<b>El Banco Mundial ha hecho su balance de la situación de la economía mundial y concluye en que cuatro años después del inicio de la crisis financiera, la economía mundial sigue debatiéndose en dificultades.</b>
Indica que los países en desarrollo continúan siendo el principal motor del crecimiento internacional, aunque su producto ha perdido impulso. Para retomar el nivel de crecimiento previo a la crisis, estas naciones una vez más deben poner énfasis en políticas de fomento de la productividad interna.
"Y si bien las naciones de ingreso alto continuarán enfrentando problemas debido a la restructuración y la consolidación fiscal, la situación debería aligerarse levemente para permitir una lenta aceleración del crecimiento en los próximos años", anota.
Frágil repunte luego de la agitación de mediados de año…
Los mercados financieros de ingresos altos volvieron a vivir turbulencias en mayo-junio de 2012. Sin embargo, mejoraron notoriamente como resultado de la aplicación de políticas nacionales y a nivel de toda la UE para mejorar la sostenibilidad fiscal y de la intensificación de las medidas que el Banco Central Europeo (BCE) tomaría en defensa del euro.
Y a diferencia de episodios anteriores de menor tensión cuando las condiciones de mercado mejoraron solo en forma parcial, muchos indicadores del riesgo del mercado han retrocedido a valores registrados por última vez a principios de 2010, esto es, antes de que las inquietudes sobre la sostenibilidad fiscal de la zona del euro pasaran a primer plano.
La disminución de las tensiones en los mercados financieros también se ha hecho sentir en el mundo en desarrollo.
Los flujos de capital internacional hacia las economías en desarrollo, que habían descendido entre 30% y 40% entre mayo y junio, han alcanzado nuevas máximas.
Los diferenciales de los bonos de países en desarrollo (EMBIG) cayeron 127 puntos base (bps) desde junio y hoy están por debajo de sus niveles promedio a largo plazo (alrededor de 282 bps).
Los mercados accionarios de los países en desarrollo aumentaron en 12,6% desde junio (10,7% en los mercados de ingresos altos).
… pero la recuperación real es débil y la confianza del sector comercial sigue deprimida. Aunque las señales de los mercados financieros son alentadoras, aquellas provenientes de la economía mundial real son menos concluyentes. El crecimiento en los países en desarrollo se aceleró en el tercer trimestre de 2012, entre ellos en países de ingreso medio como Brasil y China, cuya debilidad de mediados de año contribuyó a la ralentización mundial.
Los primeros indicios del cuarto trimestre apuntan a una sostenida aceleración en Asia oriental y el Pacífico, Europa y Asia central y Asia meridional, pero a una disminución del ritmo en América Latina y el Caribe.
En los países de ingreso alto, la inversión y la actividad industrial fue inusualmente lenta durante el tercer trimestre en Estados Unidos, pese al fortalecimiento de la demanda en el sector de la vivienda y del consumo. Esto aparentemente se debe a la incertidumbre sobre la orientación de las políticas fiscales antes de las elecciones de noviembre y a la tensa situación fiscal de fines de 2012.
Si bien el acuerdo firmado el 1 de enero de 2013 sobre medidas tributarias disipó gran parte de las inquietudes más inmediatas sobre el abismo fiscal, la ley solo es un aplazamiento temporal. Si no se encuentra un plan de consolidación fiscal viable a mediano plazo antes de fines de febrero y no se modifica la ley sobre el tope del endeudamiento o solo se ofrecen prórrogas a corto plazo, la economía podría verse sometida a una serie de crisis de menor envergadura que podrían tener graves consecuencias negativas para la confianza, e incluso para la clasificación crediticia de Estados Unidos.
Por su parte, la economía de Japón parece estar contrayéndose, en parte debido a tensiones políticas con China por la soberanía sobre algunas islas de la región y al vencimiento de los incentivos para la compra de automóviles. En Europa, la actividad dejó de contraerse a tasas alarmantes durante el tercer trimestre, pero la economía parece haberse debilitado nuevamente en el cuarto, tal vez como reflejo de la débil demanda de bienes de capital de Estados Unidos y Japón.
Perspectivas de una modesta aceleración a mediano plazo …
En general, la situación económica mundial sigue siendo frágil y proclive a más decepciones, aunque el balance de los riesgos está ahora menos cargado hacia el lado negativo de lo que había estado en años anteriores. Se espera que el crecimiento mundial alcance una cifra relativamente débil de 2,3% y 2,4% en 2012 y 2013, respectivamente, y que se fortalezca gradualmente a 3,1% y 3,3% en 2014 y 2015.
El crecimiento del PIB en los países en desarrollo en 2012, estimado en 5,1%, estuvo entre los más lentos en 10 años. Se pronostica que el mejoramiento de las condiciones financieras, el relajo de las políticas monetarias y un desarrollo económico algo más sólido en las naciones de ingresos altos aumentarían gradualmente el crecimiento de los países en desarrollo a 5,5% en 2013, 5,7% en 2014 y 5,8% en 2015, más o menos en consonancia con el potencial básico de estas naciones.
En el caso de los países de ingresos altos, la consolidación fiscal, el alto desempleo y la confianza extremadamente débil de los consumidores y las empresas continuarán influyendo en la actividad en 2013 y se proyecta que el PIB se expandirá en una cifra mediocre de 1,3%. Sin embargo, el crecimiento debería comenzar a afirmarse durante el transcurso de 2013 y expandirse en 2% en 2014 y 2,3% en 2015. En la zona del euro, se prevé que el crecimiento retomará una trayectoria positiva recién en 2014, con una posible contracción del PIB en 0,1% en 2013 antes de subir poco a poco hasta 0,9% en 2014 y 1,4% en 2015.
Estas magras perspectivas de crecimiento están sujetas a ciertos riesgos.
Aunque ha disminuido considerablemente la probabilidad de que se produzca una crisis grave de confianza en la zona del euro que lleve al congelamiento de los mercados financieros de todo el bloque, se requiere seguir avanzando sostenidamente para mejorar las finanzas de cada país y promulgar planes para fortalecer los sistemas paneuropeos de unión bancaria y los fondos soberanos de rescate. Si las políticas no logran mantener el impulso de las reformas, algunas de las naciones más vulnerables de la zona del euro podrían verse excluidas de los mercados de capitales y así provocar una ralentización mundial que posiblemente haría retroceder el PIB de los países en desarrollo en 1,1% o más.
Estados Unidos debe avanzar decididamente hacia la definición de un plan de consolidación fiscal viable a mediano plazo que evite episodios recurrentes de situaciones límite en torno al tope de endeudamiento. La incertidumbre en materia de políticas ya atenuó el crecimiento. Si las autoridades no llegan a acuerdo sobre tales medidas, la pérdida de confianza en la moneda y un aumento general en las tensiones de merado podría reducir el crecimiento de Estados Unidos y el mundial en 2,3% y 1,4%, respectivamente.
Si bien no se espera que un declive progresivo de las tasas de inversión –inusualmente altas– en China perturbe el crecimiento global a mediano y largo plazo, una contracción brusca tendría consecuencias nacionales y mundiales considerables. Éstas serían especialmente graves para los países en desarrollo exportadores de productos básicos si causara una caída abrupta de los precios de estos productos.
Otro riesgo latente es la interrupción del suministro mundial de petróleo y un rebrote en las alzas de los precios de los productos alimenticios básicos que se comercializan internacionalmente, en especial considerando las bajas existencias de maíz. Si los precios locales de los alimentos aumentan excesivamente, podrían verse afectados los resultados de nutrición y salud de los más pobres.
Por el lado positivo, una rápida resolución de la incertidumbre normativa en Estados Unidos, la disminución de las tensiones en Asia o una mejora en la confianza en Europa podrían acelerar el regreso de los países de ingresos altos a la senda de un crecimiento más sólido. Esto tendría efectos benéficos para las exportaciones y el PIB de las naciones en desarrollo.
Garantizar el crecimiento mejorando la productividad…
Enfrentar el alto desempleo y la capacidad de producción subutilizada sigue siendo una prioridad para los países en desarrollo de Europa y Medio Oriente y Norte de África. Sin embargo, la mayoría de las economías en desarrollo está operando a plena capacidad o cerca de ello. En su caso, estimular aún más la demanda podría ser contraproducente, pues aumentaría el endeudamiento y la inflación sin aportar beneficios considerables en términos de más crecimiento.
No es posible garantizar el crecimiento sólido de los países en desarrollo en lo que probablemente siga siendo un entorno externo difícil caracterizado por el crecimiento lento y posiblemente inestable de los países de ingresos altos durante los próximos años. Para crecer rápido, las economías en desarrollo deberán mantener el impulso reformador que sentó las bases de su crecimiento acelerado durante los años noventa y 2000. A falta de medidas adicionales para mejorar la productividad con reformas estructurales, inversión en capital humano y mejor buen gobierno y condiciones de inversión, incluso es probable que el crecimiento de estas economías disminuya su ritmo.
La agenda de reformas estructurales de largo aliento también debe incluir medidas para mejorar la seguridad alimentaria, especialmente de la población más vulnerable de los países en desarrollo. Esto involucraría aumentar la productividad local, mejorar la infraestructura de transporte y almacenamiento, reducir la descomposición y permitir un mejor acceso a los mercados extranjeros, tanto en los tiempos buenos como en los malos.
Dado que el entorno mundial aún sigue siendo incierto, muchas naciones en desarrollo harían bien en recuperar gradualmente sus reservas fiscales y monetarias agotadas, de manera de garantizar que sus economías puedan responder de la manera lo más flexible posible –tal como lo hicieron durante la crisis de 2008/09– en caso de producirse una nueva conmoción externa de gran envergadura.
Las economías en desarrollo también necesitan seguir siendo actores activos en las gestiones del Grupo de los Veinte (G-20), tanto para ayudar a los países de ingresos altos a recuperarse de la crisis de 2008-09 como para garantizar que los esfuerzos reformadores, sean estos en los mercados financieros o reales, tomen plenamente en cuenta los posibles impactos sobre los mercados en desarrollo.