<b>A lo largo de nuestra historia como nación, y más específicamente con la creación del Estado dominicano, el poder como estructura de dominio de nuestro quehacer político, económico, social y cultural ha sido siempre una base de sustentación anhelado por diversas fuerzas y corrientes del pensamiento político. </b>
Lógicamente, no se trata de una experiencia exclusivamente de la República Dominicana, a través de la historia, otras naciones del mundo han experimentado esa realidad que tal parece es inherente a la especie humana. Es decir, que el hombre y la mujer siente una atracción singular por alcanzar o tener poder.
En circunstancias disimiles este aparece representado en diversas facetas de la vida, y desde luego, en el espacio más íntimo, como lo es la familia.
En ocasiones, los dominicanos imbuidos por el espíritu de la defensa de nuestra patria hemos tenido que superar graves obstáculos que han puesto en riesgos, no solo nuestra propia identidad, sino igualmente, la supervivencia de sus principales instituciones.
En la conmemoración del bicentenario del nacimiento del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, la mejor manera de recordar su sacrificio, valor y entrega por sus raíces y autenticidad nacional es precisamente preservando nuestros valores, símbolos e identidad como país.
La lucha por el poder en la República Dominicana a través de la historia ha sido intensa, sacrificada, dura, traumática y en ocasiones, decepcionante.
Pero, ¿cuáles son en la práctica los intríngulis, espacios sociales y alternativas que rodean el poder? En realidad, son variadas y muy complejas a la vez. Esta palabra mágica que genera pasiones entre gobernantes y gobernados, conformada por cinco letras, es definida por el diccionario de la Real Academia de la Lengua como el dominio, imperio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo. También la describe como el Gobierno de un país, acto o instrumento en que consta la facultad que alguien da a otra persona para que en lugar suyo y representándole pueda ejecutar algo.
Nicolás Maquiavelo, agudo pensador italiano en su clásica obra “El Príncipe” ha sido probablemente el que con mayor agudeza ha definido el poder y especialmente en lo que se refiere al arte de gobernar cuando expresa que “un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiera mantenerse en su trono, ha de comprender que no le es posible observar con perfecta integridad lo que hace mirar a los hombres como virtuosos, puesto que con frecuencia, para mantener el orden en su Estado, se ve forzado a obrar contra su palabra, contra las virtudes humanitarias o caritativas y hasta contra su religión. Su espíritu ha de estar dispuesto a tomar el giro que los vientos y las variaciones de la fortuna exijan de él, y, como expuse más arriba, a no apartarse del bien, mientras pueda, pero también a saber obrar en el mal, cuando no queda otro recurso”.
Lo cierto es que de una u otra forma los humanos buscamos siempre alcanzar el poder, ya sea a través de la acumulación de riquezas materiales, presencia en lo social, cultural, académico, deportivo y lógicamente en lo político.
En los últimos cincuenta años las decisiones políticas aplicadas en el país han sido manejadas y ejecutadas por tres fuerzas fundamentales: los Partidos Reformista Social Cristiano (PRSC); Revolucionario Dominicano (PRD) y de la Liberación Dominicana (PLD).
Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán Fernández, Salvador Jorge Blanco, Leonel Fernández Reyna, Hipólito Mejía Domínguez y Danilo Medina Sánchez han conducido los destinos nacionales en sucesivos periodos gubernamentales. Todos ellos, ascendieron a las escalinatas del Palacio Nacional a través de elecciones directas.
El primer gobierno democrático escogido por el voto popular en la República Dominicana tras 31 años de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, lo presidió el profesor Juan Bosch, quien fue derrocado en septiembre del 1963 por un golpe de Estado.
La sociología nos enseña que el poder en las sociedades democráticas no tan solo se manifiesta en el ámbito político, sino igualmente, en las esferas empresariales; religiosas, intelectuales, organizacionales, académicas y más recientemente en las estructuras mediáticas así como en el nuevo espacio social que representan las denominadas organizaciones sin fines de lucro, mejor conocidas como ONG,s.
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