<b>La obra maestra del expresidente Leonel Fernández nada tiene que ver con las líneas de su metro, que tanto nos han costado. Su hazaña verdadera, cuyo costo es todavía invaluable, tiene un nombre: Miguel Vargas Maldonado.</b>
Fue el instrumento que utilizó para intentar perpetuarse en el poder, lo que lograría si llegara a ser candidato en el 2016. Su mérito consiste en haber descubierto las enormes deficiencias y debilidades políticas del hoy presidente del PRD.Cuando el señor Fernández decidió que las cosas estaban maduras para quedarse más allá del plazo que la Constitución de entonces le fijaba, buscó en el principal partido de oposición un aliado.
Como dije en un artículo reciente, vio en él a la figura ideal, la única dentro del patético caos del perredeismo, que podía encajar en sus planes. Reunía las condiciones necesarias, porque lo encontró en extremo ambicioso, con escasa visión política, sin directrices claras y con un carácter autoritario. Desde un comienzo supo que serviría a sus propósitos de dividir al principal partido de oposición, y lo convirtió, en una operación digna del mayor reconocimiento, en su presidente, a sabiendas que su autoritarismo acabaría con los aires de disidencia y democracia en esa organización.
Con el famoso acuerdo de “Las corbatas azules”, le dio la connotación de un liderazgo nacional que no poseía por méritos propios y lo embrujó convirtiéndole en un aliado de una Constitución hecha a su medida.
El secuestro del local principal del PRD y sus purgas sumarias acentuaron la división que él aspiraba, disminuyendo la confianza pública en un partido de tanta vocación para la indisciplina y el desorden. Y de hecho lo colocó en posición de ser el candidato que él desea enfrentar cuando regrese, a causa de su vulnerabilidad, sus ostensibles debilidades y las terribles sorpresas que harían de esa candidatura un muerto en vida.
Publicado originalmente en El Caribe 23/02/12