<b>Debo empezar por reconocer que no soy un
especialista en la lectura de los libros del periodista Miguel Guerrero, más
bien soy un seguidor incansable de sus artículos de opinión como de sus comentarios
televisivos. </b>
Así, mi lectura de su libro “La Herencia Trágica del Populismo”,
de reciente publicación –y a la cual tuvo la gentileza de invitarme-, no es más
que un acercamiento a su comprensión de lo que Joaquín Balaguer llamara en una
notable conferencia de los años cincuenta del siglo XX, “La Realidad
Dominicana”. La diferencia consiste en que la exposición de Balaguer denota un
análisis prescriptivo sobre lo que a su juicio, era la realidad dominicana; en
cambio, en el Miguel Guerrero de “La Herencia Trágica del Populismo”, la
República Dominicana tiene a un cronista fotográfico de nuestro presente con
hondas preocupaciones ciudadanas.
Es decir, en el libro objeto del presente
comentario, no aparece el escritor sino el periodista comprometido con la
construcción de ciudadanía bajo una democracia que considera imperfecta porque
su clase política no es capaz de comprender las obligaciones de quienes
detentan el poder bajo un régimen democrático. No es Robert Dahl pero se
preocupa por determinar si la democracia criolla está en transición, se
consolida, o se profundiza.
Para determinarlo el concepto de ciudadanía
constituye el núcleo central de la obra, pues sin este, el autor entiende que
no podemos hablar de democracia. Parece un Juan Bosch de derecha que se
preocupa no por la suerte del pueblo de a pie sino por el ciudadano promedio.
En pocas palabras, Miguel Guerrero nos
convence de que los gobernantes que hemos padecido de 1966 a la fecha, nos han
defraudado y han degradado la democracia hasta límites muy particulares cuando
se los compara con los resultados obtenidos por otras sociedades del área en
menor tiempo de vida democrática. Afirma que la prolongación o no de la
responsabilidad compartida de cuatro gobernantes es indicativa de su grado de
culpabilidad.
El autor centra su análisis en la incapacidad
del ciudadano votante para comprender el valor del voto. Hecho al que atribuye
–con acierto- el escaso avance democrático del país. Todavía más profundo en su
análisis es Guerrero en su detenimiento en el uso de la mentira como arma
política. Pero a nuestro juicio, maneja ahí una diversidad de conceptos en los
que destila una aversión a la uniformidad en política que le permite ver que en
su valoración de la mentira está la clave del desastre dominicano, esto no le lleva
a describir el fenómeno con crudeza que espanta, la guía que siguen los
políticos dominicanos en materia del uso de la mentira como praxis política, son
las directrices y usos que sugiere Robert Green en su libro “Las 48 leyes sobre
el Poder”, libro pernicioso que ha sustituido a Maquiavelo en el cariño de los
políticos dominicanos. Y, a la vez, será la causa que como bien dice el
periodista escritor, llevarán al zafacón de la historia al sistema político
imperante en la República Dominicana.
En pocas palabras, Miguel Guerrero, ha
descubierto que los políticos dominicanos de los últimos 50 años, y no Satanás, son los padres de la mentira. El
texto pone así en juego, la verdad de que el arte de mentir es a los políticos
criollos lo que el derecho de informar es a los periodistas bajo un sistema
democrático y aun, como en el caso dominicano, en uno pseudo democrático. Destaca que aquí se
obedece al Presidente de turno mientras se desprecian las instituciones y se
viola la ley. Es un sistema corrupto donde no hay seguridad jurídica para la
inversión de capitales nacionales y extranjeros debido a la amplia
discrecionalidad de que gozan los funcionarios, como al hecho de que entre
obedecer a la ley y al caudillo, se decantan por lo último.
No existe en el comentado libro de nuestro
periodista, ni teoría política ni partidarismo como es usual entre nosotros, lo
cual es un logro del autor, pues esos casos son muy extraños en nuestro
ambiente. Más bien, lo que puede apreciarse, es un intento logrado de
contribuir a la creación de una ciudadanía responsable y crítica del poder. Sin
embargo, nos permitimos llamar la atención sobre el hecho de que el título no
guarda relación con el contenido del libro pues aunque el autor parte de una
reflexión sobre los momentos finales del dictador y tirano Rafael Leónidas
Trujillo Molina, no es suficiente para hacer paralelismo entre las prácticas
del tirano y las prácticas populistas. Más bien hemos padecido cierto cesarismo
político. Esto es, el populismo en cualquiera de su múltiples variables, es
superior en tanto y cuanto teoría política de los países en vía de desarrollo o
rezagados o como quiera llamárseles. El problema entre nosotros es el
personalismo, o lo que es lo mismo, los políticos en el poder –y esto lo
destaca Miguel Guerrero en su libro-, no trabajan siquiera para sus respectivos
partidos, trabajan para perpetuarse en el poder empleando a la corrupción como
mecanismo de legitimación política y la demagogia como circo.
Así, la obra de Miguel Guerrero ahora
comentada, es más bien hermana de la “Cartas a Evelina”, de Moscoso Puello,
ambas hacen una radiografía de la praxis política de la República Dominicana,
en sus respectivos momentos históricos, con gran acierto; ambas parten de la
ciudadanía como preocupación al margen o bien a pesar de la politiquería y las
lisonjas al poder. No estamos ante medradores del poder sino ante personajes
que sienten asco por las genuflexiones de su medio ante el poder del momento.
Son una clase particular de críticos que no lo hacen porque desean ascender al
poder del Estado, porque son competidores, ni porque estén al servicio de
intereses mezquinos. Todo lo contrario, son críticos porque aborrecen el poder
y desean una democracia funcional y al servicio de la ciudadanía. Por eso no
tienen sino reproches para la clase política.
Desconocemos el impacto que dicho libro
tendrá en los coterráneos contemporáneos al autor, pero si estamos seguros de
que al igual que la crónicas de su tiempo de Moscoso Puello son consideradas
obras imperecederas o los cuadros costumbristas de Gorgi Morel o Vincet Van Goh
constituyen retratos de sus épocas “La Herencia Trágica del populismo”, viene a
engrosar el anaquel de ese tipo de obras.
Por otra parte, el país no es todavía prolijo
en obras politologías por lo cual, dicho libro, constituirá en su momento, un
insumo indispensable para los investigadores de la ciencia política, así como
lo es actualmente la monumental obra del malogrado periodista Orlando Martínez, al momento de investigar la
misma época que estudia Guerrero en su libro.
Un punto sobresaliente, lo constituye la
afirmación de Miguel Guerrero de que el final de la era de lo que denomina “La
Herencia Trágica del Populismo”, es una época decadente que ya está tocando fondo.
Pero eso no es lo resaltable sino la perspectiva que plantea en el sentido de
que dicho modelo habrá de ser sustituido por una derecha bien informada con un
discurso de izquierda. DLH-13-01-2013