Entre
fragmentos recitados del ideario del patricio Juan Pablo Duarte; claro, dejando
fuera aquellas partes que hacen referencia a la transparencia y honradez,
Leonel Fernández, el líder del PLD, condenó los hechos violentos ocurridos en
el Partido Revolucionario Dominicano, en el que por aproximadamente tres horas
se mantuvo una batalla campal por el control de dicha organización entre los
partidarios de Hipólito Mejía y Miguel Vargas.
Fernández
produjo su condena en el discurso del acto de conmemoración del bicentenario de
Juan Pablo Duarte. El nacimiento del patricio se celebra cada año el 26 de
enero pero la convocatoria al acto de conmemoración se mantuvo para el día
siguiente, muy a pesar de que en el
mismo horario estaba convocada la
actividad perredeista, a sabiendas que ambas actividades podían competir a
nivel de cobertura periodística y
visibilidad.
Pero
más que criticar, debemos preocuparnos en idear y proponer fórmulas para que los partidos, además de las autorregulaciones y la regulación externa
mediante una ley de partidos, cuenten con un
plan de formación política de sus miembros que permita el cambio en su
actual cultura política.
Mientras
Fernández enaltecía los valores
duartianos, paradójicamente uno de los que portaba la ofrenda floral a Duarte
era el dirigente peledeista Euclides Gutiérrez Félix, a quien se le atribuyen nexos con el trujillismo y actos de
fraude y corrupción. El expresidente y líder morado aprovechó el discurso
pronunciado en honor a Duarte para descalificar al partido opositor para
dirigir el país.
Los
peledeistas, paradójicamente
alegres, no muestran preocupación por el
destino del sistema de partidos, en
tanto el grupismo, lucha de intereses, el transfuguismo y las divisiones no
solo sangran al PRD, sino que también al
PLD. Como si no fuera vox populis la desavenencia interna entre danilisitas
y leonelistas. La única diferencia entre
blancos y morados está en que parte de la militancia peledeista fue formada y
disciplinada en círculos de estudios que de una manera u otra mitiga o frena
posibles desobediencias y violencia interna entre las dos fracciones que
cohabitan en el partido morado.
Dejando
las paradojas del partido morado a un lado, los dominicanos nos sentimos
defraudados por la conducta de unos partidos políticos que han ido perdiendo el
propósito de servir a la ciudadanía en el marco de un proyecto de país
compartido.
Los
partidos políticos mayoritarios, PRD y PLD, se han convertido en medios donde
algunos se agencian poder y riqueza, mientras sus bases son utilizadas por los dirigentes para la
búsqueda del poder político. Una vez alcanzado, el poder es usado para enriquecer
al líder o dirigente y a su sequito.
Como
consecuencia de esto, los partidos se han transformado en centros de peleas,
luchas intestinas y violencia interna, que va diluyendo la vida institucional y
erosiona la mal llamada democracia. En
esto el PRD tiene su historia y esta es bien conocida por todos.
Pero
más que criticar, debemos preocuparnos en idear y proponer fórmulas para que los partidos, además de las autorregulaciones y la regulación externa
mediante una ley de partidos, cuenten con un
plan de formación política de sus miembros que permita el cambio en su
actual cultura política.
El
resultado sería una democracia interna
renovada, con mayor seriedad institucional en el cumplimiento de los estatutos y una mayor
transparencia que fortalecería a los partidos y a la democracia misma
@GiseldaLiberato