<b>Una gran experiencia espera a los hombres y mujeres
que se disponen al proceso de alfabetización. Retos reales y peligros son
propios de esta forma de educación que da dirección y mitiga la ignorancia de
gran parte de nuestros antecesores. </b>
Diríase que fueron los mismos retos que le
salieron al frente al patricio Juan Pablo Duarte, con apenas 17 años de edad,
ya había hecho de los ideales patrios un lugar común, como el que ahora nos a
nosotros empezar con el proceso de alfabetización.
Desde
muy joven, Juan Pablo Duarte, fue un digno modelo de estudiante; su vida fue
siempre un dilema respecto qué aprender, a quiénes servir, y sobre todo, cómo
luchar con lo desconocido. Si ahora los consideramos el más grande
alfabetizador de ideales de la nación, fue porque dio su vida a la causa de la
liberación de su pueblo.
La
proclamación de Independencia tiene la virtud de la educación alcanzada por sus
seguidores. Ella transmitió valores patrios, alimentó nuestro porvenir de
hombres libres, y se erigió en el símbolo de la historia dominicana.
El
proyecto del patricio, tal como hemos estudiado a la Trinitaria, no tenía
relación con la edad, o no discriminaba a los hombres. Así mismo debemos asumir
la alfabetización: no sólo combinar diferencias de clases, sin un ejemplo vivo
para procurarnos mayor dignidad, adquirir más conocimientos, hacer más pleno el
sentido de la vida, tal como él lo hizo de la patria.
El
interés educativo de Juan Pablo Duarte por el magisterio ha sido altamente
valorado por los historiadores. Sus métodos, la estructura de la Trinitaria,
las estrategias que empleó mantuvieron muy
alto los ideales libertarios. Por desgracias, es las instituciones políticas
actuales a quienes debemos responsabilizar de haber desnaturalizado al hombre,
permitiendo que muchos de ellos no hayan podido educarse, viviendo en el más
gris de los ocios y desdén por nuestra propia pedagogía.
Los
ideales de Duarte no fueron personales, ni opuestos a la educación de su
pueblo; todo lo contrario, quienes hoy estén dispuesto a plantearse deben
asumir el espíritu de este hombre excepcional, que lo dio todo para los
dominicanos no vivan en el ostracismo, la falta de democracia, en la ceguera de
los intereses creados.
Con
la alfabetización vamos a procurar gran parte de los ideales por los que tanto
luchón el más noble de los dominicanos; la política de Duarte procuró dignidad,
conciencia colectiva, para nuestro pueblo. Alfabetizar a las generaciones
rezagadas no es solo por el estudio en sí mismo, es por los dolores del
sacrificio y por los problemas perennes de la horrible situación crítica del presente
y del pasado, para que no se repita.
Ciertamente,
Juan Pablo Duarte fue el más grande alfabetizador de ideales de la nación
dominicana; su ejemplo de superación debe ser considerado como el más
minucioso, el de mayor cobertura, en la identidad nacional.
Al
conmemorar el Bicentenario de su nacimiento, debemos aceptar que el mejor
estímulo que podemos tener para iniciar este enorme esfuerzo de la
alfabetización, cuya disyuntiva nos permitirá lograr muchos conocimientos o
morir en la ignorancia, lo cual será un porvenir en retrospectiva. ¡Juan Pablo
Duarte fue el dominicano más noble!