Al celebrarse los 60 años de fundación de nuestra escuela de comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo un 24 de enero de 1953, un grupo de sus egresados más trascendentes hace un merecido homenaje de reconocimientos a tres de sus meritorios e inolvidables maestros y no quisimos dejar de ser parte de la historia aunque las labores obligatorias para sobre vivir en este valle de lágrimas me hicieron que el despertador interrumpiera mi cansancio a la 5 de la madrugada de un sábado 23 de febrero que ya por las circunstancia estaba determinado que sería agitado, agónico y cargado porque no de pasajeros traumas sentimentales como el pique y la rabia (por unas autoridades que no viene a cuento para ustedes su infortunio de paso por la academia). Abordar el autobús a la 6 de esa mañana con rumbo hacia Barahona, para reencontrarme con los jóvenes estudiantes de comunicación puede que hiciera infeliz mi tiempo de ruta, pues la mente alborotada buscando la manera de ver cómo llegar lo antes posible esa tarde noche del sábado a la cita con el reciclamiento de la historia.
Nosotros habíamos escrito nuestros trozos de historia con tinta de juventud y del verde de la acacias que nos acogieron en múltiples tardes y mañanas en la embajada EMECOS, en aquel punto de encuentro de diversidad, los militantes, escharboy, Percy, yo y otros que no recuerdo, amén de que cada uno heramos cuadro políticos estudiantiles de parcelas diferentes, que emecos juntaba, o los vichanes del momento, Geomar, los julios, entre otros, las hoy damas elegantes, ayer chiquillas traviesas y los humildes Salvador Amador y Cabel o los traviesos ameriquito, Arrendel y Julio Aníbal, los revoltosos como Lenín y francis. Todos desde nuestras microhistoira construimos la historia, una historia que no nos perteneció (porque era de todo/as) pero que nunca dejó de pertenecernos (porque siempre hemos sido parte de ese todo), que hoy como conjunto al llegar cerca de la 8 de la noche al barrio de Villa Juana, abordando la puerta de las majestuosas instalaciones del Centro Comunitario, que más que un espacio barrial de encuentros y asiento culturales es parece un microcomplejo hotelero todo incluido, que dicha y suerte la de esta barriada tener gente por décadas dedicada a mostrar otra cara de la gente humilde. Yo mismo me quede sorprendido, pues hice el retorno al infierno capitalino en tiempo record, en nuestra complicidad de Rodolfito y mía estaba el ir a buscar al maestro Núñez Grassall, en el teléfono me suplico la llamada de Rodolfito, “por dónde anda” vamos atravesando Azua, miro el reloj y era sobre la 6 de la tarde, del otro lado, “pues no llegara a tiempo, me iré solo a buscar a Núñez”.
No oculto que esa llamada aceleró mi angustia, pensé que llegaría como mi hermano Daniel Piña, para la foto del recuerdo, pero no, cuando llegue ya un buen grupo estaba rodeando al maestro de maestro, fotos, intervenciones, palabras, sonrisas, miradas perdidas en los recuerdos, me quede distante y volví a los pasillos a mi época de estudiantes, volví a las aulas con Núñez delante de mí, parsimonioso, inhalando un cigarrillo de la forma más poco común posible (algo que siempre me llamo la atención en él ), mi admiración por el no vino tan solo porque forjo en mi lo poco o mucho que puedo tener de ético profesionalmente hablando o porque me enseño lo pírricamente o abundantemente exhibí en mis veinte años (20) de ejercicio profesional, no fue tan solo volver al aula 307 es decir la tercera planta del edificio de ciencias de la salud, que está detrás de medicina, es decir casi frente a la imprenta universitaria y la antigua biblioteca central por la otra parte, allí tarde tras tardes de 4 a 6 nos enseñó a redactar de manera impecable, magistral, matizando cada detalle, y mientras más creí que tenía bien hecha la práctica de redacción bien hecha, siempre bajo una sonrisa soterrada que siempre le caracteriza, ahí venia la corrección que creía no llegaría, (recuerdo el rostro de Belkys Onatrate) y de mí la preguntas, el cuestionamiento, el buscarle la 5 pato al gato queriendo bebe todo de él queriendo extraer toda su sabiduría y experiencia en un dialogo y solo me decía, “muchachito, muchachito que jadón tú eres” , por eso AGUSTIN fue que no me acerque, no fue porque llegue tarde RODOLFITO, no, no era que mi mente se aposentó en las aulas de la UASD 27 años después. Es que me senté de nuevo con Miguelito Gálvez hablar de literatura en una esquina de los escalones de humanidades, donde devorábamos en reflexiones y diálogos apasionados los protagonistas de los libros que como un viciosos compartíamos, pero no me fui de la universidad tan rápidamente JHOANNA, aun estando en las instalaciones de Villa Juana, me quede un rato con fafi duran y niñito tomando unos pote de barcelo en el colmado de la cisterna y no cogimos hacer locrio para la habitación mía (que Percy bien conoce) porque ameriquito nos jodería la vida si llegábamos tarde al evento.
Es que por todo eso que le he contado en líneas arriba que a Núñez lo admiro, lo respecto, lo tendré siempre en el lugar del padre profesional, el que me enseño a guiar mis impulsos juveniles, tanto en lo profesional como en lo personal, porque siendo la lumbrera que era y fue en aquel momento me dijo, nos dijo, no sé si lo recuerdan “ los que mejores notas me saquen lo pondré a practicar en los medios” y de los 5 yo fui uno y ahí mi encuentro con los medios, con las redacciones desde ese semestre del 85-2 hasta que me fui de los medios décadas después, de eso lo acuso hoy de ser el culpable de lo poco o mucho que soy como profesional y Onofre co-culpable, pues ellos me acogieron a mi llegada a la escuela cuando hice el cambio de periodista de planta a facilitador en las aulas, con mi interés de ser profesor-investigador, ellos me han dado la pautas con su ejemplo y múltiples diálogos, contradicciones y reflexiones, pero ellos han sido el punto de apoyo, Núñez tan culpable que fue de mis jurados evaluador para ingresar hacer docente y Onofre protector de todas mis quijotadas reflexivas.
Aunque yo estaba ya en el lugar no tan tarde como pensé que llegaría, no estaba, no llegaban aun rosi bour y mi hermana Ruth Luciano, quien se quedó colgada de mi alma una mañana que descendía de la mayor altura de la patria, vi de “celado” a juan santana que me hizo un gesto de afecto y me calme un poco más porque mi aliado ñinito barcelo llego apresurado, nervioso porque también creía llegar tarde, yo no quería encontrarme con Núñez cara a cara, es verdad lo quise evadir siempre, me conozco, son una lacrimógena, soy muy sensible a los recuerdos y si son gratos recuerdos mucho más frágil soy, no tengo ese espíritu regio de otros seres, que aunque humanos tienen otra sensibilidades frente a la realización espiritual de la vida, Rodolfo me pregunta ¿Quién llevara a Núñez?, ahí me doy cuenta de que llegue algo a tiempo, que aun mi complicidad con la trama no estaba terminada, me moví, flanqueando los lados por donde se desplaza el maestro. Confusión no hay determinación de quien le va a lleva, crece entonces de nuevo mi angustia, salto ralas plantaciones del jardín, cruzo delante de la multitud y pregunto al acompañante del maestro, con quien se van, Rodolfo nos lleva, llamo a Rodolfo por encima de la gente, Núñez me ve y en tono que conozco bien tipo pregunta admiración me dice” Luesmil, placer verte” y quiso abrazarme, como buen alumno que conozco al maestro me avalase primero y riposte su frase la que no borrare de mi mente mientras vida tenga y espero aun después porque este escrito deben inmortalizarla, “el placer es mío maestro”. Y no pude mantener las lágrimas durante toda la noche de saltos emocionales en el salto espirituales lágrimas y aun ahora que termino estas líneas tengo lágrimas en los ojos. Gracias inolvidables maestros, gracias emiquianos por darle sentido a mi vida por aquellas cortas cinco horas que desde entonces serán interminables en mi vida.