguayabo, junto a una dama que no tiene ni arte ni parte en este
conflicto, pero que al parecer la asesora, diciendo que mi hijo la encañonó con
un arma de fuego, una verdadera mentira. Mi hijo ha sido educado para respetar
a las mujeres y a los demás, sin que jamás haya sido acusado de delincuente,
drogadicto o cosas por el estilo. Incluso vive en mi casa, y a pesar de ser un
hombre de 39 años y con tres hijos, todavía me dice “usted y sí señor”. Y si
está fuera de la casa, sea donde un amigo o en la de sus hijos, siempre se reporta
antes de ir a otro sitio, como una señal de respeto.
No es la primera vez que la señora Lafontaine o doña Chicha tiene
problemas con vecinos. Antes de nosotros comprar la casa donde vivimos al señor
Tavito Vallejo, este nos comunicó que duró varios años en los tribunales para
impedir que esa señora tapiara su salida posterior a una calle pública. Según
su testimonio, el caso llegó incluso a la Suprema Corte de Justicia, que
habría declarado inadmisible los recursos legales interpuestos por la señora
Lafontaine, a tal punto que el Ayuntamiento de Santo Domingo Oeste, en otra
administración que no es la actual, derribó tres veces dicha pared, en
cumplimiento de una decisión judicial.
Una calle, aunque sea construida por quien sea, se convierte en pública
desde el momento mismo en que sea transitable. Usted puede poner un
transformador frente a su residencia para mejorar su suministro eléctrico en
caso de que haya un bajo voltaje, pero según la Ley ese transformador pertenece al Estado, en
este caso a la Corporación
Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEE). Usted
puede traer agua desde cualquier sitio
lejano a su casa, pero todas las tuberías que usted instale en una vía pública también
son propiedad del Estado, con derechos para la comunidad. Usted puede instalar
paneles solares en su casa, pero no puede desconectarse de la CDEE totalmente, pues tiene
que utilizar su energía aunque sea usando un solo bombillo o una bomba de un pozo tubular. Eso mismo sucede
con las calles: cuando usted sale de su marquesina o por la parte posterior,
sale a una calle de uso público, de manera que, según la Ley, ninguna persona puede
alegar que es dueña de una calle, aunque la haya construido, excepto aquel que la tenga dentro de su propio terreno, como
sucede con algunas fincas.
Ahora resulta que mi hijo julio, por un disparate de una pared que no
tiene sentido que la tal señora quiere levantar, dizque para que nadie use “su
calle”, junto a otra que nada tiene que ver con este asunto, es acusado de amenazas de muerte, argumento que utilizan
algunos en la creencia de que la
Justicia se lleva de versiones anodinas, sin pruebas, para
tratar de joderle la vida a un hombre que ni siquiera empleo tiene, y que
siempre se ha caracterizado por el respeto a sus padres y a la comunidad donde
vive.
Siento mucho tener que dilucidar estos asuntos personales públicamente,
pero a mi edad de 70 años, cincuenta de ellos dedicados al periodismo, no puedo quedarme callado. En este tramo
final de mi vida, quiero estar en paz, escribiendo artículos y mis libros
mientras pueda, en lugar de dedicar tiempo
a cuestiones judiciales que para mí no tienen sentido.
Pero, como decía el doctor Antonio Zaglul, padre dominicano de la
siquiatría, este es “un país de locos”, refrendado por otro colega de la
medicina que se llamó Máximo Beras Goico, hermano del inolvidable Freddy, no me
sorprende que estas cosas suceden, pero que sí molestan, porque tener malos
vecinos es peor que enfrentar a un
delincuente en el momento de un atraco. En ese caso, uno resuelve de inmediat
o no lo atracan o muere en el intento tratando de defenderse. Pero cuando el problema es con malos vecinos,
tiene que perder muchísimo tiempo en cuarteles policiales y fiscalías, dirimiendo conflictos que no
tienen razón de ser en una sociedad donde supuestamente impera un estado social
y democrático del Derecho.
Santiago Estrella Veloz
DiarioDigitalRD
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